Mariano Rajoy no aceptó lecciones de quien no condena el terrorismo de ETA. "Ni de democracia, ni de libertad, ni de derechos humanos, ni de nada parecido", afirmó en la sede de la soberanía nacional. Así, vino a pasar por alto todas y cada una de las críticas del representante de Amaiur al que le exigió que pida "la disolución" de la banda antes de entablar cualquier tipo de debate.
En todo caso, el jefe del Ejecutivo vino a enmendar su clamoroso silencio del martes, cuando excluyó cualquier tipo de referencia a la política antiterrorista y, con ella, mención alguna a las víctimas de ETA. Lo hizo en respuesta al PNV. "El presidente lo que tiene que hacer es pedir la disolución de ETA y estaré sometido a la ley y a los tribunales, que es lo que algunos en esta Cámara parece no entender", contestó a Aitor Esteban.
Rajoy incluyó un matiz que no es habitual en su discurso. "Yo no he dicho que no haya cambiado nada, sí se ha producido un cambio", le reconoció a la banda terrorista. El más importante, precisó, "cuando dejó de matar", si bien recalcó que nada será suficiente hasta la disolución y entrega de las armas. Recogía el guante de Esteban, que le imploraba: "Este no es el momento de hacer política antiterrorista como si nada hubiera cambiado".
Al contrario que en otras ocasiones, el presidente no negó el cambio en la lucha contra ETA que le reclama el PNV, aunque mantuvo sus máximas ya conocidas. Esto es, nada se le debe a la banda y no hay ningún paso que dar al respecto. Incluso desdeñó el último paso de los asesinos y el papel de los verificadores: "No voy a hacer comentarios", dijo, porque "no merece la pena".
En su turno, Mikel Errekondo -de Amaiur- tiró del hilo para presionar y atacar al Ejecutivo. "No desea el desarme, no desea la paz", espetó a Rajoy. Pero el presidente le despachó en unos segundos: "¿Usted alguna vez ha hecho examen de conciencia?", le preguntó por dos veces. Le recordó "a quien apoya" y "qué ha hecho" y le instó a que se separe de forma clara y total de ETA. "Eso es lo que espera el conjunto de los españoles" y así "poner fin al inmovilismo del que habla".
Defensa de Yolanda Barcina
Mucho más claro fue el presidente sobre Navarra. Nítido. Desde el principio, se situó con UPN y lo hizo en un doble sentido. Primero, dando por seguro que "no ha habido corrupción", tal y como denuncia la oposición en esta comunidad. Y, segundo, haciendo suyo el mensaje de que "hay quien quiere llegar al poder por cualquier procedimiento", en relación a la alianza de los socialistas con la antigua Batasuna.
"Quiero decir con meridiana claridad que estoy de acuerdo con todo lo que ha dicho usted", resumió, en relación a la intervención del portavoz de UPN. Cabe recordar que Rajoy despachó en fechas recientes con Yolanda Barcina, la presidenta de Navarra, aceptó sus explicaciones y coincidió con sus tesis. La orden del presidente desde que estalló la crisis ha sido clara: defender al Ejecutivo foral y sacar los colores al PSOE.
La colaboración entre PP y UPN es estable desde la salida de Miguel Sanz. Así quedará de manifiesto en las próximas elecciones europeas y se pudo ver en el Hemiciclo, cuando cargos populares -entre ellos Alberto Ruiz Gallardón- no dudaron en aplaudir a Salvador cuando bajaba de la tribuna. El propio Rajoy asumió el "compromiso" que le reclamaba. "Lo hago porque es fácil hacerlo", precisó.
Navarra centró la segunda jornada del Debate sobre el estado de la Nación. Y Rajoy entró de lleno en la cuestión. "Quiero que esté en España que es lo que quiere la inmensa mayoría de los navarros", ofreció como último titular no sin recibir el agradecimiento de Salvador. Por lo demás, el presidente volvió a defender el sistema de autonomías y la descentralización récord del país y reiteró que no es "optimista" cuando proclama un cambio de tendencia.