Es uno de los terroristas más buscados por las fuerzas de seguridad españolas y francesas. El etarra José Antonio Urruticoechea Bengoechea, más conocido como Josu Ternera, ha sido localizado por la Policía Española en un pequeño pueblo del Valle de Arán. Una minúscula localidad de 150 habitantes llamada Durban sur Aziere, muy cerca de la frontera española. Los investigadores de la Comisaría General de Información (CGI) que elaboraron una extraordinaria investigación para dar con Ternera, no descartan que el etarra residiera en este pueblo de los Pirineos desde que fue apartado por Francisco López Thierry de las negociaciones de ETA con el Gobierno de Zapatero.
Según los investigadores, consultados por el diario La Razón, este peligroso etarra, sobre el que pesa una orden internacional de búsqueda y captura por el atentado contra el cuartel de la Guardia Civil de Zaragoza, en el que fueron asesinadas 11 personas, seis de ellas menores de edad el 11 de diciembre del 87, de 62 años, residía en este pequeño pueblo con su mujer Agnes Cerlo y con un menor de edad, sobre el que hay dudas de que fuera hijo del etarra. Agnes había manifestado que no era hijo de Urruticoechea, pero las evidencias halladas en el piso parecen indicar lo contrario.
Finalmente, y pese a localizar al asesino, fuentes de la investigación lamentan que el etarra "mordió", descubrió, el operativo de vigilancia que tenían establecido en torno a él y huyó sin dejar rastro, algo que achacan a su experiencia tras largos años de militancia en ETA y ser un consumado especialista en la clandestinidad. Las mismas fuentes creen que no muy lejos de su casa, Ternera tenía un zulo, en el que guardaría documentaciones falsas, dinero e incluso un arma. Este etarra es uno de los grandes objetivos de las Fuerzas de Seguridad españolas y francesas. La CGI, tras una excelente investigación, había logrado dar con él y a punto estuvo de detenerlo.
En Durban sur Aziere, Ternera ejercía de profesor de historia, hacía ejercicio para mantenerse en forma y llevaba una vida aparentemente discreta y normal. Los vecinos han comentado que "el profesor" no daba problemas y procuraba pasar desapercibido. Durante los días en que fue vigilado demostraba estar en una gran forma física, según las fuentes de la investigación. Nada hacía sospechar que ETA le entregaba periódicamente el dinero necesario para los gatos familiares, entre ellos el alquiler de la casa.
Las fuentes que ha consultado La Razón se han mostrado escépticas sobre la posibilidad de que hubiera recibido un aviso de terceras personas con el fin de advertirle de que su detención era inminente.