Mariano Rajoy sigue en su estrategia de echar agua al incendio originado por Artur Mas, pero el interlocutor elegido no es el presidente en funciones de la Generalidad -con quien ha hablado por primera vez este miércoles desde el día de las elecciones- sino Duran Lleida, que ha sabido tejerse el traje de moderado en el Congreso a pesar de estar en primera fila en el órdago independentista que acabó en fiasco electoral el 25-N.
El Gobierno dice que, hoy por hoy, es "prácticamente imposible" recuperar un clima de entendimiento con Mas, a quién lanza sus mensajes a través del portavoz de CiU en la Cámara Baja. Recuperado el periodo de sesiones, varios han sido los contactos. La maniobra del presidente pasa por darle la vuelta a la tortilla y volver a poner el foco en la situación económica. Lo dijo ante el Comité Ejecutivo a puerta cerrada, y también en rueda de prensa, amén de que el ministerio de Hacienda asegura que el Ejecutivo autonómico debe preparar un nuevo ajuste millonario para cumplir con sus objetivos.
Para que tal extremo se produzca, Moncloa considera -y así lo ha hecho saber- que Mas no debería de pactar con ERC "en ningún caso". No sólo porque entonces los puentes se harían aún más endebles fruto de la convocatoria de un hipotético referéndum, sino también porque sus principios económicos son antagónicos. Y en este sentido también ven con buenos ojos el perfil de Duran, contrario -aseguran- a este pacto.
"Vamos a priorizar al de Unió sobre el de Convergencia", dicen a las claras fuentes parlamentarias, para resumir el modus operandi. Como actores clave, el portavoz popular Alfonso Alonso, y con él la sombra de Soraya Sáenz de Santamaría -con quien Duran siempre mantuvo buenas relaciones-. Según el PP, se quedan "con el más sensato" hasta que "Artur Mas acabe cayendo" o, bien, "abandone su plan soberanista".
Existen, no obstante, muchas piedras en el camino. Y el informe policial, del que se desprende una trama corrupta alrededor de la figura de Mas, es una de ellas. Un asunto que este miércoles protagonizó la sesión del control al Gobierno, pero que Rajoy y Duran abordaron en privado el mismo día que El Mundo dio a luz al documento.
Concretamente, y según pudo saber este diario, Duran descolgó el teléfono -hablaron hasta en dos ocasiones en campaña- para pedirle cuentas, y Rajoy le prometió que no tenía constancia del informe, y había tenido conocimiento de él por la prensa. Puso la mano en el fuego, y el de CiU le creyó, según su entorno.
Así se entiende que el portavoz diera por reproducida su pregunta e intentara suavizar al máximo su rifirrafe con el presidente. Una respuesta muy calculada, hasta el punto de que a Duran -orador experimentado- se le vio ojeando varias veces los papeles. Rajoy, con el AS en la mano de la conversación, le pidió que "trasladara" a Mas la verdad, y que ésta era -como ya le transmitió en privado- que "antes de publicarse en un medio de comunicación", su información sobre el informe "era ninguna". El presidente se permitió la licencia de recriminarle que "no lo hiciera público".
El jefe del Gobierno, que quiere pasar de una vez por todas página sobre todo lo que tiene que ver sobre Cataluña -"Está cansado del tema", según un ministro-, remató la faena haciendo suya la versión de la vicepresidenta el viernes: "Yo no puedo aseverar que –la información- sea cierta ni puedo desmentirla", por lo que instó a "investigar a los órganos judiciales" todas las ramificaciones del caso. "Es lo razonable".