Hace mucho que la Corona se convirtió en un "problema de Estado" para el Gobierno. Prácticamente desde que Mariano Rajoy tomara las riendas, admiten en el gabinete, en el que se palpa la preocupación por la deriva que está tomando la institución. Desde la imagen de un Rey enfermo, con cojera y el rostro desencajado, que protagonizó la cumbre iberoamericana de Cádiz, al hecho de que su cacería en Botsuana o los beneficios a su amiga, la princesa alemana, protagonizaran ruedas de prensa del Consejo de Ministros. La imputación de la infanta Cristina, en un tema -el caso Nóos- "mal gestionado desde el inicio", ha sido la puntilla para que las alarmas suenen, si cabe, con más fuerza en Moncloa.
Es un asunto tan espinoso, tan peliagudo, que el Ejecutivo lo trata entre bambalinas y fuera de micrófono. En círculos cuanto más pequeños, mejor. La cocina de las encuestas publicadas sobre la popularidad del Rey y su familia reafirman los temores. "Partimos de la base de una gran desafección, y tenemos que trabajar para revertirla", se dicen. Rajoy es de la idea de que parte de la culpa es de la crisis, que afecta a todos los estamentos del Estado. Y su orden es clara, firme: salvaguardar la Corona, como herramienta estabilizadora.
¿Está la solución en que el Rey abdique a favor de su hijo? "Qué duda cabe", afirman fuentes del Gobierno, que don Felipe, con la vicepresidenta este jueves en Barcelona, está "enormemente preparado, y puede gobernar mañana mismo". En el PP son varios los que piensan que se debería dar el paso, a fin lavar la cara a la institución. Pero, de igual forma, en el Ejecutivo ven "muy difícil" que Rajoy pudiera sugerirle al monarca que ceda el testigo. De hecho, existen quienes creen que abrir ese melón ahora traería más turbulencias todavía.
Precisamente, y ante la atenta mirada del secretario general de la ONU, Ban Ki Moon, al presidente del Ejecutivo le preguntaron si contempla desarrollar por ley orgánica posible abdicación del Rey, prevista en la Constitución. También le escudriñaron sobre si va a intentar incluir a Zarzuela en la ley de transparencia. "No hay previsto hacer absolutamente nada de lo que usted ha planteado", fue su lacónica respuesta, en una abarrotada comparecencia de prensa, que obligó a recomendar la entrada de periodistas a Moncloa desde largo rato antes.
El presidente se pronunciaba sobre la situación de la Corona después de que José Manuel García Margallo, titular de Exteriores e íntimo de don Juan Carlos, reconociera públicamente su "enorme preocupación". Pero él no quiso utilizar, ni mucho menos, esos términos. Ya en referencia a doña Cristina, se limitó a recordar su respeto "a jueces y fiscales" y a remachar "el principio de presunción de inocencia".
Con tono serio, y sin hacer ningún tipo de loa al papel de la Corona, Rajoy recalcó que "sería absurdo y preocupante" que fuera más allá en sus declaraciones. "Respetamos siempre las decisiones que adopten los jueces. Cuando se produzca la resolución del recurso del fiscal, respetaremos su decisión", se reafirmó. Le volvieron a preguntar por segunda vez, pero el presidente repitió argumentos, simplemente añadiendo, en el tema de la transparencia, que espera "que las decisiones que adopten los diputados sean razonables".
Así, Rajoy volvió a enmarcar en la prudencia su respuesta, alejándose de declaraciones como las del veterano diputado Vicente Martínez Pujalte, que por la mañana acusaba al juez Castro de buscar "protagonismo personal" en el caso de la imputación. Muchos en el PP, principalmente del ala más monárquica de la formación, sin duda la más preocupada, mantienen esta tesis. Si bien, desde Moncloa, y más allá de recordar el paso dado por el fiscal a favor de la hija del Rey, insisten: "Lo importante es que, en España, las instituciones funcionan".