Los resultados del barómetro del CIS conocidos a pocas horas del arranque de la campaña electoral en Cataluña dejan, además de la disputa por la victoria entre Ciudadanos y ERC, algo ya de por sí inédito en la historia catalana, un escenario en el que las combinaciones para formar Gobierno se antojan muy complicadas.
Se trata, por buscar un parangón próximo, de algo muy similar a lo vivido tras las elecciones generales de diciembre de 2015, que provocaron un bloqueo político sólo resuelto medio año después, tras la repetición de los comicios y una brutal crisis interna en el PSOE que provocó la dimisión de Pedro Sánchez.
Con el Parlamento catalán que dibuja la encuesta, ni el bloque independentista de ERC, Junts per Catalunya y la CUP, con 67 escaños en la horquilla más alta, ni el constitucionalista, Ciudadanos, PSC y PP, con entre 59 y 60 escaños, obtendrían los 68 necesarios para la mayoría absoluta. Una aritmética que convertiría a la candidatura de los comunes y Podemos, que lidera Xavier Domènech, en el árbitro de la situación, pese a su pésimo resultado, que empeoraría incluso el de 2015, que ya Pablo Iglesias calificó de "altamente decepcionante".
Ni Arrimadas ni Puigdemont
Pablo Iglesias y el candidato de Ada Colau, Xavier Doménech, han puesto tres líneas rojas en materia de pactos postelectorales: ni con el PP, ni con Ciudadanos ni tampoco con el PDeCAT. "La solución más sensata en Cataluña es que progresistas que pensamos distinto, tanto los partidarios de decir que Cataluña es uninacional, otros que son independentistas y nosotros que apostamos por un nuevo encaje en Cataluña, nos pusiéramos de acuerdo", ha dicho el secretario general de Podemos en sus últimas entrevistas.
Es decir, en teoría, buscan un "pacto de izquierdas" en el que podrían estar junto a ellos ERC y el PSC. Pero estos tres partidos no suman. Con los 32 de Esquerra, los 21 de Iceta y los 9 de Cataluña en Común, si tenemos en cuenta el CIS, tan sólo llegarían a los 62 escaños. Ya en la práctica, miembros de la confluencia catalana de Podemos en el Congreso reconocen que un "acuerdo progresista" para estas elecciones se vislumbra como un "sueño".
Con su plan fracasado, los de Ada Colau se verían en la tesitura de romper sus promesas si no quieren que se repitan elecciones. Tendrían que decantarse por los constitucionalistas o por los separatistas, allanándole el camino a Carles Puigdemont.
¿Es posible la "operación Iceta"?
Que el candidato socialista fuese investido con el apoyo de partidos más votados que el PSC, al estilo Borgen, es una opción con la que se especula desde hace semanas y que, con los datos del CIS, que suponen una exponencial mejora del resultado de los socialistas catalanes, que pasarían de 16 a 21 representantes, cobran carta de naturaleza.
Los socialistas han ido variando sus posiciones sobre posibles pactos según se ha ido acercando la campaña. El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, quiso dejar clara la línea ideológica de su partido hace unas semanas cuando aseguró que el PSC no iba a hacer presidente a ningún candidato independentista ni de un partido de derechas. "Somos una organización de izquierda, socialdemócrata, Ciudadanos es la media naranja del PP. No apoyaremos ni a independentistas ni a opciones políticas de derechas", aseguró muy rotundo al inicio de la precampaña.
Sin embargo, Miquel Iceta puso en duda las palabras de Sánchez el pasado lunes porque aseguró que su objetivo principal ahora es "llegar a acuerdos para poner en marcha un país que ha caído en su reputación". Iceta, en un desayuno junto a gran parte de los barones socialistas, confesó que no iba a salir investido ningún candidato independentista pero aseguró que "en lo que de mí dependa, no habrá repetición de elecciones". Desmontaba así la negativa tajante de Sánchez a hacer presidenta a Inés Arrimadas, mostrándose "dispuesto a contemplar otras posibilidades".
