Tras la expectación levantada durante toda la semana entre los ambientes religiosos y no religiosos, el viernes se cerraba la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española que tenía como principal punto la renovación de los cargos y en especial el de presidente.
Todos los focos estaban en el cardenal Rouco Varela, que tras cuatro mandatos al frente de la Conferencia dejaba ya paso. Y se despidió del cargo siendo él mismo y alertando de los problemas que acechan a la Iglesia y a España, algunos de los cuales son comunes. Pero también su despedida mostró lo que ha experimentado a lo largo de su trayectoria al frente de la Iglesia española: el odio visceral de la izquierda española de la que sus terminales mediáticas se cebaron hasta la extenuación con el arzobispo de Madrid por sus palabras en la homilía del funeral del 11-M y en la inauguración de la Plenaria de la Conferencia Episcopal.
En las elecciones no hubo sorpresas. Más bien al contrario pues los cambios brillaron por su ausencia. Ricardo Blázquez fue elegido nuevo presidente de la Conferencia Episcopal tal y como se esperaba. Los obispos eligieron al vicepresidente para sustituir al presidente. Anteriormente, el propio arzobispo de Valladolid ya había dirigido la CEE. Entre él y Rouco habrán dirigido en seis ocasiones el órgano de los obispos. 18 años. De revolución nada de nada.
Tampoco hubo sorpresas ni movimientos en el Comité Ejecutivo que auxiliará a Blázquez en la presidencia. Los arzobispos Asenjo, Barrio y Del Río titulares de las diócesis de Sevilla, Santiago y Castrense, respectivamente, repiten por segundo trienio en el Comité Ejecutivo.
Tan sólo hubo una novedad y que tiene una gran repercusión. A la vicepresidencia llega monseñor Carlos Osoro, arzobispo de Valencia, y a la postre uno de los obispos de moda en España. Esta ha sido la única revolución que se ha producido en la Conferencia Episcopal y quien sabe si es sólo el comienzo de un tsunami que tenga como protagonista a este obispo nacido en Cantabria y que tiene encandilado al mismísimo Papa.
El cardenal Rouco Varela dejará un vacío en el que le acompañará el cardenal Sistach cuando ambos en los próximos meses sean relevados por el Papa. Monseñor Blázquez no llenará ese hueco de liderazgo del purpurado gallego pues tiene 72 años y sólo podrá ostentar un mandato en la Conferencia Episcopal antes de presentar la renuncia.
Parece ser que los obispos han elegido al que tendrá mucho que decir en los próximos años y ni siquiera ha sido necesario que sea presidente. Han optado por un tiempo de transición y el que sale más reforzado, aparte de Blázquez es precisamente Carlos Osoro.
Francisco lo tiene fichado
Ha llegado su turno. Carlos Osoro es el obispo que de mejor manera representa a esta nueva Iglesia que viene. Extrovertida, activa y presentando el lado amable sin renunciar a los llamados "valores no negociables", los cuales defiende con vehemencia.
Con su nombramiento como vicepresidente de la Conferencia Episcopal, Carlos Osoro continúa su carrera ascendente desde que fuera nombrado primero obispo de Orense para de ahí pasar al arzobispado de Oviedo y llegar finalmente al arzobispado de Valencia, una de las diócesis más grandes de Europa.
Su actuación no ha pasado desapercibida en Roma y suena para responsabilidades aún mayores. Su nombre es colocado tanto en Madrid como en Barcelona, las dos principales sedes españolas. De hecho, en la reciente visita a Roma el Papa se dirigió al propio Osoro como el "peregrino". Sorprendido por tal apelativo y sin saber el por qué de tal apodo Francisco le explicó que leía la revista diocesana de Valencia y las numerosas visitas que el obispo hace a todas las parroquias valencianas.
Su gran actividad es una de sus principales virtudes. Los que le conocen dicen que no para quieto y que es hiperactivo. Tiene una gran capacidad de trabajo y no tiene miedo a los retos y dificultades por complicados que estos sean. Es por ello por lo que llega a sonar para Barcelona a pesar de ser cántabro, a sabiendas del calvario que podría vivir en Cataluña en pleno desafío separatista y con una parte del clero que le tendría completamente enfrente desde antes de pisar la ciudad condal.
De este modo, con esta elección Osoro da un paso al frente y se coloca en la primera línea para ser el referente eclesial español para la próxima década.
Carlos Osoro nació en 1945, tiene 68 años, los mismos que el cardenal Cañizares. Antes de ser sacerdote era profesor de Educación Física y también licenciado en Matemáticas. Se ordenó en 1973 y ha pasado por casi todos los estamentos. Ha estado destinado en parroquias y también en cargos curiales de su diócesis de origen siendo igualmente vicario general y rector del seminario.
En 1997 fue nombrado por Juan Pablo II obispo de Orense. Cinco años más tarde ya pasó a un arzobispado, en este caso Oviedo. En Asturias comenzó a destacar y Benedicto XVI le designó en 2009 arzobispo de Valencia, una de las sedes más importantes de España. En su llegada a Barcelona deberá mostrar y multiplicar las acciones que ha ido desarrollando en su carrera episcopal. Le hará falta firmeza, pero también mano izquierda.