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The Box: Cameron Diaz y el botón del Destino

La premisa inicial de The Box es asombrosa. ¿Qué haría usted si pulsando un botón alguien muriera, pero recibiera a cambio un millón de dólares?. El responsable de Donnie Darko, título de culto donde los haya, es su director.

La premisa inicial de The Box es asombrosa. ¿Qué haría usted si pulsando un botón alguien muriera, pero recibiera a cambio un millón de dólares?. El responsable de Donnie Darko, título de culto donde los haya, es su director.

Está claro lo que decide la pareja protagonista de The Box y encarnada por una despistadísima Cameron Diaz y James Marsden, ya que sino, no tendríamos película. El tercer film del joven director Richard Kelly adapta un relato de Richard Matheson (Soy Leyenda, El hombre menguante) de tan sólo seis páginas, y a fe que se nota.

Porque una vez que el maligno botón es pulsado, olvídense de la película. The Box es lo que calificaríamos como un film fallido, de manual. Kelly trata de plantear el dilema moral como mero preámbulo para un show de suspense y ciencia ficción de aureola Lynchiana y aroma de cómic de ciencia ficción a lo William Gaynes. ¿Suena bien, verdad?. La claustrofóbica, enigmática e inconexa narrativa de su director, que convirtió Donnie Darko en título de culto, anunciaba un fascinante enigma. Pero es el mismo estilo que convierte a The Box en un confuso, vacío y definitivamente aburrido suspense que pierde gas a pasos agigantados.

Porque el desarrollo de la intriga urdida por Kelly sólo puede calificarse de disperso, timorato y premeditadamente embarullado. El director es capaz de arruinar el valor metafórico de la idea y comienza a construir la casa por el tejado, incapaz de superar el exabrupto inicial de un primer acto ciertamente sugerente. Perdido en sus propias pretensiones de cineasta de culto, su perorata sobrenatural sobre los complicados mecanismos del destino y el azar se queda en un revoltijo de ideas brillantes, en un quiero y no puedo.

A su favor juega, eso sí, un espléndido Frank Langella, que con su sola presencia palia en parte la frustración que provoca el film en su conjunto –fascinante su caracterización-, o la excelente atmósfera de extrañeza, amenaza y mal rollo del film, creada fundamentalmente por la fenomenal banda sonora. Por lo demás, la labor de Kelly apenas se permite un puñado de momentos en los que su talento y el humor negro sale a la luz, aprovechando muy bien la ambientación setentera, que nos permite soñar con mejores tiempos de este tipo de relatos. The Box fue adaptada antes en un capítulo de Dimensión Desconocida, y así se tenía que haber quedado.

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