Tras su salida del poder, la enfermedad se cebó con la familia de Adolfo Suárez. Los años que vivió alejado de la política tras una vida dedicada a su pasión estuvieron marcados por dos tragedias, el fallecimiento de su mujer, Amparo Illana, y de su primogénita, Mariam, por un cáncer de mama. A ellos se sumó la propia enfermedad del expresidente del Gobierno, aquejado de un mal degenerativo que le fue robando los recuerdos hasta su fallecimiento.
Mariam, su primogénita, enfermó en 1994, tres años después de que su padre se apartara de la actividad política. Poco tiempo después, fue Amparo Illana la que fue diagnosticada del mismo mal, cáncer de mama. El expresidente del Gobierno no se separó de su esposa en los años que duró su lucha contra la enfermedad. Como recordaba Luis Herrero en esRadio sobre el matrimonio, Suárez se convirtió en "su enfermero permanente", el hombre "que no se apartó jamás de la cabecera de la cama de su mujer". Él explicó su actitud con un "se lo debo", referido a los años que él dedicó casi por completo a su profesión.
Amparo falleció en 2001 y el golpe fue durísimo para Suárez, tras años de entrega ilimitada a su esposa. Tres años más tarde, en 2004, Mariam también falleció tras una recaída y después de haber narrado en un libro su batalla contra el cáncer, que le llevó a someterse a varias operaciones quirúrgicas. Cuando se lo detectaron, tenía sólo 29 años y estaba embarazada de su segundo hijo. Murió con 41.
En esos años, Sonsoles Suárez, la hija menor del expresidente del Gobierno, enfermó también de cáncer aunque pudo recuperarse. Laura, la otra hija del presidente, fue diagnosticada de cáncer de mama en 2012 y sometida a una operación para extirparle un tumor. Como Sonsoles, consiguió superarlo.
El agravamiento de la enfermedad degenerativa que padecía forzó a Suárez a retirarse por completo de la vida pública, sometido al cuidado de su familia hasta el final. Él, mientras su mal se lo permitió, mantuvo viva la memoria de su esposa, acudiendo periódicamente a la capilla del convento de Mosén Rubí en Ávila para orar y depositar flores en su tumba. En cambio, no llegó a ser consciente, según relató su hijo Adolfo, del fallecimiento de Mariam. La enfermedad le ahorró ese dolor.