No pedirá el voto por Mariano Rajoy ya que, entre otras muchas razones, rechaza buena parte de su política económica. A poco más de un mes de las nuevas elecciones, José María Aznar reapareció en la escena política para poner en duda uno de los principales motivos que esgrime el PP para meter su papeleta en la urna, y que no es otro que su recetario económico. Fue muy duro, de nuevo, tanto en el fondo como en las formas. "Vengo a decir lo que quiero decir", avisó a navegantes, y pasó a reclamar "disciplina" y más ajustes.
Aznar puso en entredicho a Rajoy en dos cuestiones que están generando un enorme quebradero de cabeza en la Moncloa. Por un lado, la deuda pública. Y, por otro, el control del déficit público. "Cualquier país -como España- cuya deuda supera el 100 por ciento de su PIB se adentra en una espiral de problemas de la que es extremadamente salir", afirmó sobre la primera de las cuestiones. "Relajar la corrección del déficit público es un error. Y aceptar la oposición entre rigor fiscal y crecimiento es un error grave, económico y político", sentenció sobre la segunda.
Sólo 24 horas antes, el presidente en funciones mantuvo una breve charla con periodistas en Palma de Mallorca para negar, con vehemencia, que la situación se le esté yendo de las manos y mostrarse indignado con las críticas recibidas. "Yo quiero cumplir con los objetivos de déficit y espero en 2017 estar fuera del procedimiento de déficit excesivo", esgrimió, para a renglón seguido hacer hincapié en que Bruselas no ha abierto -por ahora- ningún proceso de infracción a su Ejecutivo.
Rajoy arguyó que lo importante es la senda, y que España viró su tendencia en plena recesión económica. Y, a partir de ahí, sacó pecho de haber logrado flexibilizar el objetivo -fijado en 3,6 por ciento para 2016 y el 2,5 para 2017- y defendió que gracias a la recaudación espera evitar nuevos ajustes en el futuro, como piden las instituciones comunitarias. Sobre la deuda, su equipo remachó que es consecuencia "directa" de que el Gobierno ha pagado las facturas pendientes, y aún precisó que en 2015 bajó por primera vez "en muchos años".
Unas explicaciones que, a la luz de su diagnóstico, no parecen convencer a Aznar en absoluto. En un acto organizado en Madrid, poco después de que Cristóbal Montoro tomara la palabra y se fuera de inmediato para evitar la fotografía con él, el expresidente subió a la tribuna, e hizo una enmienda a la totalidad a la política económica de los suyos. "La presunta incompatibilidad entre disciplina y crecimiento es un debate ideológico, no económico, avivado por las posiciones de alguna izquierda europea", puso como base.
El proyecto de 1996
En síntesis, Aznar llamó a recuperar su proyecto económico, el que llevó a cabo entre 1996 y 2004, y que ve en las antípodas del proyecto de Rajoy. "El déficit público no crea empleos; todos los empleos soportados por el déficit y no por reformas se irán con el ciclo económico y el déficit se quedará", se quejó. Volvió a poner el dedo en la llaga: "Hay que hacer reformas profundas, y nadie puede sustituir la responsabilidad de los gobiernos nacionales".
A estas alturas, nadie se molesta a desmentir ya que la relación entre Aznar y su sucesor al frente del PP está rota. Tal y como avanzó este diario, el presidente de honor no participará en la campaña, y Rajoy no le echará de menos. La reciente filtración de una multa de Hacienda fue la puntilla, y sólo Pablo Casado salió en defensa del que, en otra época, fue su jefe. "Necesitamos encontrar el modo de hacer lo que debemos hacer. Y eso, según mi experiencia, se llama hacer política. Hacerla persuasivamente", se reafirmó este viernes Aznar, que ya advirtió hace unas semanas que no pensaba quedarse callado.
Para el Gobierno, "con amigos así no son necesarios enemigos", en palabras de un ministro próximo a Rajoy. Si bien, al término del Consejo de Ministros, Soraya Sáenz de Santamaría evitó el choque frontal: "Este Gobierno siempre ha estado a favor del cumplimiento del pacto fiscal", contestó, eludiendo en todo momento citar al expresidente. "El compromiso es que si el PP forma gobierno tras el 26J, en España trabajen 20 millones de personas a finales de legislatura", se reafirmó la vicepresidenta, que también justificó el nivel de deuda en el país.
En privado, en el PP y en el Gobierno, volvieron a escucharse las críticas contra Aznar, aunque partiendo de la base de que "cada vez está más amortizado". "Está siendo enormemente desleal. Allá él", se despachó un miembro de la ejecutiva del partido.
En su discurso, lo más que el expresidente reconoció a Rajoy es que "la economía está en un buen momento, el ciclo económico es favorable y está potenciando por fuertes vientos de cola". Si bien, miró al pasado, y dio a entender que las recetas no son las adecuadas, y que las cosas podrían ir aún mejor. "El control de las cuentas públicas, la disminución hasta cero de la prima de riesgo y el cumplimiento de los criterios de convergencia entre 1996 y 2004 coincidieron con el mejor momento de nuestro modelo de bienestar", sacó pecho. Y reiteró ante un auditorio sin cargos del PP pero lleno de economistas: "Es el momento de poner en marcha un proceso de consolidación fiscal expansiva como el que operó en España" durante sus gobiernos.