Planes para tomar el puerto, el aeropuerto y controlar el espacio aéreo catalán y las infraestructuras críticas de telecomunicaciones; más planes para montar el ejército de la república catalana, con una armada primero para patrullar el perímetro acuático territorial, un ejército del aire a base de drones después y la fiel infantería para culminar el despliegue en no más de cinco años; las megapancartas de Obama y el Papa -ésta para desplegar en Montserrat con la imprescindible e inestimable colaboración del abad benedictino que dijo que el Vaticano reconocería de inmediato un estado catalán-; la actividad de los militantes de la Assemblea Nacional Catalana (ANC) es incesante.
El 11 de septiembre es el próximo reto de la organización separatista que dirige Carme Forcadell -exconcejal de ERC en Sabadell y comisaria lingüística de la Generalidad-, pero la fecha clave es el 9-N, tanto en el caso de que haya una consulta con el sustento logístico de la administración catalana como si es la ANC la que asume la carga y el peso del referéndum separatista. Esta última opción gana enteros conforme se consume el calendario. La organización ha demostrado con creces su capacidad de convocatoria, pero acusa un notable desgaste, existe una fuerte contestación interna a Forcadell y su entorno y el fiasco del primer acto de la campaña ha disparado todas las alarmas en el bloque separatista.
Sólo trescientas personas asistieron este sábado en Badalona al despliegue de la pancarta de Obama, un pinchazo que en la ANC se atribuye a una "campaña" de "acoso y ridiculización mediática" tras iniciativas documentales como la de la Fuerza Naval. Forcadell se remite a la desautorización por carta de la "sectorial" dedicada a los temas de Defensa, pero la suma de "papeles" de la ANC causa un incómodo bochorno en los partidos nacionalistas y en sus otras "entidades cívicas", como Òmnium Cultural.
Los más listos
El descontrol en el que ha entrado la ANC es tal que en su interior proliferan las "sectoriales" más pintorescas y en no pocos casos directamente surrealistas. Entre ellas destaca la de Intel·ligència per la independència, cuya carta de presentación es definitoria y definitiva: "Esta sectorial está compuesta de gente que quiere usar su inteligencia en bien de la independencia de Cataluña".
A partir de ahí, el currículo colectivo y la declaración de intenciones deparan toda suerte de interpretaciones, desde la de los servicios "secretos" a las relativas a las categorías de lo paranormal.
Los impulsores de esta Intel·ligència afirman y suscriben lo siguiente: "En un principio se creó -la sectorial- entre miembros y exmiembros de entidades como Mensa y Thousand Society, que aceptan a personas que tengan un coeficiente intelectual superior al 98% y al 99'9% de la población respectivamente. Gente -continua- que no se considera superior ni inferior a nadie. Sólo que sabiendo que tiene unas capacidades concretas que, con total humildad, pueden ayudar a encontrar estrategias que faciliten mucho la obtención de la independencia".
Dado que estar por encima del 99'9% de la población reduce notablemente la base de captación, la sectorial se abre a la participación del común. Sólo exige un par de requisitos: "Actualmente puede entrar todo el mundo que crea que tiene capacidad y ganas para aportar ideas nuevas y ejecutarlas. Pero no las acciones más corrientes y públicas como conciertos, paradas, manifestaciones, etc, etc, que eso ya hay quien lo hace, sino acciones más estratégicas, discretas y efectivas. Queremos remarcar que las acciones que diseña y/o lleva a cabo esta sectorial no son las que muy mayoritariamente se hacen sino diferentes y estratégicas".