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Para empezar, la composición de la mochila de Vallecas no coincide con la de las bombas de los trenes. En la mochila de Vallecas había algo más de medio kilo de clavos y tornillos, usados como metralla terrorista, mientras que en las autopsias de las víctimas de la masacre no se pudo detectar la presencia de clavos ni tornillos (vea aquí las declaraciones de la forense que coordinó las autopsias en el 11-M) .
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Tampoco se recogió metralla en los propios trenes atacados. En total, entre los 12 focos de explosión, sólo se hallaron 48 clavos o fragmentos de clavo, muy lejos de los centenares de clavos que hubieran debido hallarse si hubieran estallado doce bombas cargadas cada una con más de medio kilo de metralla.
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Como ya sabemos, los tedax encontraron dos mochilas sin estallar y las hicieron detonar en las estaciones. Un policía municipal, Jacobo Barrero, fue quien encontró una de esas mochilas, y contó a la prensa cómo estaba hecha: tenía en su interior una tartera con el explosivo, al modo que ETA suele usar. Sin embargo, la mochila de Vallecas tenía el explosivo metido en una bolsa de plástico.
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No hay en la mochila huellas dactilares ni rastros de ADN de ninguno de los 116 detenidos durante la instrucción del sumario, ni tampoco de los 7 presuntos suicidas de Leganés.
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Durante cuatro meses, la unidad de Tedax dirigida por Sánchez-Manzano envió varios informes contradictorios al juez, tratando de explicar el motivo por el que esa mochila no había explotado. En realidad, existía una radiografía que explicaba perfectamente esos motivos: la bomba tenía dos cables sueltos. Esa radiografía se ocultó al juez durante cuatro meses.
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El hecho de que la bomba de la mochila tuviera dos cables sueltos se debía a que, en realidad, esa bomba estaba preparada para no explotar. No es que se hubiera soltado ningún cable, sino que en realidad esos cables nunca se llegaron a unir (no presentan las necesarias evidencias de torsión). Ni siquiera se había usado un poquito de cinta aislante en esa falsa bomba.
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No es sólo que la bomba tuviera dos cables sueltos. Es que, además, el modelo concreto de teléfono utilizado no daba la corriente suficiente como para garantizar la explosión del artefacto (vea aquí las pruebas de laboratorio que se hicieron en Libertad Digital).
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Además, ese teléfono incluía una tarjeta telefónica que permitió comenzar una serie de investigaciones que condujeron rápidamente a la detención de los supuestos responsables de los atentados, pero que era completamente innecesaria para que funcionara la bomba. La alarma del teléfono (que era lo que debía hacer estallar el artefacto) podía perfectamente funcionar sin esa tarjeta telefónica. ¿Para qué se la iban a dejar los terroristas allí?
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Nadie vio la mochila en los trenes. Los Tedax revisaron por dos veces todos los bultos en todas las estaciones, en busca de artefactos-trampa que los terroristas hubieran podido dejar. De hecho, en esa misma estación de El Pozo de donde nos dicen que provenía la mochila de Vallecas ya había aparecido un artefacto sin detonar, que los Tedax hicieron estallar en la propia estación. Por tanto, cabe suponer que revisarían el resto de los bultos de esa estación con sumo cuidado, y parece imposible que les pasara desapercibida una bomba de 12 kg de peso.
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Tampoco vio nadie esa bomba en el supuesto trayecto entre la estación de El Pozo y la comisaría de Puente de Vallecas. Ante esta falta de testigos que acreditaran que esa mochila estuvo en la estación de El Pozo, el juez Del Olmo no tuvo más remedio que tratar de demostrar indirectamente que la mochila provenía de la estación, intentando afirmar que existió una cadena de custodia, que habría impedido que nadie introdujera esa falsa bomba con posterioridad a la salida de los bultos de la estación. Pero esa pretensión no tuvo éxito, porque una parte de los bultos de la estación de El Pozo hizo un extraño viaje, pasando por IFEMA y por dos comisarías. Y al menos en IFEMA nadie estuvo custodiando aquellos bultos.
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Para tratar de demostrar la existencia de la cadena de custodia, Del Olmo tuvo que interrogar en dos tandas a los policías que habían participado en el traslado de los bultos de El Pozo. Y entre las dos tandas de declaraciones surgieron contradicciones acerca de cuál era el trayecto que los bultos habían seguido. ¿Cómo se resolvieron esas contradicciones? Pues de la forma más simple: se cambiaron directamente las palabras de la declaración de uno de los policías (sin volverle a tomar declaración), para ocultar una de las comisarias por la que los bultos habían pasado.
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Lo más sospechoso de todo es, precisamente, que los bultos de El Pozo no fueran llevados directamente a IFEMA y quedaran depositados allí. Los bultos de El Pozo (entre los que luego apareció la mochila bomba) fueron los únicos que se mandaron a una comisaría: todos los de las demás estaciones se enviaron a IFEMA, por orden del juez Del Olmo, ya que allí es donde podían servir para algo (ayudar en las tareas de identificación). ¿Por qué alguien tuvo interés en que los bultos de El Pozo se llevaran a la comisaría de Puente de Vallecas, contraviniendo las órdenes de Del Olmo?
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Sea como fuere, el caso es que nos dicen que la mochila bomba apareció en la comisaría de Puente de Vallecas, pero las contradicciones son numerosísimas en las declaraciones de los policías que intervinieron. Nadie ha sido capaz de determinar, por ejemplo, a qué hora exacta apareció esa falsa bomba. ¿Cómo es posible que no quedara anotado en ningún registro el momento en que esa mochila es detectada?
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Pero no sólo hay discrepancias en la hora de aparición. Es que, además, la mochila-bomba no aparece en los listados de objetos de la estación de El Pozo. ¿Cómo es que no quedó constancia escrita de su presencia entre los bultos de la estación de El Pozo?
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Después de su supuesto hallazgo, la mochila bomba fue llevada al Parque Azorín, donde los Tedax procedieron a su "desactivación" (recordemos que la bomba estaba preparada para no explotar). Un equipo de la Policía Científica se trasladó allí para hacer fotografías, pero ni siquiera le dejaron acercarse a la mochila. Tuvieron que entregar su cámara a un tedax para que fuese éste el que les hiciese las fotos. Después, requisaron el carrete a los miembros de la Policía Científica (aquí puede ver cómo contaron el episodio los propios miembros de la Policía Científica).
Tenemos, por tanto, una bomba que nadie vio en las estaciones y que estaba preparada para no explotar. Una bomba cuya composición no coincide con lo que estalló en los trenes. Una bomba sobre cuyas circunstancias de aparición existen numerosas contradicciones y que ni siquiera aparece reflejada en los listados de objetos catalogados en comisaría.
Y con esa bomba se sustituyeron las escamoteadas pruebas reales del caso (los propios escenarios de los trenes) y a partir de ella se construyó toda la versión oficial del 11-M.