La manipulación nacionalista de la historia ha quedado una vez más en evidencia. Una exposición sobre 1714 inaugurada por el consejero Homs manipulaba un grabado de Pierre Aveline realizado en 1692 cambiando el color de las banderas extranjeras en los barcos por el del color rojo y amarillo de la enseña cuando aún no existía. De este modo, intentaban presentar a España como opresora.
Las guerras entre países europeos marcaron la historia del continente durante el siglo XVIII. Pese a que no se llegó al caos político y militar vivido en el siglo XVII, el importante desarrollo de las ciencias y artes en Europa, movimiento intelectual conocido como Ilustración, no impidió que las principales potencias y estados medianos se batieran casi continuamente en el campo de batalla terrestre y marítimo en un periodo en el que afianzaron su predominio sobre todo el planeta.
Muerto sin descendencia Fernando VI en 1759, su hermanastro, entonces Rey de Nápoles y Sicilia, accede al trono de España como Carlos III. Su objetivo, desde un primer momento, fue iniciar un proceso de reformas en el país que llevase a España hasta los conceptos de modernidad de la época, todo siguiendo los pasos de un concepto político que los estudiosos posteriores denominarían como despotismo ilustrado.
Esas reformas modernizadoras llegan no sólo a la sociedad civil, con la creación de centros de enseñanzas técnicas y profesionales, sino también al aspecto militar, con la creación de la Academia de Artillería, un centro tecnológico puntero que sirviese de base y acicate para la industrialización del país y que en la actualidad es la escuela militar en activo más antigua del mundo, con 250 años a sus espaldas. También decide cambiar las leyes que regulaban el uso de los estandartes militares utilizados por las tropas españolas por tierra y mar.
Carlos III era consciente de que en esos tiempos convulsos de guerras constantes, en los que el combate naval comenzaba a tener una grandísima importancia, suponía un problema el hecho de que la mayoría de los países utilizaran en sus buques de guerra pabellones en los que predominaba el color blanco. Este era el caso de estados europeos como Francia, Gran Bretaña, Sicilia o Toscana, a parte de la propia España. Dado que estaban frecuentemente en guerra entre sí, se producían lamentables confusiones en la mar, al no poder distinguirse si el buque avistado era propio o enemigo hasta no tenerlo prácticamente encima.
Para solucionar esto, el Rey pidió a su Ministro de la Marina que le presentase varios modelos de banderas para cambiar la enseña blanca con el escudo de los Borbones con los que los barcos españoles surcaban las aguas de medio mundo, bandera con la que su padre Felipe V había vencido en la Guerra de Sucesión (1701-1714) que llevó a esta dinastía al trono de España. El ministro, Antonio Valdés y Fernández Bazán, convocó entonces un concurso, en el que seleccionó doce bocetos que le fueron presentados al Monarca.
Tal y como recoge la obra "Símbolos de España", editada por el Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, en los doce bocetos seleccionados predominaba notablemente la división del paño en franjas horizontales (9 entre 12) con influencias históricas de la Bandera de los Galeones de España del siglo XVII en las versiones de tres franjas y de la bandera de la marina de la Corona de Aragón (tres listas amarillas sobre fondo rojo) en las de franjas múltiples. Los otros tres bocetos presentaban cruces sencillas que prolongaban su brazo siniestro por el batiente, sin ningún tipo de antecedente histórico.
Diez de los tipos eran bicolores y sólo dos tricolores, siendo el fondo de estos dos últimos rojos. El color rojo resultaba mayoritariamente empleado, estando presente en once de los doce modelos y siendo preferente o dominante en seis de ellos. El amarillo figuraba en siete de las banderas, el blanco en cuatro y el azúl, sólo como secundario, en dos.
Carlos III eligió dos de ellos, a los que varió las dimensiones de las franjas, declarándolos reglamentarios el primero para la Marina de Guerra y el segundo para la Mercante. Para el primer caso, escogió una bandera con tres franjas horizontales, siendo rojas la primera y la tercera y amarilla la central, cuyo grosor sería el doble que el de las anteriores. Entraba así en la historia la bandera de España con los colores y la estructura que conocemos hoy en día.
