Mariano Rajoy logró una bocanada de oxígeno en el que estaba llamado a convertirse en el encontronazo parlamentario más peliagudo para el Gobierno, tras todo un año de ajustes, manifestaciones casi diarias en la calle -incluidas dos huelgas generales- y la corrupción en todas las portadas. Un paseo militar para un presidente que presentó una "segunda generación" de reformas y desarmó los argumentos del líder de la oposición, incapaz de hacerle sombra.
El Debate sobre el estado de la Nación se convirtió en un caramelo para un Ejecutivo acostumbrado al chaparrón. "Nunca hemos tenido tantos parados, tantas empresas cerradas, tantos autónomos arrinconados. Nunca habíamos visto tantos jóvenes cualificados buscar su futuro lejos de España. Nunca han estado tan repletos los comedores sociales, ni ha cundido tanto el desánimo", admitió Rajoy en un diagnóstico que ponía los pelos de punta. El presidente inició su intervención: "Cinco millones novecientos sesenta y cinco mil cuatrocientos. Esta cifra, por sí sola, refleja el aspecto más duro y dramático de la situación social y económica que atraviesa España".
Nada, pues, de "brotes verdes, nubes pasajeras y anticipos primaverales", si bien el jefe del Ejecutivo habló en el Congreso de los Diputados de una nueva etapa, tras poner las bases de la recuperación. "He cumplido mi deber como presidente", proclamó, asumiendo en sus carnes el desgaste de todas las medidas tomadas hasta la fecha, incluida la subida de impuestos o cuando tocó las pensiones.
Las medidas económicas
El presidente se conjuró para volver a ganarse no sólo a sus bases, sino al español de a pie que ha visto cómo se le acumulaban los sacrificios. Y lo hizo empeñando su palabra: los autónomos y las pequeñas y medianas empresas, los grandes olvidados por el Ejecutivo en 2012, "sólo pagarán el IVA cuando cobre la factura" a partir de enero de 2014. El mensaje que quiso transmitir es claro: en cuanto las cosas empiezan a ir mejor, sus promesas se sacan del cajón para recuperar su verdadero espíritu económico.
Antes, asegura el presidente, ha hecho los deberes: "El déficit de 2012 estará por debajo del 7% del PIB". Hay que recordar que el límite oficial impuesto por Bruselas sigue siendo el 6,3%, si bien oficiosamente se da por bueno el dato hecho público en el debate sobre el estado de la Nación. De hecho, en su última visita a Bruselas, el presidente ya había atado este acuerdo tácito. Pero, además de "mantener y culminar" su programa de austeridad, Rajoy cree que es el momento de las políticas de estímulo. Un segundo eje reformista, planteado en un conjunto de medidas fiscales que incluye un plan para las pymes y autónomos -los grandes olvidados de 2012- y una agenda para incentivar el empleo, entre otros proyectos.
De todas las medidas, aquellas que requieran una pronta entrada en vigor, informó el presidente, serán incluidas en un Real Decreto Ley que se aprobará este mismo viernes. Otras, sin concretar, formarán parte de un Proyecto de Ley de Apoyo a los Emprendedores que será tramitado "de inmediato". La vicepresidenta, clave en la confección del discurso del presidente, aseguró a este diario que llegan viernes "intensos".
Lucha contra la corrupción
Un proyecto con el que el Ejecutivo asegura que deja clara su prioridad: el empleo y la economía. Si bien Rajoy no rehuyó los otros dos "problemas" de Estado: "La corrupción y los debates sobre la organización territorial", según sus propias palabras. La metamorfosis del presidente en este sentido fue evidente. Hasta hace no mucho ni tan siquiera los hubiera mentado, pero en esta ocasión les dedicó un apartado propio en su intervención inicial.
Advertencia a Artur Mas
Sobre la vertebración de España, la firmeza de la letra no vino acompañada de acciones -no hay visos de recurso de la declaración soberanista de Cataluña-, si bien advirtió a navegantes: "La Constitución, que es la que garantiza y asegura nuestros derechos y libertades y fija las normas de nuestra convivencia, establece un modelo concreto: el estado de las autonomías". Su emplazamiento al diálogo fue continuo, casi extenuante, pero también que "al margen de la Constitución sería imposible ningún acuerdo. Y no necesito añadir que mi Gobierno es el garante obligado de la legalidad constitucional", aseveró el presidente.
Noquea a Rubalcaba
Por la tarde llegó el rifirrafe, y el "desplome" de Alfredo Pérez Rubalcaba. "Se lo ha comido", repetían los populares, incluidos varios ministros. "No he pedido su dimisión, no me interesa", le dijo Rajoy hinchado en el turno de réplica, en el que le echó en cara "su historia" política para sacarle los colores: "Habla usted de lo que nunca hizo o de lo contrario que hizo", le criticó. "Mira las caras en la bancada socialista", se mandaron por sms los dirigentes populares.
Una "vuelta a las andadas" que Rajoy paró en seco. Más aún, lo que hizo fue vapulear la "especie de programa" presentado por Rubalcaba e ignorar sus ataques por el caso Bárcenas, al que no mentó. "Mi partido no ha sido condenado por financiación irregular, el suyo sí", sentenció, no sin insistir en la necesidad de un diálogo que ahora se abre entre los grupos.
"¡El barco no se ha hundido!"
Un "victoria", dijeron en todo caso en el Gobierno, sin importancia. "Lo fundamental", remacharon, es el mensaje que Rajoy quiso transmitir a los españoles: "No hemos perdido el tiempo, ni se han hecho los sacrificios en vano. España tiene ya la cabeza fuera del agua. Lo peor de esta amenaza se está convirtiendo en recuerdo", prometió. Esto es, "no tenemos las manos vacías. Hemos conquistado la oportunidad de poder plantearnos el futuro. Los españoles hemos demostrado que merecemos que se nos ayude, no que se nos dirija".
Del "sangre, sudor y lágrimas" a un discurso de esperanza. "¡El barco no se ha hundido!", se congratuló, dándole un sonoro portazo al rescate. Hoy "pagamos nuestras deudas y cumplimos nuestros compromisos. Este es el mejor resumen de lo que hemos logrado: podemos encarar el futuro con seguridad porque hoy tenemos un futuro. Y eso, hace un año, no lo teníamos", concluyó.