A tenor del regalo, la reunión parecía convenir más a Mariano Rajoy que a Carles Puigdemont. El presidente del Gobierno en funciones recibía al presidente de la Generalidad impuesto por la CUP, exalcalde de Gerona, 101 días en el cargo que antes tenía Artur Mas. Mariano Rajoy obsequió al nuevo jefe de la desconexión con España con la segunda parte de El Quijote, que tiene la peculiaridad de que incluye la visita de El Quijote a Barcelona. Presente neutro, como la historia del baloncesto español que Pablo Iglesias le entregó a Pedro Sánchez. Una cortesía que no podía ocultar el carácter menor de la "cumbre" entre un presidente autonómico fuera de la realidad y un presidente del Gobierno a expensas de las circunstancias.
La vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, había marcado los límites. "No nos pueden pedir lo que no podemos dar", declaró. Puigdemont, contra los elementos, llevaba el plan separatista bajo el brazo. Esa era la condición impuesta por ERC y Junqueras. La reunión tenía que expresar la distancia entre las pretensiones de la Generalidad y las fronteras del Estado.
Puigdemont decidió tomar el AVE para desplazarse a la capital. Acompañado por sus escoltas y asesores, el "embajador" de la Generalidad en Madrid, el exsocialista Ferran Mascarell, le recibía en el andén. La rueda de prensa de Puigdemont se celebró en la "embajada", el centro cultural Blanquerna, una sede administrativa que ofrece los servicios de librería catalana en Madrid y centro de exposiciones y conferencias a favor del proceso.
Dos horas y cuarto de reunión. Desde las cinco a las siete y quince de la tarde. Con Mas, los encuentros fueron fugaces, breves, de menos de media hora. Ahora hay mejor ambiente, pero las consecuencias prácticas son las mismas. Era el primer cara a cara en privado de Rajoy y Puigdemont. Llovía en Madrid y un asistente se acercó al coche del presidente de la Generalidad, abrió un paraguas y le acompañó hasta la entrada del complejo de Moncloa, donde Rajoy posó con él para la prensa. El registrador de la propiedad y el pastelero periodista se veían a solas.
Dos minutos antes de las ocho, se presentó ante los medios Puigdemont advirtiendo de que debía tomar el AVE de vuelta a Barcelona. Cuarenta y seis puntos, 46 supuestos incumplimientos del Estado. El presidente de la Generalidad comentó que ha planteado a Rajoy el doble de reivindicaciones de su antecesor, que "sólo" fue con 23 puntos a La Moncloa. En cuanto a la retórica, la misma. Puigdemont puso el acento en el proceso, aunque no renunció a que el Gobierno español continúe con el rescate financiero de la Generalidad y retire algunos recursos de inconstitucionalidad. De ahí que propusiera a Rajoy un encuentro entre vicepresidentes, esto es Soraya Sáenz de Santamaría y Oriol Junqueras. Puigdemont afirmó que le dejó por escrito la idea a Rajoy.
El otro punto imprescindible de Puigdemont alude a las querellas contra Mas y a los recursos en el Tribunal Constitucional contra leyes y proclamas regionales, lo que también presentó ante Rajoy como un agravio. El presidente de la Generalidad hasta tuvo tiempo de referirse a los refugiados procedentes de Siria, Irak y Afganistán y exigir al Gobierno una respuesta coordinada con las autonomías para responder a un "compromiso ético".
El resultado, la "satisfacción" de Puigdemont de que un presidente del Gobierno de España haya escuchado con atención las razones del proceso separatista. "Tono cordial y amable, normalidad institucional, pero caracterizado por una profunda discrepancia de fondo", resumió en español el "president". Puigdemont estaba dispuesto incluso a aceptar la propuesta de una mejora de la financiación y un referéndum, pero constató que Rajoy no estaba por la labor. Puigdemont también pidió más recursos para su administración y la construcción de estructuras de Estado con resultado negativo.
Lo positivo para Puigdemont, que Sáenz de Santamaría se reunirá con Junqueras, aunque la fecha aún no está cerrada. Y lo mejor, que ha sido Rajoy en persona quien ha replicado a Puigdemont. El presidente del Gobierno en funciones se aferró al asunto de los refugiados para responder al "president". La conclusión de Puigdemont se producía en paralelo al comienzo de la rueda de prensa de Rajoy. "La reunión no ha ido bien", reconocía Puigdemont. Se refería al "proceso". En todo lo demás "se puede hablar".
En primera línea del escenario de la "embajada" en Madrid, Joan Tardà, de ERC, y Francesc Homs, el portavoz convergente en el Congreso siguieron atentamente la rueda de prensa de Puigdemont.
La versión de Rajoy
Por su parte, Rajoy le dijo cara a cara a Puigdemont que "no", pero reconoció que el ambiente no fue tan malo como con Artur Mas y se mostró favorable a negociar sobre aquellas cuestiones que no supongan liquidar la soberanía nacional, como la financiación autonómica. "Me ha hablado de la consulta y yo le he dicho que no estoy de acuerdo. Él ha mantenido su posición y yo he mantenido la mía", resumió el presidente, según informa Pablo Montesinos.
En caso de ilegalidad, Rajoy prometió mano dura, aunque no habló en ningún momento de suspender la autonomía. "Sin ley no hay democracia", repitió en varias ocasiones. A partir de ahí, no dio por rotos los puentes y recordó que él también es presidente de todos los que viven en Cataluña. "Cataluña es España y la inmensa mayoría de españoles lo sentimos como tal", afirmó. Y, en este sentido, avisó de que no permitirá que se celebre un referéndum en la comunidad.
En lo sustancial, nada cambió en el discurso de Rajoy, que compareció pese a que, normalmente, no atiene a los medios al término de un encuentro con un líder regional. "Los gobernantes tienen un plus de responsabilidad" y "en España las leyes se cumplen", se reafirmó una vez más, reiterando que no espera llegar a otro tipo de medidas. "No hemos llegado a ese estadio", zanjó cuando lo preguntaron sobre su hoja de ruta si el pulso se mantiene.