"El problema es Mariano". Ése fue el diagnóstico en privado de varios barones y altos cargos del partido tras la debacle de mayo, cuando el PP perdió gran parte de su poder local y autonómico. Cundió el pánico pero el presidente se impuso, acometió algunos cambios en Génova y se presentó ante los españoles como alguien más campechano. Mientras, en su entorno aseguraron que podían conseguirlo: empezaron vendiendo los 150 escaños, después los 140 y acabaron situando la línea roja en los 130. Este domingo, otra vez en privado, algunos dirigentes volvieron a señalarle: "Parte del problema siempre ha sido Mariano".
El partido de la histórica mayoría absoluta de 2011 se enfrenta ahora una victoria insuficiente y a un Congreso de los Diputados imposible. Un escenario "diabólico", como auguró un actor clave del marianismo, que poco antes de que abrieran las urnas ya se ponía la tirita y veía difícil alcanzar el resultado del CIS, que le daba como máximo 128 representantes. Al final, no hubo efecto Cameron, no hubo voto oculto, y el PP entró en la más completa desolación a pesar de que en el argumentario se podía leer "hemos ganado las elecciones".
"El PP sigue siendo la fuerza preferida de los españoles y con bastante distancia sobre el segundo", fue la primera valoración de la formación, en boca de Pablo Casado. Los nuevos portavoces insistieron en defender esa tesis en televisiones y radios. "Estamos dando la cara", enfatizaron. Si bien, desde el principio, el ambiente en ningún caso fue de victoria, ni tan siquiera de expectación ante un posible vuelco. Cuando abrieron las puertas de Génova13 ya sabían que no iba a ser fácil. "Todo está muy justito", respondió un alto cargo, con trackings en la mano, pasada la hora de misa.
Rajoy llegó a las ocho y cinco de la tarde a la sede nacional con Elvira Fernández, su gran apoyo. Entró serio. Cree que ha hecho una buena campaña, se lo ha pasado bien, pero no ha sido suficiente. Los suyos le hicieron creer que estaba subiendo, pero se quedó en los 123. Se encerró en su despacho, mientras altos cargos y ministros revoloteaban por la zona noble. Fernando Martínez Maíllo forzaba la sonrisa. "Ambiente muy malo", respondió lacónico un asistente.
Comité Ejecutivo este lunes
Fue una noche lúgubre en la sede nacional. "Está complicado", era el comentario más extendido. También el de los líderes territoriales, muchos de ellos noveles, y que el lunes han sido convocados al Comité Ejecutivo a las cinco de la tarde. "El momento de la reflexión será entonces y de ver qué plantea Rajoy", afirmó un integrante del órgano interno. En conversación informal, varios de ellos auguraron un pacto de todos contra el PP. "PSOE, Podemos, ERC e IU intentarán un acuerdo", en palabras de Xavier García Albiol. Según un cargo próximo a Rajoy, en la Unión Europea ya han sonado las alarmas, y auguró que intentarán presionar a Pedro Sánchez.
La otra lectura que rápidamente sacaron en el PP es que Ciudadanos tenía parte de la culpa en el puzzle imposible. "Se han dado una torta impresionante cuando ya se veían en la Moncloa", fueron repitiendo los pocos dirigentes que se acercaron a los periodistas congregados. "No podemos sumar porque ellos se han desplomado, muchos de sus votos se han ido a Podemos", enfatizaron sobre el partido naranja y sus 40 escaños.
Rajoy salió al balcón y botó
Hasta las doce de la noche no dio la cara el candidato. Se enfrenta a su peor pesadilla, la de la España ingobernable que puede poner en riesgo la estabilidad, pero quiso dejar claro que pretender resistir. Una vez más. "No va a ser fácil pero en las dificultades se ve a los políticos de verdad. Será necesario hablar mucho, dialogar mucho, y yo lo voy a intentar. No tengo más norte que los intereses de España", enfatizó desde el balcón, junto a su mujer y el núcleo duro del PP, Soraya Sáenz de Santamaría incluida.
Al final, el PP logró reunir a varios centenares de simpatizantes para vitorear al ganador. Pero, en algunos momentos, se temió que Rajoy se topara con una instantánea desoladora. Ante ellos, el candidato lanzó un mensaje a la opinión pública: "Voy a intentar formar gobierno y creo que España necesita un gobierno estable", afirmó.
El todavía presidente no descartó ningún escenario, tampoco una hipotética gran coalición. "Buscaré un gobierno estable", dijo una segunda vez, no sin reivindicar su derecho a intentarlo. "Lo he repetido hasta la saciedad: quien gana las elecciones debe intentar formar gobierno", enfatizó. A su alrededor, toda la cúpula nacional sonreía. Incluso botó ante la ovación de los suyos. En los pasillos, la sensación era otra: "Tenemos que hacer autocrítica". Y se escuchó más de una vez: "Con este panorama, tenemos elecciones otra vez a la vuelta de la esquina".