Marc Ouellet es, sin duda, uno de los grandes candidatos a suceder a Benedicto XVI. Este canadiense cumpliría numerosos requisitos: gran intelectual, peso pesado en el Vaticano, experiencia pastoral en una Diócesis tan complicada como la de Quebec y dominio de un gran número de lenguas. Además, fue misionero durante años en Iberoamérica, lo que le da un gran conocimiento de todo el continente. Natural del norte, su corazón está en el Sur lo que le podría convertir en el candidato del continente.
Ha sido con Benedicto XVI prefecto para la Congregación de Obispos, uno de los dicasterios más importantes. Además tiene 68 años, ni muy mayor ni demasiado joven, aspecto sobre el que ya se han referido algunos compañeros suyos. Su estancia en Colombia durante años, donde fue rector de varios Seminarios le da un plus. Francófonos, estadounidenses, iberoamericanos y curiales podrían optar por él.
Hombre de gran confianza de Benedicto XVI
Marc Ouellet, de 69 años, ha sido el encargado de preparar los nombramientos episcopales, algo vital para el futuro de la Iglesia y lo que le pone en contacto desde el Papa hasta los nuncios y conferencias episcopales de todo el mundo. Esto le ha permitido reunirse semanalmente con Benedicto XVI, con quien comentó estos asuntos y otros de suma importancia.
La estima del Pontífice emérito al cardenal Ouellet ha sido evidente y esta confianza se ha visto reflejada en numerosas ocasiones en las que le ha nombrado su enviado especial o representante. Así por ejemplo, fue su legado en el Congreso Eucarístico Internacional en Dublín o en la ostensión de la Sagrada Túnica en Alemania. Además, presentó en la sala de prensa de la Santa Sede el libro ‘Jesús de Nazareth, desde la entrada en Jerusalén a la Resurrección’, del propio Ratzinger.
Pero ha sido algo más que un buen colaborador del ahora Papa emérito. Es ante todo alumno suyo. Teólogo de doctrina segura formó parte de la revista Communio, creada por Ratzinger y Von Baltashar. Se asemeja con su maestro también por su entrega a la docencia. En el pasado fue profesor y hasta rector de seminario. Y lo ha sido en Canadá, Colombia y en Roma donde impartió clase en la Universidad Lateranense.
Frente al nacionalismo en Quebec
Afable y buen comunicador, el canadiense conoce bien la Curia pero sobre todo posee una extensa experiencia pastoral, aunque nada fácil. Antes de ser llamado por Benedicto XVI fue arzobispo de Quebec y primado de Canadá. Una diócesis francófona tradicionalmente muy católica y que ha sido devastada por la secularización. Quebec se puede comparar a Cataluña o País Vasco, zonas tradicionalmente muy creyentes y ahora casi un erial debido al nacionalismo. Pero de allí salió realizando una gran labor. Valentía no le faltó cuando fue nombrado para este difícil cargo por Juan Pablo II, que en 2003 le hizo cardenal.
Oullet tiene un gran conocimiento del catolicismo en Norteamérica pero su trayectoria le ha llevado durante años a América Latina, concretamente a Colombia, lo que le permite conocer la realidad de allí así como el español, lengua que maneja a la perfección. Allí fue profesor y llegó a ser rector. Además, del francés, inglés y el español debido a sus estudios en Austria y Alemania, el prefecto maneja a la perfección el alemán al que hay que sumar su manejo del italiano tras su paso por Italia para sus estudios teológicos y sus posteriores labores en la Curia.
Cuando quiso volver a ser misionero
Pese a sus altas responsabilidades Ouellet nunca ha olvidado sus orígenes y sus años como misionero en Latinoamérica. Su amor a América es indudable y hay una anécdota que retrata a la perfección. Ocurrió ya siendo cardenal. Estaba en Perú realizando una visita y tras cumplir con todos sus compromisos protocolario fue a una misión en la selva a cientos de kilómetros de donde estaba en ese momento. Y lo hizo como si se tratara de una persona cualquiera. Sin coche privado ni secretario ni chófer. Así se presentó a visitar a una congregación de religiosas a las que conocía tras su paso por Quebec.
Una vez en la misión, el cardenal Ouellet compartió recuerdos y conversación con las religiosas y se alargó hasta la hora de la cena. Una vez cenaron se percató de que la choza de las religiosas era muy pequeña y no había habitación para él. Por ello, el cardenal pidió retirarse a orar a la otra choza, la que sirve a las religiosas como capilla. Allí rezó hasta que el sueño le venció y se quedó dormido en el suelo de la capilla.
Cuando amanecía llegó el misionero que debía celebrar la Eucaristía para las religiosas. Allí se encontró a un hombre mayor dormido en el suelo. Rápidamente, este misionero fue corriendo a las religiosas para alertarlas y éstas le tranquilizaron y le contaron que aquel señor que estaba en esa choza era ni más ni menos que un cardenal de la Iglesia Católica, y para más inri, el prefecto de la Congregación de los Obispos. Tras esta aclaración, el misionero entre atónito y nervioso, se presentó a Ouellet y le ofreció concelebrar la Eucaristía con él, a lo que el cardenal aceptó gustoso. Ambos celebraron la misa con las religiosas, con sencillez pero con una profunda devoción.
Cómo debe ser un pastor
¿Cómo encontrar buenos obispos? Él lo tiene claro y habla desde el origen: "la familia es la clave para el futuro de la evangelización. Hoy existe la crisis antropológica: la ausencia de Dios hace desaparecer también el sentido del hombre. Por lo tanto, es necesario reencontrar la identidad del hombre. Tal identidad está siempre en relación con los otros y las relaciones fundamentales son las relaciones familiares. Es necesario redescubrir la gracia de Dios en el sacramento del matrimonio, es la clave para el futuro. De familias nuevas y generosas nacen vocaciones".