No era un acto oficial más, ni mucho menos. No pocos elementos lo dejaron patente: los nervios de los servicios de seguridad, la tensión presente en los distintos gabinetes implicados, la expectación mediática... Y, principalmente, en los discursos. Los del heredero de la Corona y el presidente del Gobierno, perfectamente estudiados y coordinados, a favor de la unidad nacional pero sin referencias explícitas al órdago secesionista, y el de Artur Mas, apartando vocablos como "independencia" o "referéndum" pero reiterando la teoría de que a Cataluña no llega dinero del Estado.
Una mañana entera en un vagón, e intervenciones en un lugar para nada cualquiera: Gerona. "Puerta de España", según Mariano Rajoy, más aún con la nueva línea AVE, que une Barcelona con la frontera francesa. Cuna del independentismo para otros, como así lo reflejaban muchas banderas independentistas en los balcones o el hecho de que el PP sólo obtenga un escaño por esta provincia en el Congreso -dos en el Parlamento catalán-.
En su deslumbrante estación, ante las banderas europea, española y catalana, se intercambiaron los papeles. Don Felipe habló largo rato en catalán, y Mas apenas lo utilizó. El heredero, Príncipe de Gerona, quiso darle toda la relevancia al acto, toda vez "representa un paso más en el proceso de vertebración de nuestro país desde el servicio a los ciudadanos en el ámbito del transporte y de las comunicaciones".
En dos ocasiones llamó a vertebrar la nación, en línea con lo reclamado sólo días antes por su padre, el Rey. "No cabe duda de que el transporte ferroviario y, muy en particular la red de alta velocidad, ha contribuido de manera muy especial a cohesionar y vertebrar territorialmente nuestro país sirviendo como verdadero motor de desarrollo económico", continuó.
Llamó la atención en qué palabras puso el acento el príncipe; en todas aquellas referidas a la unidad. Así, se le escuchó decir que "somos un país en marcha que, con esfuerzo y con sacrificios, está trabajando para superar las dificultades y salir adelante". De este modo, remató, "con fundado optimismo y juntando nuestras fuerzas, afrontaremos con éxito nuestro futuro".
Un futuro en común, y no por separado. A Mas le pidió el heredero "juntar fuerzas", si bien no tocó tema sensible alguno. Si algo hubo fue cordialidad tensa y sonrisas forzadas. Rajoy tampoco se refirió expresamente a la amenaza independentista, aunque también llenó su intervención de llamamientos a la unidad: "Sobre los mapas de España y de Europa, las vías férreas han sido como costuras capaces de acercar los más diversos territorios en aras de una voluntad común", fue uno de sus mensajes.
Otro fue el de dejar claro que el Estado seguirá invirtiendo en Cataluña. No mentó el Fondo de Liquidez Autonómica, que sí utilizó un alto cargo para contestar a la petitoria del líder catalán de más dinero para la región. Según Rajoy, "el Gobierno ha puesto el cien por cien de su voluntad política para priorizar una infraestructura vital para Cataluña como es este AVE, con una inversión total prevista de más de 3.700 millones de euros".
Un relato "inmejorable de nuestra ambición como país", o en otras palabras "la expresión tangible de los logros que podemos alcanzar juntos: porque es precisamente nuestra voluntad de avanzar juntos lo que nos permite abrir grandes caminos", afirmó Rajoy con Artur Mas en primera fila.
No hubo una mala palabra o un mal gesto hacia Cataluña, "polo y pilastra" de España, parafraseando al gerundense Jaume Vicens Vives. Rajoy tiró de historia para evidenciar el proyecto común que defiende: "Esta conexión de Alta Velocidad con Francia es sintomática de una voluntad de apertura capaz de hacer realidad la vieja aspiración de un antiguo embajador de España en Francia, el catalán Marqués de Castelldosrius: que los Pirineos nunca sirvan de impedimento de la relación bilateral de nuestras dos grandes naciones".
Mas, que ya había despachado en privado con Rajoy largo rato antes de tomar la palabra, no utilizó el acto para apelar a la independencia. "Tenemos cosas pendientes, pero hoy no es un acto de reivindicación, es un acto de celebración", aseveró.
Sin embargo, sí lanzó varios dardos. El primero, para menospreciar la unidad de mercado a favor de una que sea a nivel del conjunto de la Unión Europea, y no sólo española. Pero, principalmente, para reclamar más dinero por la vía del victimismo: "Todavía tenemos unas cosas pendientes", afirmó, para quejarse de que "Cataluña es de todos el territorio que tiene menos dotación de infraestructura pública y el que más contribuye al PIB".
Así, definió la línea como "un acto de justicia" a la par que atacó a "determinados medios de comunicación que la presentan casi como un privilegio". Rajoy no le contestó, centrado en esa estrategia del diálogo y el consenso de la que no piensa salirse, y en la que coincidió con don Felipe: "Igual que las dificultades del terreno y de la orografía no han logrado desalentarnos de llevar este tren hasta su meta, la misma voluntad de acuerdo y los mismos esfuerzos solidarios han de llevarnos a pasar página de la actual crisis y acercar un nuevo horizonte de crecimiento y de empleo para Cataluña y para toda España. Ese es nuestro propósito común y ninguna crisis nos separará de él".