Mariano Rajoy decidió ponerse la venda ante la amenaza independentista -"Es bastante probable un referéndum en los próximos cuatro años", afirmó Artur Mas el lunes a pesar del fiasco electoral- y mostró su disposición "total y absoluta" a colaborar con el próximo Ejecutivo catalán en todo aquello que suponga la salida de la crisis económica.
En el Gobierno insisten en que las líneas rojas ya han sido marcadas y en que ha llegado el momento de volver a tender puentes y no en derruirlos por completo. La estrategia, diseñada incluso antes del 25-N, la desgranó el presidente, a puerta cerrada, ante el Comité Ejecutivo del PP: "Vamos a seguir colaborando con Cataluña", fueron sus palabras. Un extremo que ahora hace público a la ciudadanía rechazando entrar "ni en debates ni en polémicas".
Así, de un plumazo, el jefe del Ejecutivo rechazó entrar en cualquier otra cuestión que no sea la delicada situación económica que atraviesa la comunidad, y motivo por el que vuelve a tender la mano a Artur Mas. "La crisis afecta a todos y por eso es importante que nos centremos", argumentó, lanzando como única puntilla que sea "ha perdido" un tiempo precioso consecuencia de la campaña electoral.
Al presidente le preguntaron expresamente si considera que Mas debería de dimitir tras dejarse 12 diputados por el camino en las elecciones extraordinarias de él domingo, pero él se mantuvo fiel a su guión y no dijo una palabra más alta que otra. "El Gobierno siempre estará al lado -de Cataluña, y el resto de comunidades- en la lucha contra la crisis", insistió, abrazando una "estabilidad y seguridad" que espera que se transmita al estamento autonómico.
"Lo peor contra la crisis es generar inestabilidad", por lo que el Ejecutivo "contribuirá en la medida de sus posibilidades" a todo lo contrario, destacó el presidente, en una rueda de prensa conjunta con su homólogo turco, Recep Tayyip Erdogan, tras celebrar una reunión de alto nivel con varios ministros en Madrid. Una respuesta con la que Rajoy pretende un punto y a parte en las relaciones con Cataluña, que -dicen fuentes de Moncloa- "tras las elecciones, tendrán que ponerse otra vez a lo importante, que es a acometer reformas y mantener en línea el déficit público".
El Gobierno espera que Mas vaya rebajando paulatinamente su discurso, y de ahí que algunos de sus portavoces le hayan pedido que no pacte con ERC. Si su perfil es exclusivamente económico incluso no se descarta que el PP pueda ayudarle en este cometido. Sin embargo, no todos piensan igual en las filas populares, y un José María Aznar de campaña navideña para vender el primer volumen de sus memorias hizo de altavoz de quienes buscan mantener el mensaje de firmeza ante el órdago nacionalista.
"Hay unas reglas en nuestra Constitución y tienen que ser respetadas. Todo aquél que se opone al margen de la ley y rompe el sistema y las reglas del juego está teniendo una actitud no sólo desleal sino golpista", sentenció, en Onda Cero. En expresidente siguió tirando del hilo para mandarle un recado a su sucesor al frente del PP: "Debe garantizar que los elementos fundamentales del Estado estén más salvaguardados que nunca en Cataluña". Y, contradiciendo en cierta forma la línea de acción oficial, recordó: "El PP no tiene por qué estar pensando cómo salva a CiU".
Fuentes de la Moncloa enmarcaron lo dicho por Aznar en el capítulo de "opiniones personales", y desvelaron que "desde hoy" la postura del Gobierno –al menos en voz del presidente- pasará por reducir la tensión. En este sentido, el partido será "un buen instrumento para darle algún toque de atención a Mas" si se diera el caso.