Mariano Rajoy se revolvió en su asiento mientras escuchaba al líder de la oposición. Hizo gestos, se irritó con el tono y el fondo… y estalló. "No vuelva usted aquí a hacer y a decir nada, ha sido patético", le despidió mientras las bancadas ardían. A juicio del presidente, Pedro Sánchez no estuvo a la altura de las circunstancias, con el bipartidismo tocado de muerte, y se lo recriminó con vehemencia. Fin del matrimonio político. "Se ha equivocado de discurso. Se lo podría haber construido yo, más moderado, equilibrado y sensato", le espetó.
Si el jefe del Ejecutivo había pensado no hacer sangre, como desvelaron sus asesores en la víspera, cambió de idea al escucharle. En opinión del Gobierno, Rajoy articuló una intervención solemne, presentó medidas y defendió el sistema mientras que a Sánchez se le vio más preocupado por el ascenso de Podemos y los movimientos internos del PSOE. El presidente fue a la yugular. "Usted piensa más en el señor Iglesias que en los problemas de España", dijo en un primer compás. Después, añadió: "No sé si le preocupa más Iglesias o Susana Díaz".
En los pasillos, ministros y altos cargos del PP se lanzaron a criticar la "demagogia" de Sánchez. "Ni una sola medida, nada sobre su hoja de ruta, todo escrito", repetían. En voz de estos, Rajoy tenía derecho a defenderse cuando le acusó de "no tener vergüenza". "¿Cómo me habla de corrupción?", se quejó, mientras diputados populares señalaban a Manuel Chaves, imputado y sentado a escaños de Sánchez. Nada explicó, eso sí, sobre Luis Bárcenas, otrora hombre de confianza.
"No ha estado a la altura", resumió Rajoy sobre el líder de la oposición. "Me preocupa a dónde ha llevado al PSOE", siguió golpeándole dialécticamente; "desde luego, lo que no le preocupan son los intereses de los españoles" ni "el lugar que ha llevado al PSOE según los últimos sondeos". Y aún preguntó a Sánchez con sorna: "¿Tiene usted alguna propuesta?".
El discurso de Rajoy
Con tan dura réplica, la intervención inicial del presidente pareció quedar en segundo plano. "Ni los esfuerzos han sido inútiles, ni los resultados se hubieran podido obtener de otro camino", proclamó Rajoy por la mañana. El mayor logro de su legislatura: no someter a España al rescate. La promesa de futuro: crear tres millones de empleo neto. Y un riesgo: "No podemos olvidar que nada de lo que hemos conseguido es irreversible. Todo está recién construido y se puede deshacer como un azucarillo en el agua".
El ambiente en la Cámara era electoral, pero también de fin de ciclo. "Es curioso, en este debate faltan dos de sus principales protagonistas", reconocía un histórico del PP. Se refería a Albert Rivera, el nuevo rival a batir, y Pablo Iglesias, el gran enemigo del sistema. Precisamente, Rajoy avisó de que la fase expansiva de la economía tiene enemigos. "Está expuesta a cambios en la situación internacional, dificultades coyunturales y a ventoleras ideológicas de las que hemos conocido algunos ejemplos", según sus propias palabras. Ciudadanos y Podemos estuvieron presentes en todo el debate, aunque no fueran mencionados. "Todo lo que hemos ganado en tres años se puede perder en unos pocos meses", llegó a advertir el presidente.
El gran logro, evitar el rescate
¿Cuál es el balance? A él se dedicó Rajoy la mayor parte de su intervención. Partió de una premisa: el país podría sufrir hoy las penurias de Grecia o Portugal, pero esquivó el rescate y "el estado que debatimos hoy es el de un país que ha salido de la pesadilla". "La gran decisión, la gran medida de política social de la legislatura, fue evitar el rescate", resumió, recibiendo la ovación de los suyos. "Otros tuvieron que tomar medidas drásticas, nosotros pusimos líneas rojas", recalcó.
