Jordi Pujol no es un árbol caído del que se esté haciendo leña. Es serrín lo que sale de la larga, pesada y dolorosa digestión que sufre el catalanismo desde la confesión del pasado viernes. Muchas de las líneas maestras de la política catalana que parecían inamovibles han cambiado por completo y algunos de los más sorprendentes movimientos de las últimas semanas adquieren ahora sus verdaderos significados. La enigmática salida a medias de Duran Lleida de CiU, pero no de Unió, y su vago y difuso aviso de que se dedicaría a un nuevo proyecto político se entienden perfectamente. La confesión y posterior asesinato político del padre de CDC y de CiU abocan al partido de Pujol y a la federación de Pujol a una refundación que puede acabar con las dos siglas.
El desprestigio en el que ha sumido Pujol a CiU no parece afectar a Josep Antoni Duran Lleida, que dedica las horas finales del régimen pujolista a visitar comedores sociales y lanzar mensajes en Twitter sobre la necesidad de regenerar la política. Se dispone a intentar aprovecharse de los restos del previsible naufragio convergente, acechado por el descrédito y las mentiras de su fundador, las peleas internas por la dirección del proceso y la pujanza electoral de ERC.
Mas, Francesc Homs y Josep Rull, los hombres fuertes de Convergència, hablan de refundar el partido y loan la figura de Pujol mientras se dedican a borrar cualquier pista que relacione a la familia Pujol con el partido. El presidente de la Generalidad ha interpretado los dos papeles en el mismo mensaje a los catalanes, el del "hijo político" que "no siente rabia", aunque entiende que haya gente que sí, el del "enorme dolor y la compasión". Y también el de hombre práctico, capitán avezado y político pragmático. "Sí, venía a las reuniones, pero hace diez años que no tomaba ninguna decisión importante", dijo Mas. Quedó en el aire si el contrato de mantenimiento de la jardinería de todas las administraciones públicas era importante o una de esas cosas que le dejaban escoger al presidente fundador de honor.
En el parricidio político ejecutado por Mas con entre paréntesis de plañidera a lo Arias Navarro, una de las paletadas destacadas ha sido el intento de minimizar el efecto que pudiera tener la salida del armario de Pujol en el proceso soberanista. El proceso continúa, es el resumen de la valoración de Mas. La Cataluña política y económica sufre el cataclismo de una mentira sostenida durante casi cuatro décadas, pero Mas entiende que tiene "muchas fortalezas", en velada alusión a las bases del proceso, el funcionariado hipermovilizado de la Assemblea Nacional Catalana.
Con Pujol en la picota, "la hoja de ruta se mantiene", dijo Mas por la mañana. Por la tarde, el grupo de ERC se sumaba a la petición de comparecencia parlamentaria del expresident, a la que el ciudadano Pujol puede decidir no asistir. En caso contrario, tal hecho se produciría en septiembre, en el contexto de una Diada que servirá para medir si el fin del régimen disuelve o endurece el separatismo.
Mientras tanto y mientras a Pujol ya se le considera de peor calaña que Félix Millet, el del expolio del Palau de la Música, y el alcalde Xavier Trias, viejo examigo le retira la medalla de Barcelona y el saludo, Rajoy espera en Moncloa a un presidente de la Generalidad notablemente perjudicado y de cuyas últimas andanzas y reuniones con Pujol (la primera el viernes por la mañana y la última el lunes por la noche) se desprende que lo peor está por venir y puede ser de dimensiones aún más catastróficas. Cree, y así lo ha dicho, que la familia Pujol preferirá centrarse en las explicaciones que tendrá que dar ante los jueces que a una comparecencia en el parlamento regional. En cambio, no ha comentado nada sobre las implicaciones administrativas que se derivan de todos los negocios y la fortuna de los Pujol o de su propio papel como delfín político y conseller en cap (se le creó la figura ad hoc de consejero jefe, como Rafael Casanova) mientras el patrimonio de la familia se multiplicaba en Andorra, Suiza y otros paraísos fiscales.
De momento, el juez de la Audiencia Nacional Pablo Ruz ha citado a declarar al primogénito, Jordi Pujol Ferrusola, el 15 de septiembre, cuatro días después del 11, y a su exesposa. Oleguer Pujol, el de los negocios inmobiliarios con sede en Madrid ya forma parte del club de los hijos investigados, mientras el de la política, Oriol, renuncia a los abogados de Convergència.
La caída en desgracia de los Pujol Ferrusola es un espectáculo que oscila entre una purga en el Partido Comunista Chino y un terremoto social, político y económico en Cataluña que apela a la corrupción generalizada, el caciquismo y la cleptocracia, todo ello oculto tras la bandera, el patriotismo y el "hecho diferencial".