La política catalana ha entrado en una fase de descontrol total e improvisación absoluta. El "concepto" de la semana es la "unidad técnica", un apaño para restaurar el frente separatista. Las Candidaturas de Unidad Popular (CUP), con tres diputados, son el sostén del día de Artur Mas, el aliado antisistema de última hora, el recambio de ERC, de un pedigrí independentista incuestionable y definitivo.
El presidente de la Generalidad controla la calle, las casas okupas, las asambleas radicales y el nervio de primera línea de la Assemblea Nacional Catalana a través de David Fernàndez y Quim Arrufat, que le dan su apoyo a cambio de que el 9-N sea el comienzo de la campaña de las elecciones por la independencia.
Las CUP se han ofrecido a verificar el 9-N, a organizar los piquetes informativos, la agitación propagandística, el comité de control, seguimiento y validación de la "consulta alternativa" o "consulta participativa", según la retórica oficial. Es el pacto de Mas, el sector negocios, los empresarios por el derecho a decidir, el Ensanche de Barcelona, con los independentistas más radicales, a quienes se identifica con el fenómeno "Podemos" en versión autóctona.
Su origen y fundamentos, sin embargo, son otros. Las CUP son okupas, antisistema, asamblearias y, además, el referente proetarra en Cataluña, la delegación de la Batasuna de Otegi en Cataluña. David Fernàndez, el diputado de la sandalia en ristre y el rostro más conocido de las dichas CUP, ejercía de chófer de Otegi e introductor de embajadores de cuanto visitante proetarra se dejaba caer por Cataluña. Era el contacto, el "delegado en Barcelona", "el catalán", que es como se le conoce en los círculos "abertzales".
Ahora también es el socio principal de Mas en su 9-N. El portavoz de la Generalidad y consejero de Presidencia, Francesc Homs, convocaba a las once de la mañana de este lunes una rueda de prensa de urgencia para informar de que había un "principio de acuerdo con las CUP sobre una oferta de unidad técnica de las fuerzas soberanistas para el 9-N".
A las pocas horas, Esquerra se reunía con Iniciativa para arbitrar su participación en esta nueva plataforma separatista cuyo objetivo sería celebrar un referéndum masivo como antelasala de las "plebiscitarias referendarias" exigidas por "las presidentas", que es como se conoce a Muriel Casals, dirigente de Òmnium Cultural, y Carme Forcadell, militante de ERC enfrentada a Junqueras y presidenta de la omnipresente Assemblea Nacional Catalana (ANC).
Los gritos de "unidad" de las personas uniformadas de amarillo en la plaza de Cataluña son la consigna a seguir por las fuerzas partidistas del separatismo, que desprecian ya el parlamento, la legalidad y la realidad. A la que el ministro de Justicia sugiere que el registro de votantes pudiera ser inconstitucional, Homs sale al quite y dice que sólo será oficial a partir del 9-N, con lo que "impone" una suspensión a posteriori. El gobierno catalán ha asumido la dialéctica "borroka" de las CUP. Es una pinza contra ERC, una escaramuza en la guerra "civil" del separatismo, pero también una senda que obliga a los republicanos a dar un paso más en la radicalización y que compromete a Mas con unas elecciones anticipadas.
El presidente de la Generalidad habría modificado su apuesta. Ahora está dispuesto a prescindir de Duran (el sector independentista de Unió que se iría con Mas es cada vez más consistente), asumir la agenda y el calendario de la ANC y reducir a ERC a una nota discordante frente a una lista cívico-política que supondría al tiempo la refundación de CDC y la disolución de la ANC en en la "lista del president".