Mariano Rajoy desinfló de forma casi definitiva las expectativas sobre una remodelación de alcance de su gabinete. No va a haber "lo que se entiende por una crisis" de Gobierno, zanjó en rueda de prensa. "Cuando haya algo, si lo hay, lo sabrán", insistió, visiblemente molesto. A su alrededor había seis ministros. "Nosotros tampoco sabemos nada", resumió uno de ellos. A Alberto Núñez Feijóo, también presente, le situó a medio plazo en Galicia.
Fue su particular portazo a semanas de especulaciones, toda vez -dos días después del 24M- tuvo que rectificar ante la presión interna y mediática y anunció ajustes en el Ejecutivo y el partido que le sustenta. Los cambios "no serán de chapa y pintura", llegó augurar el portavoz de la Moncloa José Luis Ayllón, aunque después matizó que era su opinión "que no información". Ministros y altos cargos del PP alimentaron los rumores.
En ese contexto, los cambios en Génova llegaron el pasado jueves. Este miércoles, Rajoy presidirá el Comité de Dirección a fin de volver a controlar el PP. Se ayuda de Jorge Moragas, convertido en jefe de campaña en detrimento de María Dolores de Cospedal. Y, mientras, los nuevos vicesecretarios generales recorren tertulias de radio y televisión para intentar vender el mensaje de la recuperación económica.
Ya entonces, el entorno del presidente habló de ajustes nimios en la Moncloa. Casi imperceptibles. Pero Rajoy había permanecido en silencio hasta este lunes. "No vamos a cambiar las políticas", prometió en presencia de Pedro Passos Coelho, el primer ministro portugués con el que protagonizó en Bayona (Pontevedra) una cumbre bilateral.
Según el presidente, no habrá crisis como tal. Esto es, el núcleo duro del Ejecutivo no se tocará ya que las políticas están funcionando. Los periodistas le llegaron a pedir "ayuda" para explicar entonces en qué consistirá el ajuste, si es que se produce. "No voy a decir más de lo que he dicho porque no tiene sentido", cortó.
Escuchándole los ministros de Exteriores, Defensa, Interior, Industria, Fomento y Empleo y Seguridad Social. A alguno del denominado G-8 –alejado de Soraya Sáenz de Santamaría-, se le escapó una sonrisa aunque Rajoy no parecía muy contento al tener que responder por la cuestión que ha centrado la actualidad en los últimos días. "De verdad, no tenemos ni idea", esquivaron los supuestos protagonistas.
Fuentes del Gobierno expusieron, en todo caso, que de las palabras de Rajoy no se puede desprender que no haya movimientos. Un ejemplo: José Ignacio Wert podría dejar la cartera de Educación y la Moncloa no lo vería como una crisis del Ejecutivo. Lo que sí rechaza Rajoy es un ajuste importante. La prioridad ahora, a sus ojos, es el partido y que éste esté bien coordinado con el Gobierno, cosa que antes no ocurría.
Duro ataque a Sánchez
Hecha (o no) la aclaración sobre los ajustes, Rajoy se empleó a fondo en criticar a Pedro Sánchez, proclamado candidato del PSOE a la Moncloa con una gran bandera de España a su espalda. "Una cosa es la bandera y otra ir con extremistas", ofreció con resumen, tras afearle con dureza su política de pactos. "Gracias al señor Sánchez, que no ha querido respetar la voluntad de la gente, ayuntamientos como los de Madrid, Valencia, Zaragoza, Cádiz, Coruña y otros muchos, están gobernados por las candidaturas de Podemos cuando quien ganó las elecciones fue el PP", denunció.
El presidente se agarra a los hechos para dejar claro que no se cree la bandera del líder de la oposición. Ha apoyado a "populistas, extremistas y radicales", se reafirmó, para quejarse de que le acerca a los postulados de Podemos y, en consecuencia, le aleja del centrismo. Una deriva, según sus propias palabras, "hacia el extremismo y posiciones impropias de hacia dónde va el mundo".
Ahora, la gran coalición se ve más lejos que nunca, por no decir imposible. Rajoy salió muy defraudado de su reciente encuentro con Sánchez en la Moncloa. "Prefiere a Podemos antes que al PP. Y eso es así saque o no saque la bandera", se sentenció desde el Ejecutivo.