Una semana después del abrupto estallido del caso Rato, la Moncloa se muestra incapaz de reconducir la situación en víspera de un nuevo fin de semana de precampaña, en el que Mariano Rajoy volverá a ser protagonista, esta vez en Salamanca. Las dudas internas sobre la filtración y la gestión del asunto se multiplican y, en el Ejecutivo, acusan el degaste. "Si alguien creyó que vendiendo la idea de que el Gobierno era implacable nos íbamos a salvar es que no tiene ni idea de política", se exasperaba un candidato popular.
La frustración en el PP va a más porque, argumentan, la Moncloa se ha mostrado incapaz de "controlar" lo que era una bomba de relojería. "No me puedo creer que no se haya podido gestionar de otra manera", decía un barón autonómico ya la semana pasada. "Eso no pasa así si el presidente no quiere", coincidían varios cargos consultados, que apuntaron directamente a Rajoy y a su entorno por el escarnio público al que se sometió al exvicepresidente en época de Aznar, cuyo entorno coincidía con la tesis.
Ante esta sensación que iba a más en las estructuras del PP, el presidente protagonizaba una calculada comparecencia el sábado pasado en una pedanía de Murcia, previa a subirse la caravana electoral, para hablar de un procedimiento "normal" y distanciarse de Rato, pese a reconocer que el escándalo afectaba a las siglas. Fueron apenas dos minutos y no aceptó preguntas de los periodistas. Ya entonces, los estrategas de Génova hablaban de que la precampaña había quedado "rota" y los propios candidatos deslizaban que "todo lo conseguido se había perdido". "En la calle el ambiente no es malo, la gente responde, pero luego se van a sus casas y ponen las noticias...".
Rajoy intentó desde el principio distanciarse de la operación y defender la independencia de los organismos implicados. Esto es, la Agencia Tributaria y la Fiscalía. "Ha sido una actuación independiente en la que el Gobierno no tiene nada que ver", dijo en un almuerzo con el influyente foro Puente Aéreo celebrado el martes en la Moncloa. Aún más, recalcó, según recogió El País: "Me enteré de lo de Rato por la prensa".
La afirmación escoció como pocas en las estructuras del PP. "Si se enteró y lo gestionó tan mal como ha quedado demostrado, mal. Pero si encima no se enteró como ha dicho, peor todavía. Estamos viviendo una situación inédita para un partido en el Gobierno", en palabras de un veterano de la formación. En paralelo, ministros y altos cargos deslizaban que es "prácticamente imposible" que algo así fuera "ocultado" al jefe del Ejecutivo.
La confirmación de este extremo llegaba por boca de Luis de Guindos, señalado en privado como uno de los posibles filtradores. "Evidentemente, el presidente del Gobierno estuvo informado cuando, efectivamente, tuvo que estar informado", destacó en Onda Cero. Y echó mano del argumentario: "Las instituciones han funcionado. En una democracia avanzada lo que ocurre habitualmente es que el poder político no interfiere. Las instituciones, se la Agencia Tributaria o el FROB, actúan (...) El tema no es cuándo se entera el ministro de Economía".
El titular de Economía, que puso en el foco de la sospecha a la Fiscalía, echó un capote públicamente a Cristóbal Montoro, con quien ha tenido constantes rifirrafes en el Consejo de Ministros. "Apoyo al ministro", afirmó, al tiempo que reiteró que "cuando saltan estos temas nunca es el momento adecuado" ya que "saltan cuando tienen que saltar". E insistió en la independencia que, prometió, ampara el Ejecutivo.
El miércoles, el ministro de Hacienda, en conversación informal, dijo no entender "cómo no beneficia al Gobierno destapar un caso de esta magnitud" y reconoció que estaba tocado. El entorno de Montoro, que siempre ha sido considerado un ministro "muy del PP", no entiende por qué algunos cargos del partido le han dado de lado. Y desde Hacienda mostraron su enfado tras escuchar Soraya Sáenz de Santamaría hablando de "amnistía fiscal".