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El año cero de la secesión de Cataluña

La Generalidad tapa la crisis, la corrupción y escándalos como el del "CNI catalán" con los fastos del Tricentenario y el "derecho a decidir".

La Generalidad tapa la crisis, la corrupción y escándalos como el del "CNI catalán" con los fastos del Tricentenario y el "derecho a decidir".
Artur Mas durante su mensaje de fin de año | EFE

Artur Mas cierra 2013 como macho alfa del separatismo, por delante del republicano Oriol Junqueras, tras anunciar una fecha y dos preguntas para la proyectada consulta secesionista. Pese a que los sondeos insisten en que ERC ganaría las próximas elecciones autonómicas, el solemne anuncio de un referéndum para el 9 de noviembre de 2014 ha mejorado la valoración del presidente de la Generalidad y las expectativas electorales de la federación CiU. Mas deja atrás un primer año de legislatura marcado por las proclamas y la ausencia de gestión. Para el bloque separatista, la crisis simplemente no existe y la corrupción forma parte de la "guerra sucia" de España contra Cataluña.

La realidad contradice la actitud relajada del ejecutivo autonómico. En Cataluña hay más de seiscientos mil parados; los proveedores de la Generalidad cobran, cuando cobran, con retrasos de meses; la administración autonómica depende de las inyecciones económicas del Estado; las consejerías autonómicas brillan por su inactividad y la corrupción acecha a la cúpula nacionalista, con Oriol Pujol como abanderado de los imputados convergentes, por su presunta intermediación en el caso ITV. Otro diputado autonómico convergente, Xavier Crespo (exalcalde de Lloret de Mar), está imputado por supuestas relaciones con la mafia rusa. Y un tercero, Ferran Falcó, también lo está por las comisiones del 3% de Adigsa, la agencia autonómica de vivienda.

A estos nombres han de sumarse los de Josep Maria Matas y Xavier Solà por el expolio en la Asociación Catalana de Municipios; los de Jaume Camps y Daniel Osácar por el saqueo del Palau de la Música. Los negocios del clan Pujol están en el punto de mira judicial y hasta la sede del partido está embargada para hacer frente a las más que previsibles responsabilidades económicas de Convergencia en el caso Palau. Y aún así, Mas presume de transparencia (con una web en la que se muestran los sueldos cienmileuristas de decenas de altos cargos de la Generalidad) y atribuye cualquier revelación sobre corrupción a la "guerra sucia" del Estado contra el "proceso soberanista".

Mas está en campaña permanente, ha reemplazado la gestión por la movilización y en 2014 multiplicará las labores de agitación y propaganda, las declaraciones en medios de comunicación extranjeros y las giras internacionales. Ya se ha adelantado que renuncia a defender su plan en el Congreso de los Diputados, pero tendrá ocasión, por tanto, de incurrir en las ya tradicionales autocomparaciones megalómanas (Martin Luther King, Gandhi, Mandela) ya que pretende librar una batalla internacional definitiva, de tal modo que el mundo entero reconozca el "derecho a decidir" de los catalanes. Pese a las evidentes dificultades financieras de la Generalidad, no se repara en gastos para acceder a la prensa internacional o montar comitivas dignas de un jefe de Estado en cada desplazamiento de Mas.

2014 será, además, el año del Tricentenario, de las grandes exposiciones sobre 1714 y de una masiva campaña que insistirá en dos grandes líneas maestras: la Guerra de Sucesión como guerra de entre estados y la recuperación de las libertades perdidas hace trescientos años con la aplicación del "derecho a decidir". Todo está supeditado al objetivo de la independencia. La fractura social, el frentismo político, las catastróficas repercusiones económicas y el aislamiento internacional no arredran a Mas. Ni siquiera el hecho de que hasta sus colaboradores más cercanos reconozcan en privado que la consulta, tal como está planteada, es una quimera.

