La contención se impuso. También la preocupación. Y todo en un marco lúgubre, a pesar de la victoria. Las elecciones europeas eran una auténtica prueba de fuego y, destacan, los españoles les han vuelto a dar su confianza. Ésa fue la principal baza esgrimida por la número dos del partido para sacar pecho del 25-M: junto a Alemania, sólo en España ha ganado el partido en el Gobierno. Esto es, y pese a todo, prueba superada.
Pero el ambiente fue frío. Ni rastro de las grandes celebraciones. Mariano Rajoy apuró hasta el final para llegar a la sede nacional, y no se le vio. Ni dentro ni fuera se vivió fiesta alguna. Y es la primera vez que esto ocurre desde que en 2009 Jaime Mayor Oreja le diera la victoria al PP en las anteriores europeas. Entonces, el bipartidismo seguía manteniéndose fuerte y Rajoy lograba un balón de oxigeno clave en sus aspiraciones. Hoy, admiten, el sistema está "tocado".
Rajoy se presentará a las próximas elecciones generales. Al menos, así lo dice en privado. Tras una primera parte de la legislatura muy dura, a partir de ahora promete una batería de buenas noticias. La más mediática: la bajada de impuestos, que irá tomando forma en breve. Y, en paralelo, espera recuperar la confianza de esos cerca de 11 millones de ciudadanos que le dieron la histórica mayoría absoluta de 2011.
Ésa es la hoja de ruta, el plan de Rajoy. Pero, este domingo, la fotografía que ofreció el Parlamento europeo supuso tal revés que el PP no pudo articular respuesta alguna de satisfacción, aunque fuera forzada. Salieron en "comparecencia" María Dolores de Cospedal y el candidato, Miguel Arias Cañete. Pronunciaron el mítico "hemos ganado las elecciones", pero sus rostros no mostraban euforia. Ni mucho menos.
La secretaria general no quiso hacer una lectura del ascenso de la extrema izquierda ni de la pérdida de votos del PP. No aceptó preguntas de los periodistas y, en los pasillos, se escudó en que este lunes habrá un Comité Ejecutivo.
Sin festejos en el exterior
En la calle, ni rastro de los simpatizantes que se suelen agolpar las noches electorales a las puertas de la sede nacional. Una veintena de personas, y ya. Los "ganadores" no salieron al balcón. Y en la zona noble se respiraba un sentimiento de zozobra, aunque "hemos ganado tras unos años muy duros". "Hay que analizar los resultados", trataba de regresar a su despacho Cospedal. En la segunda planta, donde se ubica el PP de Madrid, algunos utilizaron el término "alarma" al comprobar el descalabro en votos.
Las caras, los gestos… parecía más una derrota que una victoria. Fue un triunfo amargo. Y eso que Carlos Floriano, el director de campaña, se afanaba en recordar que habían ganado. El presidente no apareció en toda la noche. Se hubiera asomado al balcón, pero no había nadie en la calle. Lo que querían los populares era que los periodistas terminaran lo antes posible para cerrar. El lunes, a las cinco de la tarde, Rajoy reunirá a la cúpula y al poder autonómico, que se enfrenta a las próximas elecciones.
El PP aumenta la distancia con respecto al PSOE, se encargó de remachar Cañete. Pero los dos se hunden. "Es el momento de analizar lo ocurrido y que nos pongamos las pilas", era la única autocrítica que se escuchaba, en privado, por parte de la dirección. Aunque la mayoría de cargos optó por el silencio y por dejar Génova más pronto que tarde.
Comunidad Valenciana, Madrid, Cataluña… El golpe ha sido duro. Carlos Iturgáiz (el número 17 de la lista electoral) se quedaría sin escaño, algo que nadie se podía imaginar. Se llegó a hablar de 20 representantes. Pese a que Rajoy podrá exhibir una victoria en Bruselas, hubo quién se revolvía contra la estrategia del perfil plano: "o damos la cara y echamos el resto, o lo vamos a pasar muy mal". El único que afirmó no estar sorprendido era Pedro Arriola, con Rajoy durante la noche electoral. ¿Estamos más cerca de la gran coalición? "Primero, a digerir lo ocurrido".