La campaña americana ha terminado y el fantasma del empate sobrevuela a ambos candidatos. El sprint de estas últimas horas ha sido una carrera frenética por los estados decisivos, asfixiados, en parte, por unas encuestas caprichosas que cierran la campaña sin un claro favorito.
Los últimos datos así lo exponen: CNN sitúa a Obama en torno al 49%, y otorga también a Romney un 49%, cifras idénticas a las de Rasmussen. La encuesta de Politico junto a la Universidad de George Washington pronostica un empate con un 48%, y el sondeo de NBC y Wall Street Journal le concede un punto de ventaja al actual presidente. Sólo el Pew Research Center predice una victoria de tres puntos a favor de Obama.
Así las cosas, es inevitable rememorar lo vivido en el año 2000 en la batalla entre George Bush y Al Gore. ¿Volverán a decidir un puñado de votos el inquilino de la Casa Blanca? ¿Se repetirán las escenas vividas con los votos de Florida? ¿Quedará en el aire la proclamación del presidente durante días? ¿Se repetirá el esperpento, con intervención del Supremo incluida?
Escenarios posibles
Si las encuestas aciertan y realmente la batalla está tan reñida como indican, son varios los escenarios posibles, que comparten clave: los swing states, estados cruciales o en disputa, que determinarán realmente quién será el presidente número 44 de EEUU. En Ohio, Colorado, Florida, Iowa, New Hampshire, Virgina y Wisconsin se decide todo.
Pongamos que se cumplen las encuestas: contando los estados que Romney y Obama tienen ya asegurados y adjudicándoles los estados swing en virtud de la mínima ventaja que les pronostican las últimas encuestas, Obama sumaría 290 y Romney 248. El demócrata repetiría en el cargo presidencial, ya que la mayoría está en 270.
De ser así, existe la posibilidad de que de nuevo EEUU tenga un presidente que ha perdido la batalla del voto popular, y ha ganado gracias a la acumulación de compromisarios y el voto electoral de los swing states. Como el caso de George Bush. Esta es una pesadilla considerable para los demócratas, y gigantesca para los republicanos. Por eso, según The Washington Post, ambos partidos tienen preparado un equipo legal por si, llegado el caso, todo dependa de un puñado de votos y de su recuento.
Pero aún queda una opción más extraordinaria e improbable, pero no descartable. Si los swings se reparten igualmente entre ambos candidatos, Obama y Romney sumarían 269 compromisarios, un empate en el Colegio Electoral.
¿Quién sería entonces el presidente? Para esta circunstancia –que tiene poco más de un 1% de posibilidades de ocurrir– la respuesta está en la Decimosegunda Enmienda, que lleva funcionando desde 1804: la Cámara de Representantes elegiría al presidente (en este caso, Romney) pero no por la mayoría tradicional, sino con un voto por cada Estado. En el caso de que hubiera empate, entonces el Senado elegiría al vicepresidente (el demócrata Biden) que se convertiría en presidente y tendría que nombrar a un segundo. Sería la primera vez que EEUU vive una circunstancia así en el siglo XX. En su historia la Cámara sólo ha votado en dos casos: el de Thomas Jefferson y Aaron Burr en 1800, y el de John Quincy Adams y Andrew Jackson en 1824.