La imagen dio la vuelta al mundo. El Papa protagonizó uno de los gestos que han marcado y pueden marcar su pontificado por el simbolismo del momento. En una Plaza de San Pedro abarrotada Francisco fijó sus ojos en un enfermo que habían llevado en peregrinación a Roma, una persona gravemente enferma con grandes bultos por todo el cuerpo y al que el Papa acarició, consoló, abrazó y besó. Una instantánea que conmovió a todos los presentes.
Casi dos semanas después de aquel momento este hombre enfermo ya no es un ser anónimo. Su nombre es Vinicio, tiene 53 años y padece una rara enfermedad de origen genético denominada neurofibromatosis, que le produce el crecimiento de tumores y de quistes por todo el cuerpo, hasta provocar que la persona casi quede irreconocible.
Para este hombre, el gesto del Papa fue algo más que un abrazo o una caricia. Para una persona que ha sido marginada y a la que la gente no se atrevía prácticamente a mirarle la cara, su encuentro con el Papa ha sido como tocar el cielo. El Corriere della Sera ha conseguido hablar con él y ciertamente durante un tiempo ha podido olvidar su enfermedad y ser la persona más feliz del mundo.
Vinicio padece la misma enfermedad que su hermana y ambos son cuidados por su tía Catalina, que se hizo cargo de ellos ya desde pequeños y desde que las verrugas comenzaron a inundar sus cuerpos.
Ese miércoles este hombre estaba en Roma para conmemorar el 110 aniversario de la Unitalsi, una organización católica que cuida y consuela a los enfermos. Y allí el Papa le dio lo que nunca había recibido de manera tan clara, ese amor que va más allá de lo humano. "Estoy en el Paraíso", confesó Vinicio al diario. Su propia tía asegura que estaba en "éxtasis" ante una experiencia existencial que nunca había vivido.
Su historia ha sido dura y sin embargo dice que ahora es feliz. Su madre murió de cáncer debido a la misma enfermedad que ahora tiene él. Los niños no se acercaban a él e incluso las madres alejaban a sus hijos para que no pudieran estar cerca.
"Estaba en el Paraíso"
Su vida ha estado llena de operaciones debido a esta extraña enfermedad. Desde los dos años ha estado entrando y saliendo del quirófano. Un angioma, la garganta, el corazón, el ojo y la eliminación de algunos de estos grandes quistes que habían penetrado hasta la columna vertebral.
Aunque le cuesta hablar debido a su enfermedad, Vinicio afirma que "me sentí en el cielo, el Paraíso estaba ahí" y que de la emoción que tenía "no he dormido" durante la noche posterior a este encuentro.
Y es que a pesar de su edad es como un niño. Sus grandes amores son su tía, que está dando la vida por él, y su hermana, de la que dice con humor que "es más guapa que yo". Sabedor de las burlas y del desprecio que ha recibido afirma que "los que me conocen desde hace años son buenos, los que no me conocen son malos".
En su día a día ayuda en un instituto apilando algunas cajas y poniendo algo de orden para así sentirse con vitalidad y el resto del tiempo lo dedica al cuidado tenaz y amoroso de su tía, que le lava y le cura las numerosas llagas de su cuerpo. Y todo ello con un amor intenso. Eso sí, esta familia hace algo que Vicino ama y que es su gran capricho: "Ir a un restaurante y comer arroz con marisco".
Gracias a Unitalsi ha podido ir de peregrinación varias veces a Lourdes y ahora al Vaticano donde ha tenido una de las experiencias más intensas de su vida, de una vida dura pero a la que ha dado un sentido a su sufrimiento. Es simplemente feliz.