Mariano Rajoy ve en los primeros indicios de recuperación económica la llave de su continuidad en el poder. Espera que los españoles se conformen con la idea de que el Gobierno está sacando a España de la recesión -un anuncio que oficializará, si nada cambia, antes de que termine el año- y cierren los ojos ante todo lo que no les gusta, en especial la corrupción. Una estrategia esgrimida con suma claridad este lunes ante la plana mayor de su partido y el poder autonómico: a más informaciones sobre Luis Bárcenas, más datos económicos que enseñan la luz al final del túnel. En especial, los relativos al empleo.
El presidente se basa en la experiencia. En su etapa de la oposición, él centró todo su discurso en la economía –principal preocupación ciudadana, según el CIS- mientras su liderazgo se ponía en entredicho a raíz del caso Gürtel. Pero llegaron las elecciones, y arrasó con una histórica mayoría absoluta. Y, entonces, todos le dieron la razón: su maniobra de guardar silencio, mantener la cabeza fría y centrarse en la situación de crisis le habían valido para llegar con las mejores condiciones a la Moncloa.
El modus operandi parece ser ahora el mismo. Rajoy convocaba a su Comité Ejecutivo tras un verano de contubernios y la moral por los suelos. Para rematar, este mismo lunes, el diario El Mundo embargaba su portada con un titular demoledor sobre su número dos en Génova: "Cospedal negoció en febrero pagar un finiquito a Bárcenas", extremo que ella misma ya ha desmentido con contundencia. Todo el mundo, en privado, abogaba en los últimos días por "hacer algo" para cambiar la tendencia y recuperar el pulso político.
Pero el presidente llegó como si nada, con aparente tranquilidad, y lo dejó claro desde el principio: toca centrarse, exclusivamente, en la economía. Con una frase solventó la crisis más grave del PP desde el congreso de Valencia: "Sobre el denominado caso Bárcenas todo lo que se tenía que decir se ha dicho ya", zanjó. Ni un comentario más sobre el asunto, pese al tremendo desgaste interno y el enfado en algunos cuadros -como las baronías regionales y locales-del que sabe por lo que lee o le cuentan. Todo lo que está relacionado con Bárcenas es ruido a sus oídos, y dio una orden concisa: "Ahora toca perseverar sin distraerse". Esto es, sin dar pábulo a las intrigas que se han multiplicado en las semanas estivales.
No habrá cambios en Génova
Para evitar las intrigas, el presidente también dejó clara otra idea sustancial: no habrá cambios a corto plazo ni en el Gobierno -del que dice sentirse "orgulloso"- ni en el PP. Nada de nada, pese a todo lo comentado y publicado. No está en la "agenda", se encargó de remachar María Dolores de Cospedal, ya en rueda de prensa. "Por ahora no hay nada previsto", a la par que la convención nacional podría retrasarse hasta primeros del próximo año para presentar el candidato y programa a las elecciones europeas.
Para fortalecer aún más esa máxima de que nada va a cambiar, Rajoy se hizo la fotografía de rigor, más potente hoy que nunca. A su izquierda, su hombre de confianza y acompañante en mil batallas, aunque hoy en el punto de mira de sus propios compañeros: Javier Arenas. A su derecha, la mujer que se ha convertido en su escudo y con la tarea difícil y completa de replicar a Bárcenas: Cospedal. La enemistad entre ambos es conocida y muy comentada -"Están peor que nunca", aseguran- pero el jefe les mantiene en la cúspide, y deja claro que no les va a tocar. Ni rastro de un coordinador general o de la posibilidad de cambios que estimulen la colaboración entre Moncloa y Génova -cuyas reuniones, que se iniciaron al inicio de la legislatura, ya prácticamente no se celebran-.
En su informe de gestión, la secretaria general fue algo más explícita ante los cargos reunidos a puerta cerrada: "Hay mucho interés para desestabilizar al partido", alertó, para a renglón seguido ofrecer su receta, en línea con Rajoy. "Unidad de todos" frente a "embustes" y "calumnias", afirmó, muy consciente del runrún interno y de que ella también tiene más de un enemigo, por ejemplo en el gabinete gubernamental.
Los datos económicos del Gobierno
El mandato de Rajoy, pues, parece claro: ignorar a Bárcenas y a quienes ejercen de "altavoces", como gusta decir a los portavoces autorizados. Y ofreció una herramienta: los datos económicos que aportan esperanza de recuperación. Para fortalecer esta tesis, se guardaba un anuncio lo suficientemente potente como para intentar llamar la atención: la bajada del desempleo. Este mes de agosto, desveló, será el mejor en esta materia desde el año 2000, y la tendencia en lo que llevamos de año la más halagüeña desde 1999. "Esto es lo que quieren oír los españoles", justifican desde la sede nacional del PP.
El presidente no se quedó en el dato del empleo, aunque él mismo reconoció recientemente que la clave está en el comportamiento del mercado los meses posteriores al verano. También habló de la cifra histórica de turistas, de las exportaciones, de la prometida bajada de impuestos -que se materializará en 2015, según sus propias palabras- o de la "completa" reforma fiscal que verá la luz a primeros de 2014. Otro anuncio: los Presupuestos Generales del Estado serán remitidos al Consejo de Ministros el próximo día 27. "Lo que se pregunta hoy la sociedad española y los agentes económicos es cuándo vamos a salir de la recesión y cuándo vamos a superar la crisis", destacó Cospedal, elevando ésta cuestión como la más importante de todas. "Los españoles", aseguró, "han entendido las medidas adoptadas por el Gobierno".
"Economía, economía y más economía", resumían varios integrantes del órgano consultados por este diario. Nadie osó replicar a Rajoy en el turno de ruegos y preguntas. Toda esa frustración y pesimismo quedaron diluidos con el discurso al uso y previsible del presidente, lo que demuestra que su poder interno sigue siendo grande y que nadie se atreve a rechistarle. Y eso que en la sala estaban varios de esos barones regionales que hoy dicen estar desconcertados. Nadie levantó la mano, y el presidente dio por concluida la cita.
Ahora, tras el toque de atención, Rajoy espera que el PP cumpla con sus órdenes y eviten todo lo posible a Bárcenas. "Sin ese ruido, el PSOE se quedan en nada", arguyen. El presidente sabe, pese a todo, que el extesorero seguirá ahí, ensombreciendo su quehacer económico. Pero también reconoce otras patatas calientes. Se refirió a tres cuestiones concretas: Gibraltar -sobre el que prometió "contundencia" sin "estridencias"-, Siria -reafirmándose en que esperará a la ONU, pero defendiendo la necesidad de dar una respuesta- y Cataluña. Sobre la comunidad autónoma, volvió a lo de siempre: "Diálogo" hasta el final, pero recalcando que hará acatar la "Constitución" y apoyará "la soberanía nacional, la de todos" y no sólo la de una zona del territorio patrio.