La reunión entre Mariano Rajoy y Pedro Sánchez no duró ni veinte minutos. Absoluta frialdad, como ya presagiaron sus gabinetes, muy enfrentados por las negociaciones del despacho. El presidente en funciones y el candidato a la investidura se dieron dos apretones de mano en privado, pero con cámaras y fotógrafos delante esa imagen no se produjo. Sánchez hizo el amago pero instantes después reculó al encontrarse con la mirada de Rajoy.
El relato de los acontecimientos fue el siguiente. Poco antes de las cinco de la tarde, hora oficial del encuentro, una cuarentena de cámaras de televisión esperaban a las puertas de los tres ascensores que conducen a la cuarta planta, el espacio "neutral" que tras muchas discrepancias albergó el encuentro entre Rajoy y Sánchez. A las puertas de la antesala del comedor de la presidencia del Congreso, territorio de Patxi López en el edificio de Ampliación I del Congreso, se prohibió la presencia de periodistas y redactores para contemplar el 'paseíllo' de ambos hasta el interior de la sala, que sólo pudieron captar las televisiones.
En todo momento se palpó la tensión. Especialmente en los equipos de los líderes, que denunciaron "el circo" en torno a una cita que despertó una enorme expectación mediática en el Congreso. También destilaron mucho malestar el uno hacia el otro. La última discrepancia surgió por el protocolo. "¿Quién sale primero?", era la pregunta que recibían los equipos de prensa de Moncloa y Ferraz del centenar de periodistas del Congreso. Durante horas, no se pusieron de acuerdo aunque, al final, el equipo de Rajoy cedió porque "no estamos para tonterías". El presidente fue el primero en comparecer ante los periodistas.
Otro síntoma del enfado entre la Moncloa y Ferraz: el 'juntos pero no revueltos' al término de la reunión, el momento de las comparecencias en rueda de prensa. Se celebraron en dos saladas diferentes. Rajoy, en el escritorio junto al Hemiciclo; Sánchez, en la misma sala de prensa que han usado todos los líderes políticos en estas reuniones. Y los reproches siguieron escuchándose hasta el final. "Este no se ha enterado aún que no es él el candidato", se quejaron del lado socialista. "Esto es un espectáculo", lamentaron por parte del PP.
A las cinco y veinte, se cerraron las puertas, con los mandatarios dentro de la sala. Rajoy y Sánchez llegaron cada uno por su lado, con su respectiva corte de asesores y políticos. La cobra del presidente ocuparía pocos minutos después las portadas de todos los medios de comunicación. A las cinco y treinta y siete minutos, el PSOE avisó de que el despacho había concluido. Se acabó. Pasadas las seis, Rajoy daba su versión de los hechos. Una vez terminó de contestar la última pregunta, Sánchez hacía lo propio.
Sólo coincidieron en consensuar los asuntos de Estado, entre ellos la postura de España en el Consejo Europeo de la próxima semana. Sobre los pactos, apenas hablaron según confesaron ellos mismos, cada uno en una sala. Rajoy insistió en que quiere presidir una gran coalición con PSOE y Ciudadanos y rechazó, de nuevo, apoyar un gobierno liderado por el PSOE. Sánchez, por su parte, insistió en que estaba abierto a hablar "con todos" pero descartó, tajante, el plan de Rajoy. Él es el "mandatado por el Rey", reiteró en varias ocasiones, para tratar de formar gobierno.
El resultado del breve encuentro deja abiertas sólo dos opciones: un frente popular con Sánchez al frente si éste accede a las exigencias de Podemos y si su propio partido lo acepta, o nuevas elecciones, un escenario cada vez más probable.