Los gestos dicen que las relaciones están peor que nunca. Y, desde luego -que se sepa-, no tuvieron más conversación que unos breves segundos después de que se saludaran. Un apretón de manos frío, que en nada puede hacer presagiar un acercamiento. Para escenificar aún mejor esta situación, antes de que Mariano Rajoy tomara la palabra, Artur Mas salía por una puerta lateral sin querer hacer declaraciones.
El presidente llegó, habló y se fue. No hubo ningún aparte con Mas, confirmaron fuentes gubernamentales. En los diez minutos que coincidieron -siempre con gente-, se les pudo escuchar cómo se refirieron al Consejo Europeo, que arranca este jueves en Bruselas. Nada trascendental. Tras la fotografía de familia, en la que estuvieron los representantes de los países integrados en el foro mediterráneo, ambos caminaron por separado rodeados de sus respectivos séquitos: primero Rajoy y, poco después, Mas. Ahí terminó todo.
Así, cuando Rajoy subía a la tribuna, el líder catalán ya no estaba en el palacio de Pedralbes. Se quedó sin escuchar un discurso cargado de referencias sobre Cataluña, aunque en ningún momento mentó en concreto la amenaza secesionista. Empezó por ensalzar la ciudad de Barcelona: "Lugar donde las identidades se suman y los arraigos se comparten. Encarna la pluralidad, el cosmopolitismo y la apertura que hacen del mediterráneo una permanente encrucijada de países, culturas y personas, de imponente pasado, pero también de próspero futuro".
Utilizando como percha los lazos entre los países mediterráneos, incluso la lucha conjunta contra la inmigración, el jefe del Ejecutivo usó "lo que nos enseña la historia" para, a su estilo, rechazar los planes rupturistas del ausente Mas. "Estamos mejor en el encuentro que en el desencuentro, en la cercanía que en el alejamiento, en la cooperación que en los esfuerzos aislados", defendió, en otro mensaje directo sobre Cataluña.
Ante altos cargos diplomáticos y un auditorio repleto, Rajoy radiografió un mundo que "camina hacia proceso de integración". "Lo moderno es la unión, no la disgregación. El signo de los tiempos es la integración y no el aislamiento", exclamó, ya con el gélido saludo con Mas en los medios digitales. Y volvió a apelar a la Barcelona "mediterránea, catalana y española" como "ejemplo de suma".
En Moncloa eran pesimistas y esperaban lo ocurrido. Tanto es así, que la primera noticia sobre la intención de Mas de hablar en el foro llegó del Gobierno, que paró sus intenciones en seco. La cumbre es "entre estados nacionales" y Rajoy "representa a todos los españoles", fue el argumento esgrimido. José Manuel García Margallo negoció hasta el último momento con la Generalidad para que Mas asistiera en calidad de invitado, pero el ministro de Exteriores se dio de bruces con la realidad, aunque sí recibió mayor cordialidad del anfitrión.
También se temía algún "espectáculo" a la entrada de Pedralbes, pero la convocatoria de una cadena humana contra Rajoy y en favor de la secesión fue un rotundo fracaso. Una veintena de personas con esteladas que fue contestada por una motorista al grito de "viva España".
Rajoy se marcha de Barcelona consciente de que el problema sigue ahí y los canales con Mas están prácticamente rotos, o al menos eso parece de los gestos. Él mismo ha endurecido su discurso, como quedó constatado en Panamá. Oficialmente, eso sí, nada cambia: el diálogo se mantiene -"nosotros no lo romperemos", recalcan- pero la línea roja es la ley y el estado de derecho. Parece evidente que negociar de financiación autonómica ya no es suficiente. En privado, el presidente pone encima de la mesa una idea clara: con él, no habrá ruptura del país.