The lovely bones podría considerarse una relectura de Criaturas celestiales, la película que sacó a su director, Peter Jackson, de las hilarantes películas de gore y humor que cultivó al principio de su carrera. La mezcla entre inocencia y maldad, fantasía y realidad, así como de diversos géneros que proponía la adaptación de la trágica novela de Alice Sebold prometía un nuevo hito en la carrera del realizador neozelandés.
Y así lo consigue durante, al menos, la primera hora de metraje. Jackson se explaya aquí en la descripción del mundo ingenuo y simple de su protagonista infantil (una excelentísima Saoirse Ronan) y en la irrupción súbita del mal a través de un crimen atroz. Jackson traza equidistancias entre un elemento y otro al igual que lo hace entre realidad y ficción con su habitual nervio narrativo y estético, subrayando el componente fantástico y deleitándose tanto en lo cursi como en lo sórdido (su relato del crimen es tan sobrio como espeluznante).
Pero en The Lovely Bones habitan varias películas a la vez, y ninguna de ellas colabora con las otras de cara al resultado final. Por un lado, el thriller criminal que relata el progresivo acercamiento del psicópata a un nuevo miembro de la familia hubiera necesitado de más énfasis, y Jackson no parece demasiado interesado en desarrollarlo (atención, no obstante, a la espléndida escena final con un personaje principal encerrado en casa del despreciable George Harvey, y que Jackson arruina en parte de forma inesperada). Y por otro, el drama familiar que afrontan los personajes de unos despistadísimos Mark Wahlberg y Rachel Weisz carece de la intensidad requerida, y algunos de los acontecimientos que les afectan no tienen relevancia alguna en el film.
Por último, está la estrategia de Jackson de superponer a éstos el elemento fantástico y trascendente, en el que la pequeña Susie Salmon observa todo desde su cielo. El film adolece aquí de peso dramático y, ante la inoperancia de lo anterior, se revela innecesariamente aséptico, tópico y cursi, pese a momentos ciertamente sugestivos.
No obstante, The Lovely Bones está lejos de ser un mal film. Jackson ha dado demasiados ejemplos de cine fantástico auténtico y sincero, levantado desde la nada y sin un ápice de la enfermedad del refrito que aqueja al género. El material que maneja es emotivo y turbador, y Jackson es un realizador capaz de abordar terror y drama en su dimensión adecuada. Y pese a errar el tiro, el film tiene demasiados momentos brillantes como para ser descartado. Su brillante puesta en escena (esa escena en la que Susie descubre, en su cielo, a las anteriores víctimas de Harvey, interpretado por un espléndido Stanley Tucci) y el entusiasmo de su director compensan parte de su carencia de fluidez que aqueja al relato en su totalidad.
Pero The Lovely Bones es un film fallido. Combina detalles intensos y atrevidos con una imperdonable mansedumbre que nos escamotea el dramatismo de la historia y distancia al espectador de la misma, y su desenlace tampoco ayuda. La labor de Jackson funciona mejor en todos los detalles relativos al asesino (repito: presten atención a Stanley Tucci), pero resulta amorfa cuando toca describir el drama familiar de los Salmon, lo que da al traste con los buenos sentimientos de su director.