Suflé, burbuja o montaña rusa, el independentismo se desinfla, pincha y comienza a caer. Las señales de flaqueza son tan evidentes que la Assemblea Nacional Catalana (ANC) tuvo que suspender el segundo mitin de su gira de rentré, previsto para el pasado domingo. Debía ser un nuevo acto de afirmación separatista en Barcelona y el pistoletazo de salida en apoyo de los candidatos a alcalde de los partidos secesionistas, pero ni las CUP ni CiU se avinieron a participar o firmar compromiso alguno que vinculase las elecciones municipales con el denominado proceso.
El alcalde y alcaldable de CiU por Barcelona, Xavier Trias, hace todo lo posible por esconder la estelada tras haber sido en los últimos tres años el más furibundo converso al separatismo de Convergencia. También la mayoría de candidatos de la federación nacionalista. Los sondeos sobre el apoyo a la independencia de Cataluña reflejan un pronunciado descenso de los partidarios del Estado propio, que suman el 43,75% del electorado frente a un 47,93% que está en contra, según los datos de la última encuesta publicada en La Vanguardia. El sondeo atribuye 7,25% al voto en blanco y un 1,07% asegura que no votaría.
Las encuestas municipales tampoco resultan favorables a los partidos separatistas. Trias pugna con la dirigente antisistema Ada Colau en una horquilla de 9 a 11 concejales mientras irrumpe ciudadanos (Carina Mejías) con 6-7 ediles. El PP (Alberto Fernández), PSC (Jaume Collboni) y ERC (Alfred Bosch) obtendrían cinco y las CUP podrían entrar en el ayuntamiento barcelonés con dos concejales.
El panorama de cara a las autonómicas es aún más desfavorable, con CiU en caída libre con 35 diputados (en la actualidad tiene 50); ERC, en 26 (21) y con Ciudadanos liderando la oposición con 26 escaños, más voto que ERC y muy por delante de los 12-13 del PSC (20); los 9 del PP (19), 8 de Iniciativa (13); 6-8 de Podemos y 10-11 de las CUP (3). Este es el parlamento catalán que dibuja otra encuesta del diario de Godó si es que finalmente se celebran elecciones autonómicas en Cataluña el 27 de septiembre.
Pero esa fecha, que Mas anunció el pasado 14 de enero, se puede quedar en un domingo cualquiera a poco que de las municipales se pueda inferir la inconsistencia del suflé. El "president" ya ha puesto en tela de juicio sus propias palabras en dos ocasiones: primero acusó a ERC de no ser leal a los acuerdos y después hizo correr la especie de que Rajoy pretendía convocar las generales ese mismo 27-S. Mas ya ha marcado excepciones en su anuncio-promesa de que a finales de septiembre los catalanes no acudirían a unas autonómicas sino a unas plebiscitarias.
A la vez insiste en convertir las municipales en una primera vuelta de ese "referéndum" en el que se decidiría una declaración unilateral de independencia en función de la suma de diputados y no de los votos, como no se cansa de especificar el propio Mas en flagrante contradicción con el discurso municipalista de sus alcaldables.
Los desacuerdos, el desánimo y la frustración también son evidentes en la ANC, que prepara las votaciones internas para sustituir a Carme Forcadell en un clima de suspicacias y con una "hoja de ruta" convertida en papel mojado. Se postulan el adjunto al defensor del pueblo catalán, Jordi Sànchez, y el "empresario" que se negó a dar la mano hace poco más de un año al entonces príncipe Felipe en el congreso de telefonía móvil, acto que fue jaleado entre risas por Mas y Trias.
Se duda de que la ANC sea capaz de conseguir las movilizaciones de pasadas ediciones del "Onze de Setembre", debido en gran parte a no haberse cumplido ninguna de las profecías sobre una Cataluña independiente en 2014 o el 23 de abril pasado como muy tarde.