De nuevo, ruido interno en el PP, ese que tanto molesta en Moncloa y que tiene que ver con teorías sobre fuego amigo y posibles movimientos en clave sucesoria. A pesar de lograr la aprobación del decreto de la estiba, Mariano Rajoy se fue del Congreso este jueves sin hacer declaraciones, aunque escuchando perfectamente las preguntas de los periodistas sobre los líos de su partido. "Algunos están de perfil, evitando que algo le salpique, pensando en el medio plazo", según un líder territorial. No es el único que lo piensa.
El caso Cifuentes ha puesto de manifiesto que el partido en el Gobierno está en tensión, en alerta, ante la percepción de que el escenario político es enormemente volátil y puede ocurrir cualquier cosa. Para empezar, la dirección nacional del PP reconoce que la presunta corrupción en Madrid puede dejar en ridículo la acaecida en Valencia. "El problema es que nadie sabe hasta dónde puede llegar" y "el goteo de información negativa es terrible", en palabras de un barón autonómico, consciente de lo que allí ocurre también podría afectarle electoralmente. "No parece acabar nunca y eso erosiona a la marca", remató. "Por supuesto que afecta al PP en su conjunto", coinciden varias fuentes consultadas.
Ante esos avisos de preocupación y alarma, Rajoy responde solicitando tranquilidad. Se ve fuerte y está seguro de que el partido le acompañará sin rechistar. La consigna, según cargos próximos al presidente, sigue siendo la de resistir y aguantar el chaparrón, ya que él cree que esta tormenta también pasará y los españoles seguirán avalándole por su política económica y sentido de Estado. Así se lo transmitió a Rafael Catalá, reprobado por el Congreso, o a Juan Ignacio Zoido, en el punto de mira de la oposición del caso Lezo.
Si bien, para enfado del presidente, el runrún interno no cesa. Existe la percepción cada vez mayor en Génova, ratificada por varios barones consultados por este diario, de que hay ministros que han optado por desaparecer del mapa político para protegerse. "No tenemos ningún tipo de iniciativa política y luego están quienes dan la cara por la corrupción y quienes se esconden", según el resumen de un líder territorial. Y llegó el martes y el informe de la OCU contra Cifuentes.
Entre que saltó la noticia y el juez aseguró que no tiene intención de procesarla, la presidenta madrileña tuvo tiempo para comprobar que tiene algunos enemigos internos del PP. Y, de inmediato, surgieron las teorías de fuego amigo, que ella misma rehusó descartar. "Es curioso que ocurra esto con una persona que ha hecho de la lucha contra la corrupción su bandera y que, curiosamente, está siempre en las quinielas internas para suceder a Rajoy", expuso un diputado autonómico, próximo a ella. "No creo en las casualidades, y en política muchísimo menos. Cada cual que saque sus propias conclusiones. No voy a hacer hipótesis de ninguna clase", contestó el miércoles la propia Cifuentes, no sin dejar claro que no dará un paso atrás.
Maillo: "En el PP somos todos muy amigos"
Con Federico Jiménez Losantos, Cifuentes desveló que el martes por la tarde, en plena crisis política, recibió la llamada de Rajoy y María Dolores de Cospedal, su gran aliada, para darle ánimos. También mentó a Rafael Hernando y a Pablo Casado, que fueron los únicos -más el segundo que el primero- que dieron la cara por ella desde el primer momento, y mientras desde el entorno del propio presidente se sugería que estaba bebiendo de su "propia medicina". La presidenta de la Comunidad de Madrid no dijo nada de Soraya Sáenz de Santamaría, también en las quinielas para suceder a Rajoy y que se cuida mucho de dar cuentas sobre la presunta corrupción del PP.
Conocido el aval de Rajoy, el PP se lanzó a arropar a Cifuentes, aunque partiendo de la base de que ya nadie pone la mano en el fuego por nadie. La vicepresidenta no lo hizo públicamente, pero sí en una conversación informal en la Cámara Baja. Si bien, la relación entre la líder madrileña y Génova sufrió un nuevo revés cuando no rechazó tajantemente la posibilidad de que sea víctima de un ataque proveniente de su propia formación. "Es un error atacar a tu partido, como también lo es atacar a la Guardia Civil", zanjaron desde la cúpula nacional. Y del apoyo se pasó a desmentir dicha posibilidad. "En el PP todos somos muy amigos", declaró Fernando Martínez-Maillo, el actual coordinador general.
Ante este contexto, hay cargos en el PP que vuelven a percibir una especie de "fin de ciclo" en el que la corrupción va a golpear una y otra vez sin descanso. Ya lo pensaron anteriormente, tras las elecciones de diciembre, pero Rajoy se recompuso y resistió. Sea como fuere, prácticamente nadie en la formación descarta, sin cámaras delante, que hay quienes no pierden de vista su futuro político. Y se cita tanto a Santamaría, como también a Cospedal, su gran rival de puertas para adentro. "Qué listo está siendo Alberto Núñez Feijóo no acercándose a Madrid", ironizó esta misma semana un barón territorial.