No hay margen de maniobra. La nueva hoja de ruta de Artur Mas es "mala" para España tanto en la forma como en el fondo y, en consecuencia, Mariano Rajoy la rechazó sin ambigüedades. Tras avisar de que las anunciadas -que no convocadas- elecciones en Cataluña serán "autonómicas" y no plebiscitarias, quiso zanjar por enésima vez que no consentirá "la ruptura" de la soberanía nacional.
Así, en víspera de procesos electorales en todo el país, el presidente escenificó firmeza y dejó bien claro que la intentona de los secesionistas -para que la "independencia" se consume en febrero de 2017- contará con la oposición del Gobierno de la nación. Por dos razones muy claras, según explicó en rueda de prensa Rajoy tras reunirse con Donald Tusk, presidente del Consejo europeo.
La primera, sobre el fondo de la cuestión, porque va "en contra" de la Historia de España, rompiendo "todos los lazos y obligando a muchos catalanes a dejar de ser también españoles y europeos". Y, en segundo término -en cuanto a la forma-, ya que los planes de Mas supondrían "saltarse la legislación vigente", que queda recogida en la Constitución que ampara a todos los compatriotas.
"En España, la ley está por encima de cualquier otra consideración", avisó el jefe del Ejecutivo, que la semana pasada -con motivo de la tragedia aérea de los Alpes- estuvo largo rato despachando con Mas camino al lugar de los acontecimientos. Un suceso que ha obligado a Moncloa y a Generalidad a trabajar codo con codo, pero que en ningún caso ha servido para acercar posturas respecto al órdago secesionista.
De hecho, fuentes gubernamentales recalcan que en lo que resta de legislatura no habrá movimientos de ningún tipo, y que hace meses que quedó aparcada la posibilidad de reformar la Carta Magna. Esto es, tras los comicios generales, se abrirán nuevos escenarios. En todo caso, Rajoy no quiso cerrar la puerta del todo y abogó, una vez más, por trabajar a favor de "la colaboración y la concordia".