Al menos no ha habido empate, como en la primera asamblea de la CUP sobre la cabeza de Artur Mas, pero el parto del nombre de la nueva Convergencia ha sido tan fluctuante como una discusión entre los "antisistema" y los "anticapitalistas" en un cónclave cupero.
Había tres nombres en liza, Junts per Catalunya, Partit Demòcrata Català y Partit Nacional Català. De primeras, Junts per Catalunya ha obtenido 443 votos; el PDC, 896; y 811 el PNC. Descartado el Junts, se ha ido a una segunda votación en la que se han impuesto los partidarios del apellido "demòcrata" ante los "nacionales" por 871 votos a 657.
El alumbramiento se produjo poco antes de las doce del mediodía, tras una noche intensa de negociaciones entre las familias del partido en las que Mas se tuvo que arremangar para que saliera adelante su propuesta de organigrama, pero con retoques. Habrá vicepresidencia, como quería Mas, pero será de carácter institucional, como no quería el aludido. Con toda seguridad será ocupada por Neus Munté, la portavoz del gobierno autonómico y en la práctica de institucional sólo tendrá el nombre.
También tuvo que ceder parcialmente en lo de eliminar por completo la figura de secretario general. Habrá un "coordinador" de la ejecutiva de doce que en teoría será el número dos del partido. Mas confía en que ese puesto sea para Jordi Turull, su candidato, pero eso no se dilucidará hasta dentro de dos semanas, en una segunda parte del congreso fundacional del PDC que promete emociones fuertes.
Los organizadores del congreso muestran su satisfacción por la alta implicación de los asociados de la nueva formación, pero a nadie se oculta que el cónclave ha sido una suma de despropósitos, empezando por el nombre y terminando por las cesiones que ha tenido que hacer Mas para no quedar en entredicho.
La bronca es monumental. El encono de los sectores de Turull y de Germà Gordó puede provocar un cisma a las primeras de cambio en el nuevo partido.