El clima que se respira en los círculos populares es de auténtico pesimismo; como si estuvieran asistiendo al desmorone de un castillo de naipes, con Luis Bárcenas en el mismo corazón, cuyas consecuencias no hacen sino agrandar con el paso del tiempo. No hacía falta esperar a la enésima bomba, esta vez mediante la declaración en sede judicial de Cristóbal Páez -"No hay respuesta oficial del PP, él sabrá lo que dice", en voz de un portavoz autorizado-, para palpar una sensación de crisis interna histórica con tambores de cambios en el organigrama de la formación.
Las veladas estivales se han convertido en epicentro de intrigas. El partido se ofrece más dividido que nunca: cospedalistas, arenistas, sorayistas. Todos mueven sus fichas e intentan posicionarse de cara a lo que podría estar por llegar: la reestructuración que emane de la convención nacional, prevista para otoño. Los primeros, destacando que la hoy número dos del PP fue la primera en dar la cara y responder al golpe del extesorero para después convertirse en la "única escudera" del jefe. Los segundos, recordando la lealtad "siempre" de Javier Arenas, hasta el punto de apuntalar el liderazgo de Mariano Rajoy en el tumultuoso congreso de Valencia. Y los terceros, alabando el hecho de que la vicepresidenta haya logrado esquivar cada viernes el caso ofreciendo la imagen de que "el Gobierno trabaja" para sacar a España de la crisis.
El primer paseíllo ante la Audiencia Nacional no ha hecho más que incrementar el desasosiego y los contubernios. Por ejemplo en Marbella, repleto de altos cargos, que no dejan bajo ningún concepto el teléfono móvil y se descargan en el Ipad las portadas de los diarios. "Como no se calme en lo que resta de agosto, en septiembre esto va a ser una bomba", se respira en el PP. Aunque, ya se responden: "Será una bomba".
Próximos a Soraya piden más presencia
Ante lo que pudiera estar por llegar, ante ese otoño caliente con la oposición a la gresca y Bárcenas aportando nuevas perlas, las familias populares empiezan a enseñar sus cartas. Prácticamente nadie cree que la trama acabe oprimiendo de muerte al presidente; en otras palabras, que tenga que dejar el cargo. Si alguien lo piensa, no lo ve plausible. Sí se plantean, al más alto nivel, cambios en sus círculos: primero, en Génova -Cospedal, en ABC, avanzó baile de nombres: "No se producen siempre de golpe, sino paulatinamente"- y después en el Ejecutivo.
En el Grupo Popular hay quienes interpretan que queda "de manifiesto" que no existe la relación debida entre el partido y el Gobierno. Y algunas voces dan una solución: que Soraya Sáenz de Santamaría gane peso en el PP. "Como pasó con Aznar", rememoran, con sus vicepresidentes en el primer escalafón de Génova. La posibilidad se antoja compleja, habida cuenta de la difícil relación que mantiene con Cospedal, aunque ellas siempre lo niegan. "Rajoy tomará última palabra. Ahora bien, quienes dicen o escriben que la secretaria general puede caer es que no tienen ni idea. La confianza entre ambos es total. Cospedal seguirá en su puesto, que compaginará con su cargo de presidenta de Castilla-La Mancha", según un cargo muy próximo a ella.
El lunes, la número dos de los populares regresó al trabajo tras un primer descanso, precisamente, en Marbella. También su equipo casi sin excepciones. A la dirección nacional le ha aterrado el recibimiento dispensado a Arenas a la entrada de la Audiencia, con gritos e insultos. Con Cospedal, auguran, pasará lo mismo o peor. "Y eso que va en calidad de testigo -como Arenas-, pero eso da igual ante la demagogia y la propaganda", explican fuentes del PP. Pese a todo, entrará por la puerta principal, rehusando a privilegios. Y dará su versión, que es "la verdad", no se cansa de repetir en público y en privado.
El futuro de Javier Arenas
El presidente sigue los acontecimientos desde Pontevedra, segundo destino de sus vacaciones tras Doñana -dónde, según varias fuentes, se habría visto con Arenas y Cospedal-. "Por supuesto", ha hablado en varias ocasiones con la secretaria general, que este miércoles responde ante el juez Pablo Ruz. ¿Preocupación? "Ninguna", responden, "aunque no es un trago dulce para nadie. La fotografía, los insultos, nada es positivo. Pero dará la cara y dejará las cosas claras", sostienen los suyos.
Cospedal y Sáenz de Santamaría seguirán siendo el cinturón de Rajoy en la nueva etapa tras la convención de otoño. Pero ¿qué pasará con Arenas? En estos momentos, asegura un miembro de la dirección, "él está fuera prácticamente de todo", más aún del núcleo duro -conformado por la número dos y los vicesecretarios Carlos Floriano y Esteban González Pons, que se llaman y reúnen en constantes ocasiones-. Jaime Mayor Oreja tampoco forma parte de ese círculo de confianza. Pero Arenas sí tiene hombre fuertes en la segunda estructura: desde Antonio Sanz a Juan José Matarí, por ejemplo. Y el presidente, siempre, le ha dado muestras de cariño tras el fiasco electoral en Andalucía, y mantiene la comunicación -por ejemplo, antes y después del trago de este martes: "Ha sido duro", confesó el protagonista-.
Los tambores suenan, pero pocos se atreven a augurar qué caminos tomará finalmente Rajoy, "muy pendiente de todo lo que está pasando", según un interlocutor directo. Mientras, la preocupación y la tensión se extienden a pesar de la fechas -mitad del mes de agosto- y de que el PP dé una imagen veraniega, con sus principales espadas de vacaciones. "Mira cómo está la prima de riesgo y dime si no han cambiado de las cosas", se consuela un ministro. Si bien, también reconoce: "Esta otra crisis es igual de peligrosa. O tal vez peor: el enemigo está en nuestra propia casa". Todos coinciden en que la declaración de Rajoy en el Senado ya está amortizada.