La líder naranja, a las puertas de lograr un resultado impensable para su partido cuando hace apenas una década lograba entrar con tres escaños en el Parlament, insiste, como también hace un Albert Rivera que la seguirá de cerca en campaña, en plantear la disyuntiva entre ella y Junqueras o, dadas las últimas noticias judiciales, entre ella y Marta Rovira.
Sin embargo, el CIS, junto a datos euforizantes para Ciudadanos, como que en la provincia de Barcelona ganaría las elecciones con hasta cuatro escaños más que ERC, deja otros que podrían hacer peligrar el sueño de Arrimadas de ser presidenta. La candidata naranja es bastante peor valorada por los catalanes (2,99) que Iceta (4,30) y, además, hay más ciudadanos, un 15,8%, que prefieren al socialista en el Palau de Sant Jaume, que a la centrista, un 14,6%. Y si bien un 12,9% de quienes votaron al PSC en 2015 optarán esta vez por Arrimadas, un 11% de los que optaron por la papeleta naranja hace dos años prefieren ahora al socialista. Dado que la base de votantes de Ciudadanos es mayor, hay más votantes naranja que cambian al bando socialista que al revés. Argumentos, todos ellos, que podría esgrimir llegado el momento Iceta, sin duda preferido por los comunes que, como se ha dicho, serán el árbitro de la situación.
La subida de Ciudadanos se explica más, esta vez, por el trasvase desde el PP. Un 47% de quienes votaron a Albiol en 2015, casi la mitad, optarían ahora por Arrimadas, quien es mejor valorada por los electores populares que el propio líder de la formación conservadora.
Puigdemont o Puigdemont
Por lo tanto, con estos datos sobre la mesa, la posibilidad de que el bloque independentista pueda revalidar su mayoría separatista en el Parlament es bastante complicada, aunque el mensaje que van a vender durante los próximos días en sus actos de campaña será el de que "todavía es posible". Ahora mismo, según este CIS, estarían a un escaño de esa ansiada mayoría absoluta. El independentismo confía en que la decisión del magistrado del Supremo, Pablo Llarena de dejar en prisión al exvicepresidente Oriol Junqueras, al exconsejero Joaquim Forn y a los Jordis tenga un claro efecto movilizador el próximo 21 de diciembre, para intentar ponérselo lo más difícil posible al bloque constitucionalista, aunque recurran a posibles pactos con los comunes y Podemos.
Otra cosa será quién debe ser investido presidente en el hipotético caso de que consigan esta mayoría. La división interna dentro del propio independentismo hace que haya sido imposible ponerse de acuerdo para pactar un programa conjunto y esto nos da algunas pistas de cómo se espera que sea una futura negociación de gobierno. En ERC ya dan por hecho que su cabeza de lista, Oriol Junqueras, no podrá ser presidente pero no están por la labor de dejar que lo sea un candidato de otro partido, en este caso, el expresidente Puigdemont, que sería investido durante su estancia en Bruselas. El plan de ERC pasa por que sea Marta Rovira la futura presidenta y dejar a Puigdemont un cargo simbólico, algo así como "una presidencia legítima" sin efectos.
La CUP de momento se mantiene al margen de este escenario pero, llegado el momento, los radicales podrían ser tan decisivos como para forzar la marcha del expresidente Artur Mas a comienzos de 2016. Los radicales ofrecerán su apoyo a quien se comprometa a fijar un calendario a corto plazo para implementar la república catalana. Por ahora, ni ERC, ni Junts per Cataluña quieren comprometerse a dar plazos.
Si en 2016 se vivieron varias votaciones de investidura fallidas, las que intentó Artur Mas, y hubo un cambio a última hora de candidato para evitar la repetición electoral que muchos daban por segura, el escenario después del 21-D no parece que vaya a ser más fácil. Aunque en esta ocasión puede que los no independentistas sí tengan un papel que jugar.