Primavera de 2008, sábado por la mañana, sede de Ciudadanos en Cornellá. Albert Rivera, a punto de cumplir dos años como presidente del partido, comienza a atravesar una época que años más tarde, en declaraciones a Libertad Digital, calificaría como "la UCI política". En una pequeña sala con vistas a un cementerio se celebra una reunión ordinaria del Consejo General del partido, el máximo órgano entre congresos que se ha convertido en la peor pesadilla del joven líder, diputado ya en el Parlamento de Cataluña. Vestido con ropa informal, Rivera trata de insuflar ánimo en unas filas muy desmoralizadas por la situación interna, poco más de un año después de su histórica entrada en el Parlament. La expansión nacional del partido se ha visto frustrada por la irrupción de UPyD, que con Rosa Díez al frente, y tras un airado rechazo, el primero, a cualquier colaboración o pacto, ha logrado entrar en el Congreso tras las elecciones de marzo de 2008, en las que José Luis Rodríguez Zapatero repite victoria sobre Mariano Rajoy, después de arrasar literalmente con la militancia de Ciudadanos fuera de Cataluña.
Pero no sólo es desanimo lo que cunde en sus filas, que están más divididas internamente que nunca, como luego se evidenciaría con el abandono de los entonces otros dos representantes institucionales: Antonio Robles y José Domingo. Este último mantiene en aquella reunión un fuerte y por momentos violento enfrentamiento con uno de los `riveristas´, el entonces ignoto Jordi Cañas, que terminaría siendo elegido dos veces diputado, en 2010 y 2012.
Como suele suceder en toda organización política, el fracaso en las elecciones generales, a las que Rivera acudió como número uno por Barcelona, la única circunscripción en la que existía alguna remota opción de éxito, provoca reproches mutuos. Domingo llega a decir que no hubo candidato, una fuerte andanada contra el líder del partido que es replicada por Cañas airadamente. Tras el rifirrafe, Rivera interviene en tono conciliador y traza ante sus compañeros una estrategia de corto plazo conservadora. Les pide que recuerden que el partido se tiene en pie, financieramente hablando, gracias a la subvención que reciben por sus tres únicos diputados regionales, que ni siquiera les permiten constitutir un grupo parlamentario propio. Insta a la calma y advierte de los cantos de sirena para una formación entonces aún emergente. Y les recuerda, como relevante botón de muestra, la oferta que habían recibido antes de las elecciones por parte Eduardo Zaplana, a la sazón portavoz parlamentario del PP, para concurrir juntos en las circunscripciones catalanas. Una oferta, recuerda, que el exministro les trasladó en el curso de una manifestación en Madrid "a este señor y a mí", afirma Rivera apoyando su brazo en José Manuel Villegas, uno de sus más fieles colaboradores, hoy diputado.
Un somero repaso a la situación de Ciudadanos, siete años después, da la razón al tacticismo de su líder en aquellos difíciles momentos. Tras el éxito de la plataforma Movimiento Ciudadano el invierno del año pasado, que culminó con los dos eurodiputados obtenidos en mayo merced a medio millón de votos en toda España, la gira de presentación del proyecto continúa, aunque en esta ocasión con dos citas marcadas como meta: las municipales y autonómicas de mayo y las generales de noviembre.
Volver a empezar en la Glorieta de Bilbao
El mítico Café Comercial, sito en la Glorieta de Bilbao de Madrid, es estos días escenario de idas y venidas de varios treinteañeros con aspecto de volver de la oficina. Se trata del grueso de militantes de la Agrupación de Ciudadanos en Madrid, que quedó prácticamente desahuciada hace un lustro, fundamentalmente por la fuga masiva a UPyD -es el caso del líder de la formación magenta en la Asamblea de Madrid Luis de Velasco o del eurodiputado Enrique Calvet- y que se ha reconstruido de cero hasta alcanzar los casi 1.500 militantes, un cuarto del total de Ciudadanos. La sede, aún no acondicionada del todo, está justo enfrente, en la calle Carranza.
Un perfil habitual del militante es el que supera por poco los treinta años, tiene estudios superiores y trabaja en la empresa privada; casi clónico, por tanto, al del presidente de Ciudadanos. Además, sintió la llamada del compromiso político en 2011, con el movimiento de los indignados, pero tras mucho visitar la Puerta de Sol decidió que el enfado con la clase política y la frustración por una crisis económica e institucional como nunca antes su generación había conocido debía canalizarse por vías políticas no populistas. Por eso decidió militar en Ciudadanos, por eso y por la confianza en un líder, Albert Rivera, al que ha visto desenvolverse durante estos años en las tertulias de televisión y en las redes sociales defendiendo posturas con las que sintoniza en gran medida. Ahora observa con vértigo el camino recorrido y señala un punto de inflexión claro en la percepción de Ciudadanos como fuerza nacional: el 25 de mayo de 2014, fecha de las elecciones europeas, cuando más de medio millón de votos en toda España convirtieron a Javier Nart y a Juan Carlos Girauta en los primeros representantes instituciones de relevancia del partido fuera de Cataluña. Además, considera que en la actual situación, con el auge de Podemos, Rivera es el líder que mejor puede combatir a Pablo Iglesias.
Un partido entre Barcelona y Madrid
Los dirigentes de Ciudadanos repiten una y otra vez que un partido nacional puede, perfectamente, tener su sede central y su Ejecutiva en Barcelona. Pero a nadie se le escapa que Madrid es la principal lonja de la mercancía política en España, donde se albergan los principales centros de poder e influencia públicos y privados y los principales medios de comunicación. Por eso desde la Agrupación de Madrid esperan que pronto sea habitual ver a Rivera y a otros miembros de su Ejecutiva ofrecer ruedas de prensa en su nueva sede. No ocultan que hubo cierta tensión en la relación Barcelona-Madrid cuando la Agrupación capitalina comenzó a crecer exponencialmente pero aseguran que ahora la sintonía es total. El actual Consejo General de Ciudadanos, elegido a principios de 2013, carece por esa razón de miembros de fuera de Cataluña, incluidos los madrileños, aunque éstos valoran el apoyo sin fisuras que el órgano fiscalizador de Ciudadanos ha otorgado en el último año a la expansión nacional, que se confirmará en mayo con la puja en las autonómicas y municipales, con candidaturas en prácticamente todo el territorio nacional. Pero sin duda la gran cita es en las elecciones generales de noviembre y, aunque las primarias obligatorias son una seña de identidad irrenunciable para Ciudadanos, nadie duda de que será Rivera el candidato. Cada nueva encuesta que se conoce ratifica que el rumbo es el correcto, particularmente la última de Metroscopia para El País, que les sitúa como cuarta fuerza política con el 8% de los votos.