"Para evitar los inconvenientes, y perjuicios, que ha hecho ver la experiencia puede ocasionar la Bandera nacional, de que usa mi Armada naval, y demas Embarcaciones Españolas, equivocándose á largas distancias, ó con vientos calmosos con las de otras Naciones; he resuelto, que en adelante usen mis Buques de guerra de Bandera dividida á lo largo en tres listas, de las que la alta, y la baxa sean encarnadas, y del ancho cada una de la quarta parte del total, y la de en medio amarilla, colocándose en esta el Escudo de mis Reales Armas reducido á los dos quarteles de Castilla, y Leon con la Corona Real encima; y el Gallardete con las mismas tres listas, y el Escudo á lo largo, sobre quadrado amarillo en la parte superior:
Y de las demas Embarcaciones usen, sin Escudo, los mismos colores, debiendo ser la lista de en medio amarilla, y del ancho de la tercera parte de la Bandera, y cada una de las restantes partes dividida en dos listas iguales encarnada, y amarilla alternativamente, todo con arreglo al adjunto diseño. No podrá usarse de otros pavellones en los Mares del Norte por lo respectivo á Europa hasta el paralelo de Tenerife en el Océano, y en el Mediterraneo desde primero del año de mil setecientos ochenta y seis: en la América Septentrional desde principio de Julio siguiente; y en los demas Mares desde primero del año de mil setecientos ochenta y siete. Tendréislo entendido para su cumplimiento". (Real Decreto de 28 de mayo de 1785)
El Real Decreto que aprobó este cambio de bandera en los barcos de guerra españoles fue promulgado en mayo de 1785, 72 años después de la llegada al trono de Felipe V tras la Guerra de la Sucesión y 71 años después de los acontecimientos del 11 de septiembre de 1714, en las que las tropas borbónicas cercaron Barcelona para acabar con los últimos reductos de los españoles partidarios de las reclamaciones dinásticas del archiduque Carlos de Austria.
Esta misma semana la Generalidad de Cataluña ha utilizado la bandera aprobada para la Armada española en 1785 para modificar la historia a su antojo. En la exposición titulada '1714. Memoria gráfica de una guerra', altera el grabado "Barcelone. Ville Capitale de la Principauté Catalogne située sur la mer Mediterranée", del francés Pierre Aveline, publicado por primera vez en 1692, 22 años antes de los sucesos de 1714, para repintando la bandera actual de España en los buques que atacan Barcelona, dar a entender que la Guerra de Sucesión fue una guerra entre Cataluña y España, intentando justificar así históricamente las ansias independentistas de la Generalidad.
Entre 1875 y 1793 no hay variación en el uso de la bandera designada por Carlos III para identificar a los buques de guerra españoles. Será Carlos IV (1788-1808), en las Reales Ordenanzas Generales de la Armada Naval de 1793, quien hace extensivo el uso de la bandera rojigualda a las plazas marítimas, castillos y defensas de las costas, a la vez que la enseña es definida por primera vez como Bandera Real. Bajo el reinado de Isabel II (1833-1868) se amplió el uso de la bandera bicolor al Ejército de Tierra, procediéndose así a unificar la bandera española. El Real Decreto de 13 de octubre de 1843 establece la sustitución de banderas, estandartes y escarpelas, enseñas del Ejército, por otras nuevas rojigualdas.
El uso de la bandera permaneció prácticamente inalterado hasta 1931, cuando con la proclamación de la II República se modifica la bandera nacional, que pasa a tener tres franjas horizontales del mismo color cambiando el rojo de la franja baja por el morado. Durante la Guerra Civil, el bando nacional utilizó inicialmente la bandera tricolor, aunque los Requetés navarros desempolvaron rápidamente la bandera rojigualda, que volvió a ser instaurada tras esta contienda militar.