Fuera de Gerona, ciudad de la que es alcalde, Carles Puigdemont es un perfecto desconocido, un tipo que se peina como Anna Gabriel (que este sábado estaba en un homenaje a los presos de ETA en el País Vasco) y que, además del consistorio de su ciudad, preside la Asamblea de Municipios Independentistas (AMI), uno de los arietes del proceso separatista.
A la CUP le gusta Puigdemont porque representa la unidad municipalista de CDC, ERC y la CUP, porque no es dudoso de falta de ardor independentista y porque ha protagonizado casos tan esperpénticos como de declarar "persona non grata" a la delegada del Gobierno en Cataluña, Llanos de Luna, y afirmar que "los invasores serán expulsados de Cataluña" en febrero de 2013.
Además, Puigdemont, de 53 años y natural de Amer (Gerona) es periodista, con estudios, no terminados, de filología catalana, exredactor jefe de El Punt, ahora El Punt Avui, y fundador y director de la Agencia Catalana de Notícies, una especie de agencia informativa oficial de la Generalidad que se creó durante la época de los tripartitos, así como del medio Catalonia Today. Puigdemont es alcalde de Gerona desde 2011 y puso fin a una hegemonía socialista de 32 años en la ciudad.
A la vez que militante de CDC, Puigdemont ha sido activista de cuanta organización separatista haya existido desde la Crida a la Solidaritat, tanto en contra del idioma español, a favor de la organización Terra Lliure o al servicio de la ANC.
¿Hombre de paja?
Se interpreta que es el "testaferro" de Artur Mas, un títere del casi expresidente de la Generalidad, un hombre de paja del delfín de Pujol. Lo cierto es que su nombre ha aflorado en las últimas horas tras descartarse la vicepresidenta regional Neus Munté por "motivos personales". También se sabe que aspiraba a la sucesión de Mas en Convergencia.
La "solución" de emergencia de CDC ha sido del agrado de la CUP. Su visceralidad cuadra con sus pretensiones. Sin embargo, la sombra de Mas es muy alargada y ya ha dejado claro que él no se retira de la política. Es decir, que aspira a refundar su maltrecho partido, lanza a Puigdemont a los leones y espera agazapado a su próxima oportunidad. Eso fue lo que más claro quedó de la rueda de prensa de Mas para capitular y ceder a las presiones y traiciones de los suyos y ERC así como para ceder ante la CUP no sin antes haber exigido las cabezas de los cuperos contrarios a su investidura. Un tamayazo que ha salido bien a medias y mal, de momento, para Mas.