Para Rajoy, sin su temple y su aguante frente a la enorme presión internacional y mediática, hoy España sería otra. Mucho más oscura. El rescate "es implacable, una ayuda muy exigente que no deja opción a adaptarse a la austeridad ni al margen para ayudar a los más débiles", destacó. "Quienes glosaban sus ventajas no dedicaban ni una palabra a valorar sus contrapartidas sociales. Nosotros sí lo hicimos, por eso fuimos prudentes en nuestras declaraciones y sólidos en nuestra determinación", se reafirmó.
Sólo por tomar esa decisión, el presidente entiende que el balance es positivo. Habría "naufragado" el estado de bienestar -los pensionistas serían los peor parados- y España hoy se asimilaría a Grecia, según dio a entender en la sede de la soberanía nacional. En paralelo, el Ejecutivo tomó decisiones y dio "la vuelta" al "gélido y desolador" escenario. Tanto, que "éramos candidatos claros de salir del euro". Y sacó pecho: "Los resultados demuestran que esta nación, cuando se le dirige con responsabilidad, sabe responder".
La prioridad, el empleo
Frente a quienes le acusan de incumplir de forma sistemática el programa electoral del PP, Rajoy respondió que el principal encargo es ya una realidad: la creación de empleo. Aunque "queda mucho por hacer", reiteró que entre 2014 y 2015 un millón de personas conseguirá un puesto de trabajo. Y se marcó un objetivo, como si estuviera en un mitin, en forma de promesa estrella: España "necesita alcanzar una cifra de empleo parecida a la que teníamos antes de la crisis, es decir, contar con unos 20 millones de puestos de trabajo". En otras palabras, tres millones de empleos netos. ¿El final de la obra? "No, es el final de otro acto. Es la estabilidad, el desahogo, el sentirse tranquilos, sin sobresaltos, sin temor a vaivenes ni a retrocesos", se respondió Rajoy.
La economía, de nuevo, como eje de su política para tratar de recuperar la confianza mayoritaria de los españoles, en especial de las clases medias. Las medidas anunciadas, algunas importantes, van destinadas a este objetivo. Por ejemplo, se pondrá en marcha una tarifa reducida para los nuevos contratos indefinidos. También se ayudarán a las familias formadas por un progenitor y dos hijos o habrá más ventajas para los autónomos. Y la economía crecerá más en 2015: un 2,4%, cuatro décimas más de lo previsto.
"La legislatura no está agotada. Y nuestra agenda reformista tampoco", afirmó el jefe del Ejecutivo, que quiere dar la impresión de que trabaja hasta el último día. Pero con seriedad. "Decir que la mejoría actual ha venido sola, además de falso, es la mejor manera de preparar la tierra para que la siembren con éxito los demagogos. La mejor manera", recalcó.
La amenaza: el populismo
Rajoy apenas habló unos minutos de la corrupción y de Cataluña, y dejó el final de su discurso inicial para alertar sobre un cambio del sistema. Esto es, para meter miedo sobre Podemos, y también Ciudadanos. "Es muy peligroso pensar que cabe una política social que no esté amparada por una sólida política económica, que el estado de bienestar se puede levantar sobre hipotecas o, peor aún, que se puede salir adelante con dinero ajeno", argumentó.
"Hechos", exclamó Rajoy defiendo su hoja de ruta. "No hemos necesitado una década. Hablo de tres años. Eso es lo que ha tardado España en levantarse", sentenció. "Me atengo a lo que dicen los que no tiene que hacer campaña electoral", recalcó, enfatizando que no se trata de valoraciones. Si los españoles le vuelven a dar su confianza, el presidente auguró una nueva época de bonanza: "Ha llegado la hora de acelerar la marcha, completar la recuperación, extenderla a todos los hogares españoles, y construir las nuevas oportunidades que precisan nuestros jóvenes. Eso está al alcance de nuestra capacidad y no depende sino de nosotros mismos", se despidió antes de escuchar a la Oposición, y que todo saltara por los aires por el rifirrafe con el líder socialista.