El presidente de la Generalidad, Artur Mas, ha oficiado ante las cámaras de TV3 el sentido funeral político de Jordi Pujol. Sin papeles, con un discurso aparentemente improvisado, Mas entró en contradicciones flagrantes en el turno de preguntas, ninguna comprometida, al que se sometió para intentar dar la impresión de normalidad, control, serenidad y rigor a menos de 24 horas de su cita en La Moncloa con Mariano Rajoy.
Con un cuarto de hora de retraso sobre el horario anunciado, las once de la mañana, Mas comenzó su comparecencia con el anuncio de que Pujol "renunciaría" a los cargos de presidente fundador de Convergència (CDC), presidente fundador de Convergència i Unió (CiU), a la oficina de expresidente de la Generalidad y a las retribuciones correspondientes, según habían acordado en una reunión el pasado viernes por la mañana, 25 de julio, a las ocho, y en otra cita el lunes por la mañana de la que no concretó hora. En la primera, dijo Mas, puso sus cargos políticos a disposición del partido; en la segunda, las regalías institucionales. Sobre estas, Mas sólo se avino a concretar que están reguladas por ley, que de ellas también disfrutan Maragall y Montilla y que "como comprenderéis, una oficina no se cierra en 48 horas", en respuesta a una pregunta sobre cuándo y cómo se producirá el cese de todas esas funciones y pagos.
Tras el anuncio de buenas intenciones de Pujol, "fuera de cobertura" desde el pasado viernes, Mas adoptó un tono entre íntimo y compungido: "Son decisiones que comunico con gran dolor personal, pero como presidente del país he de decir que esto es lo que hay". A partir de ahí activó su fibra sensible y tras calificar a Pujol de "mi padre político" dijo: "El dolor es muy grande, inmenso, siento mucha pena y también compasión. Puedo entender -prosiguió- que haya gente que no sienta lo mismo, pero yo siento una pena y un dolor muy grande".
Tras sugerir que durante las dos reuniones mantenidas con el ahora teórico ciudadano Pujol hubo "momentos muy íntimos" y ya en el turno de preguntas comenzaron las contradicciones. Por ejemplo, insistió en que el escándalo, que ya se conoce como el Caso Pujol o el Caso Saqueo de Cataluña, forma parte de los "ámbitos personal, familiar y privado" del expresidente cuando, momentos antes, había admitido que la "asunción de su responsabilidad del viernes" -en alusión a que la "confesión" de Pujol- afectaba, por este orden, a CDC, a CIU y al gobierno de la Generalidad y que Pujol estaba poniendo "las máximas facilidades para que el perjuicio, que existe, sea el menor posible".
Respecto a una hipotética comisión de investigación en el parlamento catalán, Mas se refirió a la avanzada edad de Pujol, 84 años, a que "pasa a ser un ciudadano como cualquier otro" y a que "es muy probable que haya un proceso judicial y la familia Pujol es de suponer que priorizará su defensa en ese terreno". Cada vez más inquieto por el formato con preguntas escogido para anunciar los funerales políticos del padre de Cataluña, Mas pretendió relativizar la importancia de Pujol desde que en teoría dejó los cargos ejecutivos en 2004. "Hace más de diez años que no toma una decisión importante" fue la frase que repitió tres veces Mas tras haber pasado de un tono a lo Arias Navarro en el "españoles, Franco ha muerto" a despreciar la influencia de Pujol en los últimos años. "Sí, venía a las reuniones, pero las decisiones las tomábamos nosotros".
Mas se negó a responder a preguntas ajenas al "Caso Pujol" y a las relativas a la reunión del miércoles con Rajoy, pero no renunció a alentar el proceso separatista: "El país está por encima de cualquiera. Todos somos más importantes que uno. Ahora, esto vale para Pujol, pero también vale para todos". "Aquí no se para nada, es un momento duro y difícil pero el país va adelante en todos los sentidos", sentenció.