De las últimas declaraciones del presidente de la Generalidad se deduce que tiene más de una fecha marcada en rojo en la agenda de 2014. Por un lado insiste en que los catalanes votarán en una consulta el próximo 9 de noviembre y, por otro, afirma que, "sea como sea" los catalanes serán llamados a las urnas en 2014. El matiz, elecciones europeas al margen, es que Mas puede convocar unas elecciones anticipadas a las que se otorgaría el carácter de plebiscito sobre la independencia de Cataluña. Entre tanto, la consigna es "construir estructuras de Estado", tales como una agencia tributaria propia, el ya citado "CNI catalán" o la elaboración de un censo propio con el que poder llevar a cabo el referéndum.

La mayoría de los demiurgos del presidente de la Generalidad aventuran que el final del laberinto serán las tales elecciones autonómicas. A partir de ese "consenso" hay división de opiniones sobre si esas elecciones podrían ser el 9 de noviembre o si Mas intentará agotar la legislatura, lo que prolongaría la "cuestión" catalana hasta otoño de 2016, con unas elecciones generales en 2015 de por medio. En puridad, Artur Mas apostó por esta opción poco antes de la última Diada, cuando se hizo entrevistar por Catalunya Ràdio y afirmó que si no podía llevar a cabo una consulta legal, agotaría la legislatura.

Ese mensaje caducó en horas. La cadena independentista del Onze de Setembre devolvió a Mas los ardores secesionistas y se comprometió a presentar fecha y pregunta para el referéndum antes de fin de año, al tiempo que comenzaba una escalada dialéctica que le ha situado en las posiciones retóricas del entorno cercano proetarra más ortodoxo. La alusión al discurso de Macià de la "raza catalana" y la insistencia en que el próximo año "los catalanes decidirán su futuro" perfilan otro escenario electoral. Ya hay hasta quien sostiene que Mas podría estar tentado de celebrar autonómicas en verano, tras las europeas, y abrir la legislatura con la convocatoria de un referéndum para el 9 de noviembre "sostenido" por una ley catalana de consultas actualmente en trámite parlamentario.

Deriva de Convergencia

En el núcleo dirigente de Convergencia se han impuesto los partidarios de acentuar el independentismo para reducir la brecha que marcan los sondeos con ERC y blanden el aumento en la valoración del presidente de la Generalidad en las encuestas tras el "solemne" anuncio de fecha y preguntas para una consulta. Cataluña encara un año decisivo después de doce meses en los que el debate secesionista ha bloqueado cualquier conato de actividad parlamentaria o de gestión por parte de los consejeros de Mas.

Pese a los múltiples factores en contra de los planes de Artur Mas y el bloque separatista que lidera junto a Oriol Junqueras, de ERC, no ha dado ni un paso atrás. La exclusión de la Unión Europea -reconocida finalmente en la entrevista en el diario italiano La Reppublica-, las desastrosas consecuencias económicas de una separación de España, la fractura social, que se constata en la división en dos grandes frente electorales, nada influye en el ánimo del líder nacionalista, cuya estrategia afecta a los ritmos de la recuperación económica.

La agitación como sistema tapa la corrupción, la fuga de empresas como Coca-Cola, crisis laborales como la de Panrico, la desolación en los polígonos industriales y la desafección creciente de un empresariado que pide socorro al Gobierno central para que frene la deriva radical de Mas y de su partido. Sin embargo, los nacionalistas han encontrado en la reivindicación separatista la cortina humo perfecta tanto para la corrupción como para la crisis..

Cataluña se ha convertido en el último año en el escenario de toda clase de espectáculos políticos: insultos en el Parlament a los diputados no nacionalistas (a los que se engloba en el calificativo de "unionistas"), amenazas a los periodistas disidentes, maltrato mediático a empresarios, políticos, deportistas y periodistas contrarios a la secesión y comisiones parlamentarias como la de la chancleta del independentista Fernández.

Dos son las grandes coartadas de Mas, el inexistente "derecho a decidir", subterfugio del derecho a la autodeterminación, con el que zanja cualquier debate sobre su programa y liderazgo de la "sociedad civil", el brazo asociativo del nacionalismo, engordado a base de fondos públicos y que habría tomado las riendas del proceso hacia la independencia, según se justifica Mas de tanto en cuando y en función del auditorio. Y también dos los grandes reclamos: España nos roba y todo iría mejor si Cataluña fuera un Estado, principio y final del discurso.

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