Prueba superada. Y la cosa tenía su riesgo. Hasta el último momento, no se confirmó el primer paseo de Mariano Rajoy de la legislatura. Tras pasar el trance de dar la cara por el caso de Rodrigo Rato, el presidente se ponía el mono de campaña: mitin en Murcia, comida con empresarios en Elche y recorrido por el centro de Benidorm, que gobierna el PSOE. Cerca de tres cuartos de hora por toda la almendra central del municipio, y pasó prácticamente de todo.
Había nervios porque era la primera vez en años, desde la campaña de las generales. La comitiva presidencial llegó a calle principal del municipio a eso de las seis y cuarto de la tarde. La acogida fue buena. Aplausos para Rajoy, convertido en el gran protagonista, y una tuna femenina como recibimiento. "¡Presidente, presidente!", le jalearon decenas de personas.
Costó arrancar, pero empezó a andar la comitiva. Rajoy estaba acompañado de Alberto Fabra y Carlos Floriano, que optó por un segundo plano. A su alrededor, agentes de seguridad uniformados y de paisano. La mayoría apuntaba con sus teléfonos móviles al presidente, pero se escucharon los primeros abucheos. "Vete con Rato", le espetó uno, que fue silenciado. "Aumenta las pensiones, que no nos llega", coreó un grupo de mayores.
El presidente entró en bares y tiendas, y llegó a una plaza en la que unas cuatro personas se quejaban de que la Policía no les dejaba pasar. "Esto no es democracia, dictadura", se quejaron. "No te mereces este país", le gritó un joven a escasos metros. Rajoy, como sus asesores, escuchó perfectamente las quejas. "Préstame tu tarjeta que la mía no tiene saldo". Pero, en la práctica totalidad del recorrido, fueron más los elogios.
"Voy a rezar por usted", le dijo una señora. "Eso es muy importante, hágalo con intensidad", le rogó Rajoy, que llegó a entrar en la Iglesia del pueblo aclamado por los feligreses. "Más trabajo, menos corrupción", le recriminó un ciudadano cuando se aproximaba al mirador; llevaba ya una media hora paseando. Gritó durante varios minutos, hasta que un agente le pidió que se apartara. Otra pareja le dijo que se iba a quedar sin casa, que no tenía trabajo. Le insultaron. "No seáis faltones", se quejó una incondicional del PP.
Rajoy vio algunas mesas vacías, pero también turistas extranjeros y nacionales gastando. "Mira, ése es el presidente de España", avisó un padre a su hijo de corta edad. "Yo soy de Ferrol", le comentó una viandante. "Pues el marido de mi hermana es de allí", le contestó Rajoy. Los "ánimos" se repitieron una y otra vez. Y él replicaba: "Gracias, de verdad". "La mayoría silenciosa", destacaron los cargos populares.
Hubo de todo. Aplausos, abucheos, insultos e, incluso, algún empujón. Pero el equipo de Rajoy consideró que la cosa había salido bien, pese al ya habitual "chorizo", y que repetirá de aquí a la cita con las urnas hasta hacerlo algo normal. "Escribid de esto", instó el presidente, que se subía al coche a eso de las siete. Es el nuevo formato de campaña: más calle para tratar de recuperar el cariño de la gente.