El 8 de octubre, alrededor de un millón de personas salieron a las calles en Barcelona para denunciar los planes golpistas del separatismo. Fue un día histórico, la primera manifestación masiva con banderas de España en Barcelona. Fue el día en que Mario Vargas Llosa denunció el sesgo supremacista del nacionalismo y los ciudadanos desmintieron el "relato" independentista. También discutieron la consigna de que "els carrers seran sempre nostres" que corean en sus marchas las personas movilizadas por el aparato de agitación y propaganda del nacionalismo.
Cuatro días más tarde, las banderas de España volvieron a las calles de la capital catalana. Cien mil personas se juntaron en el centro para celebrar el 12 de Octubre. Nunca en la fiesta nacional se había visto tal manifestación en Barcelona. Y este domingo, menos de 48 horas después de la proclamación de la república catalana en esperpéntica sesión parlamentaria, otra vez un millón de personas se reunían convocados por Sociedad Civil Catalana (SCC).
Cinco años de desprecio
El discurso separatista sobre su "mayoría" está descuadrado. La otra mayoría, la que aguantó cinco años de proceso separatista en medios públicos y privados de Cataluña; de exhibiciones de masas en cada edición del 11 de septiembre publicitadas durante semanas y con el apoyo económico y funcional de ayuntamientos, diputaciones y de la Generalidad; de desprecio, ninguneo y amenazas; esa que llamaban "silenciosa" ha perdido el miedo a ondear sus banderas, la española, la senyera y la europea.
La pequeña y voluntariosa Sociedad Civil Catalana, muy lejos de las dimensiones de la ANC u Òmium, de sus millonarios presupuestos y de sus gruesa militancia, ha logrado en menos de un mes cifras que compiten con las que se daban en el momento álgido del independentismo.
La Guardia Urbana cifró el 8 de octubre en 350.000 personas. Este domingo ha rebajado en 50.000 el número de asistentes. Aquel domingo en el que muchos ciudadanos se dejaron el miedo en casa, la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, ni reaccionó. La idea más extendida entre los nacionalistas y la izquierda podemita fue que los manifestantes no eran catalanes, que habían venido de toda España para invadir la ciudad por un día. Cuatro días después despreciaron la concentración del 12 de Octubre. Esta vez, Colau sí se ha pronunciado. A su manera, instalada en el desprecio a las banderas ajenas: "Bienvenidas todas las manifestaciones cívicas y masivas de estos días. Barcelona siempre será la capital orgullosa de una Cataluña plural".
Las cifras
La delegación del Gobierno ha rebajado en 350.000 la cifra de 1.350.000 aportada por la organización. El efecto es incuestionable. Las tomas aéreas, las concentraciones dispersas en otros puntos de la ciudad como la Vía Layetana y la plaza de San Jaime descabalgan los "cálculos" de la administración municipal de los "comunes" de Colau. Si las imágenes correspondieran a una manifestación de signo contrario no se aceptaría una cifra menor al millón y medio y sería doble portada en los diarios de Barcelona.
El PSC se ha sumado. Es la primera vez que los socialistas catalanes acuden a un acto de Sociedad Civil Catalana, que comenzó su andadura el 23 de abril de 2014 de manera casi clandestina, sin medios y sin la menor perspectiva de competir con las entidades separatistas en la calle. Planteaban una oposición en el terreno de las ideas y comenzaron a desmontar los mitos del nacionalismo con más voluntad que repercusión mediática. Han sido obviados en los medios catalanes hasta ahora.
Ciudadanos y PP no faltaron. En la cabeza de la marcha se apelotonaban Albert Rivera, Miquel Iceta, Inés Arrimadas, Dolors Montserrat y Xavier García Albiol con los miembros de SCC, cuyas previsiones quedaron de nuevo hechas añicos. La organización que dirigen Mariano Gomá, Álex Ramos, Miriam Tey y José Domingo se ha convertido en un actor clave en el minado escenario catalán.
Mantiene un desprejuiciado aire transversal. En el acto de hoy hablaron la catedrática de derecho constitucional Teresa Freixes, el profesor de la Universidad de Barcelona Félix Ovejero, el exlíder del PCE Paco Frutos y el expresidente del parlamento europeo Josep Borrell, quien también fue uno de los protagonistas del 8 de octubre.
Imperaron las apelaciones al voto para el 21 de diciembre, las llamadas a quienes no participan en las autonómicas pero si en las generales para que hagan una excepción. Se volvió a escuchar con fuerza el "Puigdemont, a prisión". Borrell trató de parar ese clamor y exigió que la justicia actúe rápido para exigir responsabilidades a los dirigentes separatistas. También se oyó con fuerza el "TV3 manipuladora". Fue lo que destacó la televisión pública en la que como un acto reflejo aún se trata de Puigdemont de "president".
Intervención de Frutos
Destacó sobremanera el discurso de Paco Frutos, que se proclamó "traidor" a las mentiras e "historietas" del nacionalismo con especial mención al 1714. También acusó a los nacionalistas de fomentar el "racismo identitario" y denunció a la izquierda que va detrás del nacionalismo. El discurso del exlíder del PCE entre 1998 y 2009 atacó la raíz del separatismo, a cuyos líderes acusó de ser los "botiflers" (traidores) reales "porque os cargáis la libertad y la democracia". Frutos, que se afilió al PSUC y a CC.OO durante la dictadura, también denunció que los nacionalistas "envíen niños a manifestarse con pancartas en contra del franquismo", así como la actitud de la "izquierda cómplice que dice que no es nacionalista pero les baila el agua y va detrás de los nacionalistas".
SCC, un actor inesperado
Tras dos exhibiciones por parte de lo que nacionalistas llaman con desdén "unionismo", la propaganda separatista tiene un grave problema. Las calles han dejado de ser su monopolio. A diferencia de los actos independentistas, no hay actuaciones musicales, no hay velas ni eslóganes mayoritarios. El ritmo es diferente. Aires de improvisación. La primera vez, el 8 de octubre, las sensaciones entre los manifestantes eran de alivio, de sorpresa ante el impresionante despliegue. Este 29 de octubre, la sorpresa fue menor y del alivio se ha pasado a un cierto orgullo. Hay otra corriente central, una pulsión imprevista bajo una pancarta que dice "Todos somos Cataluña", que reivindica España y que pone en duda todos los apriorismos dominantes sobre los modelos lingüísticos, educativos y mediáticos puestos en práctica por el nacionalismo y avalados durante décadas por los socialistas.