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Imre Nagy, el hombre que se rebeló contra el terror comunista

La valentía del reformista inspiró la Revolución Húngara de 1956. Fue primer ministro pero el poder comunista vio peligrar su poder y le ejecutó.

La valentía del reformista inspiró la Revolución Húngara de 1956. Fue primer ministro pero el poder comunista vio peligrar su poder y le ejecutó.

En su libro El Manifiesto Comunista, Karl Marx sostiene que el sistema capitalista ha dividido la sociedad en dos clases. La burguesía, o los propietarios de los modos de producción, son los opresores, los que explotan a la gran mayoría de la población, que es la clase obrera, la de los oprimidos. Dado que el capitalismo sólo puede provocar un aumento de la pobreza y el empeoramiento de la calidad de vida , la conciencia de los proletarios de su explotación "irá en constante aumento" y ellos acabarán con este sistema injusto.

Paradójicamente el filósofo alemán no hizo más que predecir y describir el futuro fracaso económico y social del propio bloque comunista dominado por la URSS durante 45 años. En 1956, el oprimido pueblo húngaro organizó una revolución contra sus opresores del Partido Socialista Obrero Húngaro. Las razones del levantamiento hay que buscarlas en la gestión político-económica del partido comunista.

A principios de los años 50, Hungría estaba sumida en una profunda crisis económica y social, como resultado de la aplicación del Primer Plan Quinquenal, que hizo posible la orientación prioritaria de los recursos del país hacia la industria pesada, en detrimento de la agricultura y de la oferta de los bienes de consumo.

Esta desigual distribución de los recursos y la violencia del régimen comunista de Matyas Rakosi provocaron un aumento de la pobreza y un profundo malestar social. Además, desde la llegada al poder del Partido Comunista en 1947 hasta 1953, fueron ejecutadas más de 2.000 personas como resultado de la política del terror del dictador. Según varios historiadores, entre 100.000 y 200.000 personas fueron internadas en cárceles o en campos de concentración durante el terror rakosista.

Sin embargo, al ser incapaz de solucionar la crisis económica y social del país, en 1953 Rakosi se vio obligado a nombrar como primer ministro a Imre Nagy. Precisamente, Nagy se convertiría en símbolo de la lucha contra el control comunista al atreverse a desmantelar las mismas bases del socialismo real. El reformista autorizó a los campesinos a abandonar las cooperativas y granjas estatales, además de derogar el Primer Plan Quinquenal para dar prioridad a la producción de bienes de consumo básico. Nagy también abolió el decreto de 1951, que autorizaba las deportaciones llevadas a cabo por la policía de seguridad del Estado, AVH.

En el seno del partido se dieron cuenta de que el primer ministro estaba amenazando su poder político, y le expulsaron del gobierno y del partido en 1955 al acusarle de haber aplicado políticas "derechistas".

Sin embargo, Nagy no se dio por vencido y presentó ante el Comité Central del Partido y el embajador de la URSS unos Memoranda, en los que volvió a cuestionar los fundamentos del socialismo científico. Nagy apostaba por la necesidad de separar los poderes del Estado y del partido, así como por la potenciación del poder del Parlamento y del Gobierno, en el marco de una democracia popular y multipartidista. Por último, el reformista también mostró su rechazo hacia el imperialismo socialista al sostener que "nuestro país debe evitar la participación activa en el conflicto entre los bloques".

Ya en 1956, sus ideas y su valentía inspiraron en gran medida la Revolución de octubre, durante la cual estudiantes y trabajadores reclamaban la libertad política, religiosa y social. Nagy volvió a ser primer ministro en este año y anunció la salida de Hungría del Pacto de Varsovia. Ante el inminente ataque militar de la URSS, el reformista pidió ayuda a la ONU, pero fue en vano. El 4 de noviembre, las tropas soviéticas sofocaron violentamente la revolución, Nagy y sus colaboradores, fueron arrestados y encerrados en una cárcel durante dos años.

Durante un juicio secreto, Nagy fue acusado de ser un político "desviasionista" y "derechista", que había organizado "una contrarrevolución fascista con el apoyo del Occidente y con armas occidentales". Como Nagy se negó a confesar ningún crimen fue condenado a muerte. Según el analista Fiodor Burlatsky, el mismo Nikita Kruschov había pedido la ejecución de Nagy para dar una lección a los demás países socialistas.

El político y algunos de sus colaboradores fueron ahorcados el 16 de junio de 1958 y enterrados en tumbas anónimas. El régimen totalitario del Partido Socialista Obrero Húngaro no comunicó a los familiares donde eran enterrados los ejecutados, y ellos visitaban supuestas tumbas donde, según algunos rumores, pudieran estar los cuerpos. Todos los visitantes de estas tumbas sufrían el acoso de la policía que destruía las ofrendas que dejaban.

Sin embargo, los comunistas nunca consiguieron destruir el ejemplo y los ideales de Imre Nagy que recibió un merecido homenaje en 1989, cuando más de 200.000 personas se reuniones en la Plaza de los Héroes para conmemorar las víctimas del terror comunista.

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