La renovación del acuerdo de legislatura entre Mas y Junqueras y su conversión en "hoja de ruta soberanista" ya ha dado sus primeros "frutos": el presidente de la Generalidad no comparecerá en la comisión parlamentaria sobre el fraude fiscal formada a cuenta del "caso Pujol" y ERC aprobará los presupuestos autonómicos tras la ampliación de las partidas ya previstas para la "acción exterior" (nuevas embajadas) y la Hacienda propia (que incrementa en un 33% el apartado de contratación de personal funcionario).
Pese a ambos favores de ERC a CiU, Mas y Junqueras ya han reiniciado las hostilidades. De momento, el tono es bajo, pero las discrepancias, de fondo. El líder de CiU ha reprochado al de ERC que se le atribuyera de manera "innoble" e "impropia" el veto a que los republicanos pudieran llevar independientes en sus listas. De las entrevistas y declaraciones públicas de ambos tras el anuncio electoral también se desprenden contradicciones. La más singular, sobre la fecha electoral en caso de que no hubiera habido acuerdo. Según Junqueras, la oferta de Mas era la que fue o agotar la legislatura, con elecciones en 2016. En cambio, Mas reveló que tenía previsto celebrar los comicios en marzo si había lista conjunta o el 27 septiembre aunque ERC no aceptase su nueva oferta, consistente en que le aprobasen los presupuestos, le garantizasen la estabilidad parlamentaria durante los próximos meses y una "hoja de ruta" común para antes y después del 27-S.
La desconfianza entre ambos dirigentes es absoluta, hasta el punto de que ambos replican que anteponen los intereses de "país" a cualquier otra cosa cuando se les pregunta si la renovación del voto de unidad supone la recuperación de su sintonía en el pasado. La fragilidad es la nota dominante en las relaciones entre ambos partidos. De entrada, las primeras discrepancias han surgido con la culminación del proceso separatista. ERC sostiene que si ambos partidos suman mayoría el 27-S sólo cabría hacer un referéndum para aprobar una constitución que a la vez serviría para ratificar la independencia. En cambio, Convergencia cree que son necesarios dos votaciones más, una para la separación en sí y otra para la nueva constitución.
Aunque parezca una discusión bizantina, los "ponentes" de ambos partidos y de las entidades separtistas que amparan las negociaciones han mostrado un notable grado de apasionamiento a causa del número de elecciones que tiene que haber después de las autonómicas para "revalidar" la independencia.
Más concreto es el caso de las alianzas municipales, en el que el enfrentamiento entre ERC y CDC es total. Mientras Mas aseguró que se fomentarían los acuerdos entre ambas formaciones, en ERC se dice todo lo contrario, que no están dispuestos a renunciar a los pactos con las CUP, con el PSC y con Podemos.
El anuncio de que Convergencia aprovechará estos meses para "refundarse" también ha causado malestar en ERC, que, por el momento, facilita las operaciones de Mas pero empieza a exigir el adelanto de las contrapartidas prometidas a cambio de los favores políticos que ya se están produciendo por su parte. Se estudia la creación de una consejería de Relaciones Exteriores que podría facilitar la entrada en el gobierno catalán del partido de Junqueras, petición hecha por el antedicho el día después de la "fumata blanca" para el adelanto electoral y ante la que en CDC se mira para otro lado.