José María Aznar volvió a hacerlo. Siete días después de la primera andanada, llegó la segunda y avisó al partido del que es presidente de honor de que se encamina "hacia una catástrofe electoral" -según la traducción de uno de sus cargos próximos- en caso de que no corrija el rumbo. Y, claramente, enfatizó que Ciudadanos puede arrebatarle la primacía del centro-derecha, toda vez los españoles "piensan que ha defendido mejor el orden constitucional" y "la unidad" en Cataluña.
En esta ocasión, la advertencia no vino vía comunicado, sino que todos pudieron escuchar el tono -muy duro- y el fondo de su discurso en el foro público "Futuro en español". Aunque, eso sí, ningún primera fila del Gobierno o del PP acudió al acto, como sí se coordinaba anteriormente, cuando no faltaba una representación de ambas casas. Aznar sólo pudo fotografiarse con Ana Botella, su mujer y otrora alcaldesa de Madrid, y Cayetana Álvarez de Toledo, diputada del PP con la que Aznar se fue en el coche y que en Génova dan por descontado que no encontrará acomodo en ninguna lista electoral popular de cara al 20 de diciembre.
En la práctica, Aznar vino a calcar su severo escrito del lunes 28. Reconoció la "clara victoria de Ciudadanos" en Cataluña y verbalizó lo que, en privado, transmiten las estructuras locales y regionales a la dirección nacional: que la fuga de votos en favor de Albert Rivera es cada día mayor, como se constata, por ejemplo, en la última encuesta publicada por Sin Complejos, programa de esRadio que dirige Luis del Pino.
No hubo rectificación de ningún tipo. El expresidente lamentó las "descalificaciones personales" sufridas, pero a renglón seguido precisó que no ha visto desautorizados sus argumentos "por nadie", sino más bien "reafirmados". Algo que, tras su segunda reprimenda en una semana, volvió a ponerse de manifiesto, aunque siempre en un calculado off the record.
De hecho, la fractura en el PP ante los diagnósticos de Aznar y Mariano Rajoy es cada día más palpable. Al menos, en privado. Mientras la dirección nacional reitera que escucha la versión del expresidente como la de cualquier otro militante y que los resultados de las catalanas no son extrapolables, históricos de la formación -por ejemplo, anteriores líderes territoriales- y altos cargos le reconocen que "al menos nos está avisando de que el precipicio está ahí y que, como no cambiemos de rumbo, nos la pegamos".
"Saldar las palabras de Aznar diciendo que es un militante más no puede ser más grotesco. Él articuló el proyecto del PP y ahora Ciudadanos parece que nos lo puede arrebatar afirmando lo que nosotros hemos dicho siempre", argumentó un ex líder regional, en conversación informal con este diario. "Algo hay que hacer o, como escribe Federico -Jiménez Losantos-, en Navidades cantaremos nuestro último villancico", remató.
Rivera y Sánchez son "aliados"
En el Comité de Dirección, Rajoy estudió una vez más con su nueva cúpula qué hacer para frenar la hemorragia. Y, mientras Aznar auguraba un Ciudadanos captando los votos del PP, el presidente ordenaba pasar al ataque y vincular a Rivera con Pedro Sánchez. "Son de centro-izquierda", resumió Javier Maroto, que hizo de portavoz librando a Pablo Casado -y ya es la segunda vez- de contestar preguntas relativas a Aznar que le son muy incómodas por su vínculo con el expresindente.
En rueda de prensa, y una y otra vez, Maroto lanzó el mismo mensaje: Rivera y Sánchez "hacen ojitos políticamente", "su amistad se está convirtiendo en un noviazgo político" y "ya no lo ocultan". Se constata, en su opinión, por "la vía de los hechos, por sus votos" en Madrid y Andalucía, pero también tras leer su ideario político. "Su declaración de principios es de centro-izquierda", reiteró, en un claro giro de estrategia. Y volvió a lanzar la advertencia: "Ciudadanos será la muleta" del líder socialista para alcanzar la Moncloa en caso de que no pueda sumar con los votos de Podemos.
Así, frente a la tesis de Aznar, Rajoy intenta lanzar la idea de que sólo un partido de centro-derecha concurre a las elecciones generales, y que ése es el Partido Popular. Aún más, que sólo él representa la estabilidad económica e institucional, argumentando que tiene el respaldo de los principales líderes europeos -el 21 y 22 de octubre, habrá una cita en Madrid de mandatarios conservadores con Angela Mérkel a la cabeza- y que su plan de reformas ha contado con el aval de empresarios y organismos internacionales.
Si bien, más allá de la nueva estrategia de Génova, las fuentes consultadas admiten que "desde todos los ángulos" los razonamientos de Aznar y Rajoy son antagónicos. "Hay que volver a ilusionar a nuestro votante, recuperar nuestro ideario político", según el entorno del responsable de FAES, en línea con lo que recetan otros dirigentes como Esperanza Aguirre. El expresidente insistió este lunes en que hay que rearmar "el orden constitucional" y, en ningún caso, abrir el melón de la reforma de la Carta Magna. "Hay que ser muy claro" porque, en caso contrario, "se confunde a la opinión pública", dijo. Cabe recordar que José Manuel García-Margallo abogó por acometer cambios para acomodar "el hecho catalán.
Y, de nuevo, tras el quinto revés en las urnas y siempre en privado, barones y parlamentarios confiesan que "el verdadero problema es Mariano", aunque se dé por asumido que ya no hay margen de maniobra en ese sentido. Precisamente, a Aznar le preguntaron si Rajoy debía de ser el candidato a las generales, pero rehusó contestar. Eso, esquivó, "lo decide el PP". Aunque, en realidad, ya es cabeza de cartel desde el último congreso nacional, celebrado al inicio de la legislatura.