Mariano Rajoy pareció descubrir este lunes que Carles Puigdemont va en serio en su intento de romper España. "Es uno de los acontecimientos más graves que he visto en mi vida política", aseguró sobre el plan del Gobierno catalán de proclamar la república si no hay referéndum. Se trata de intentar "liquidar en pleno siglo XXI un Estado nacional en 24 horas", denunció, para a renglón seguido avisar de que no tiene intención de aceptarlo. No desveló, eso sí, de qué herramientas se ayudará para impedir "el gravísimo chantaje y amenaza" al Estado.
Al término del Comité Ejecutivo del PP, el presidente compareció en rueda de prensa, algo muy inusual, para mostrar su indignación con Puigdemont, pedirle que acuda al Congreso de los Diputados a explicar sus intenciones y advertirle de que no apoyará "ni la liquidación de la soberanía nacional, ni la liquidación de la unidad nacional". "Yo voy a dar la cara y le invito a que lo haga, porque un líder convencido de la bondad de sus propuestas debe ejercer el liderazgo con coraje y valentía", subrayó, anunciando que participará en el pleno si el líder regional rectifica y acepta el ofrecimiento del Gobierno.
Rajoy elevó como nunca el tono contra Puigdemont y, en paralelo, trató de restar importancia al resurgir político de Pedro Sánchez, a quien a medio día todavía no había llamado "para no molestarle". De hecho, ordenó a su núcleo duro perfil plano sobre todo lo que tiene que ver con el PSOE. "La prioridad es Cataluña", les transmitió. Y, en consonancia, nada dijo del líder socialista en su intervención inicial ante los periodistas. Después, en la ronda de preguntas, se mostró irascible, tenso y sin ganas de responder.
El jefe del Ejecutivo despachó las cuestiones sobre Sánchez con rapidez. "No, no va a haber adelanto electoral. Ya lo he dicho en numerosas ocasiones. Estamos sacando asuntos importantes y negociando los presupuestos", contestó, a pesar del temor de buena parte de su propio partido de que regrese la inestabilidad. "Después del disparate de 2016, yo apuesto por la estabilidad, la solidez, por la sensatez y el sentido común", añadió. "No voy a disolver la Cámara, para mí no cambia nada", contestó otra vez ante la insistencia de los informadores.
A puerta cerrada, Rajoy se limitó a explicar que tratará de mantener los canales de interlocución con Ferraz. "Hablaremos con el PSOE si quiere, y nos entenderemos si quiere", afirmó. Y, después, dio a entender que no contempla que Sánchez cambie la postura socialista con respecto a Cataluña. "No puedo pensar cosa distinta a que vaya a defender la soberanía nacional", fueron sus palabras. Si bien, incluso en este punto, surgieron dudas en su propio partido.
"Dada su visión relativa de España, la victoria de Sánchez es una muy mala noticia para los catalanes que sienten que España es su nación", declaró Xavier García Albiol, a pesar de la directriz marcada por Génova de evitar el choque directo. En privado, algunos barones alimentaron estas sospechas."Ya intentó pactar con ERC", rememoraron. Y, con independencia de ello, auguraron una tensión en aumento a tenor de la nefasta relación entre el presidente y Sánchez. "No le cogía ni el teléfono, no se pueden ni ver", recordó un alto cargo del partido que participó en los contactos posteriores a las últimas elecciones de generales.
Tras la rueda de prensa, que hasta su propio equipo reconoció que fue tensa, el presidente quedó para comer en un restaurante cercano a la sede nacional del PP con María Dolores de Cospedal y el resto de la cúpula de su partido. "Está tranquilo", aseguró uno de los asistentes al encuentro, que se prolongó hasta bien entrada la tarde.