Mariano Rajoy resolverá el problema de Madrid en su momento. Por ahora, prefiere que todo siga como está, y de ahí que ni más ni menos que su número dos en el Gobierno arropara a Ana Botella en uno de sus momentos más difíciles, en su regreso público en la capital tras el estrepitoso fracaso olímpico. Soraya Sáenz de Santamaría se hizo la foto junto a ella, mientras que el propio presidente le llevó en su avión de regreso a casa, todo un gesto en un momento de evidente debilidad interna.
La consigna, pues, parece evidente: mantener a Botella hasta que llegue el momento de tomar decisiones. Carlos Floriano -que no María Dolores de Cospedal- representó a la dirección nacional en un desayuno en el que también estuvo Alberto Ruiz Gallardón y una buena remesa de altos cargos populares. Pero, a pesar de las pretensiones monclovitas, el PP ya ha abierto el debate y, a juicio de varios presentes, "la guerra" está servida.
Para empezar, quienes acudieron a ver una Botella tocada, o incluso hundida, se equivocaron. Llegó aparentemente tranquila y, sin duda, enérgica. Incluso fue la primera en bromear sobre su café con leche: "Espero que se lo hayan servido", ironizó provocando la carcajada generalizada. Pero pronto entró en harina: "Reafirmo mi compromiso personal y político con Madrid". Hoy y mañana, destacó no una sino varias veces.
Botella quiso dar una imagen de fortaleza política y los suyos quisieron dejarlo claro. "Ha estado muy bien", repetían quienes apoyan a la mujer de José María Aznar, que parecían este jueves perder la vergüenza de decirlo alto y claro. La mayoría de preguntas del coloquio se centraron en su futuro político, lo que ella recibió con una sonrisa forzada, pero sonrisa al fin y al cabo. Reafirmado "su compromiso", añadió: "No es el momento de la proclamación de candidatos".
Si algo caracteriza a Botella es su conocimiento de la política. Ya asesoraba a Aznar cuando gobernaba España y, desde entonces, ostentado responsabilidades en Madrid y en Génova. Por ello, lo dejó todo abierto: tanto a luchar por presentarse a las elecciones -como dejaban relucir sus afines- como a terminar el mandato pero no continuar -como esperan muchos en el PP, incluida parte de la cúpula, que estos días la examinan con suma dureza-.
Aguirre: "La política es mi vida"
Escuchándola, además de los citados, dos personas clave. Ignacio González, que se marchó antes de las preguntas -cosa, por cierto, que no sólo observó Botella sino de la que hizo participe al auditorio-, y Esperanza Aguirre, la otra gran protagonista. Tanto que le ofreció a que participara en la respuesta de las preguntas que le incluían como rival dentro del propio PP al consistorio. "Debe ser ella quién responda", contestó, de nuevo con su carismática sonrisa.
El conductor del desayuno, en un gesto inusual, incluso le dio la opción a contestar -el auditorio en vilo-, pero ella esperó a que concluyera el acto. La nube de cámaras y fotógrafos daba idea de la expectación, y Aguirre se dejó querer. Si Botella no cerró ninguna puerta, ella tampoco: "La política es mi vida", resumió consciente de las interpretaciones que se hacen de todas sus palabras.
La líder del PP Madrid solamente constató, prácticamente un año después de dejar la Comunidad, que ya no está en la "primera línea". Para los aguirristas aún es muy pronto para quemarse, más aún teniendo en cuenta que es Rajoy el que decidirá en última instancia. Unos y otros reconocen que las encuestas jugarán un papel decisivo, y quienes quieren ver a Aguirre en el consistorio creen que "arrasaría" y "por supuesto, estará por encima de Botella". Sea como fuere, ella no dijo ni que sí ni que no. Algunos creen que sus pretensiones son todavía mayores, y que en caso de dar el salto sería en clave nacional.
La "guerra", como gráficamente definía un concejal madrileño. A la hoy alcaldesa le sacaron a relucir los "cuchillos" que ya empiezan a lanzarse: "No me lo planteo, no estoy en ello", dijo. También si se enfrentaría a unas primarias contra Aguirre: "En este momento no las hay", cerró la posibilidad.