Rita Barberá estaba deprimida, dolida, incapaz de entender por qué el partido al que tanto había dado no quería saber ahora nada de ella y la repudiaba. El jueves, en la solemne apertura de las Cortes, se reencontró con sus antiguos compañeros y comprobó cómo muchos la esquivaron para no salir en la foto. "Ha muerto de tristeza", según uno de sus allegados, muy crítico con Génova. "Es un día difícil", en palabras de un miembro de la dirección que la empujó, ante la sospechas de corrupción, a la puerta de salida.
Su caída política fue traumática. Barberá lo fue todo para el PP y acabó mandando mensajes de texto bastante duros a los nuevos vicesecretarios generales de la formación porque nadie la defendía. Pasó de ser "la alcaldesa de España", querida y temida por su enorme poder, a acudir completamente sola al Tribunal Supremo el pasado lunes. "Estaba muy baja de ánimos" y "tomaba medicamentos", reconocen quienes trataron con ella hasta el final. "Los peores, los nuestros".
Ante su cita judicial, Rajoy descolgó el teléfono y habló con ella en varias ocasiones. Le dio ánimos. "La conocí en la década de los 80 y en el año 91 negociamos la candidatura a la alcaldía de Valencia", explicó en los pasillos del Congreso tras recibir la noticia, visiblemente emocionado. Barberá fue su amiga y su aliada durante muchos años, su gran apoyo cuando en 2008 su liderazgo estaba en entredicho. "Eres la mejor", le gritó, eufórico, subido a un mitin. El acto central de sus campañas siempre era el de la ciudad del Turia, con la alcaldesa, con su plaza de toros abarrotada. "Podía con todo", rememoraron este miércoles en el partido.
Pero llegaron las noticias sobre presunta corrupción, y Rajoy se fue alejando, al menos públicamente. Desde que perdió la alcaldía en 2015, los reveses se multiplicaron. En enero de 2016, concejales y personal de su entera confianza eran imputados y ella se libró por estar en el Senado. En septiembre, el Supremo abría causa contra la exalcaldesa por blanqueo de capitales y el PP le pidió su carnet de militante. "Expreso mi deseo de NO DIMITIR del Senado", transmitió a través de un durísimo comunicado.
Durante ese trance, Rajoy optó por quedarse al margen. Primero, ordenó a Fernando Martínez-Maillo que se encargara, pero Barberá se negó a tomar ninguna decisión con él como interlocutor. Para desatascar la situación, pidió a María Dolores de Cospedal que se implicara para lograr que dejara el acta de militante. La número dos del PP, que en lo personal siempre se situó a su lado, logró convencerla. El presidente, entonces, no la llamó para evitar que ese gesto se filtrara a los medios.
Sin el cariño de su partido, el estado anímico de Barberá se fue deteriorando. Ni rastro había ya de comentarios elogiosos, como el que le dedicó Soraya Sáenz de Santamaría en 2012: "Cuando empecé en esto mi madre me decía: te tienes que parecer a Rita", le dijo en un desayuno informativo. Ahora, lo que veía era desplantes de vicesecretarios como Javier Maroto o Pablo Casado, cansados de dar la cara por ella. También de Isabel Bonig, la líder del PP valenciano, que marcó todas las distancias en aras de la regeneración. A ellos también les reprendió varias veces por escrito.
Así, llegó la declaración en el Supremo y el pleno en el Senado un día después. En los pasillos de la Cámara Alta se escuchó que Barberá, con sitio en el Grupo Mixto, "no se encontraba bien" y que su hermana María José se había trasladado a Madrid para estar con ella. Tenía planes para cenar con quienes aún le cogían el teléfono, como José Manuel García Margallo. Y, a primera hora de este miércoles, llegó la noticia. Un auténtico mazazo para muchos en el PP. Rajoy "no se lo podía creer".
Los miembros del Gobierno y el partido se trasladaban al Congreso, para asistir a la sesión de control, cuando se confirmó el fallecimiento. A algunos les costó reaccionar. Se vivieron momentos de gran emoción. "Tenemos que reflexionar, esto es terrible", en palabras de un alto cargo, entre sollozos. De inmediato, el PP olvidó que fue expulsada del partido y se buscaron los buenos recuerdos. "Estoy enormemente afectado", acertó a decir Rajoy. "Barberá siempre fue una mujer honrada, honesta y una gran española, y eso es lo que más le hubiera gustado oír de ella misma", añadió Cospedal.
No faltaron las fricciones internas por el trato dado a la otrora referente. El más claro, por escrito, fue José María Aznar. "Lamento que haya muerto habiendo sido excluida del partido al que dedicó su vida", sentenció. El expresidente, como otros muchos ahora, dieron por descontado que la causa contra ella iba a ser archivada. "Nos hemos dejado llevar por la presión mediática, tenemos que reflexionar, ella no estaba bien", se sumó a Aznar un histórico del partido, en conversación informal con este diario. El funeral de Barberá se celebrará este jueves sin instituciones ni partidos, aunque estará Rajoy.