L D (Juanma González) Y es que la labor de J. J. Abrams, gurú televisivo creador de la serie Perdidos, entre otras, se revela como segura y vigorosa a lo largo de las dos horas de metraje, que pasan como un suspiro incluso para los menos exaltados del género de ciencia ficción.
Porque Abrams no sólo libra, sino que saca partido de todos los escollos habidos y por haber en el proyecto. Para empezar, evita que el protagonismo coral de los personajes disperse el interés, y logra que la larguísima presentación de los mismos se integre como parte fundamental de la trama de forma ágil y vibrante. Y pese a limitar el protagonismo a dos de ellos –Kirk y Spock-, toda la amalgama de secundarios tripulantes de la Enterprise quedan definidos de forma precisa en un par de rasgos bien diferenciados, con un resplandor propio.
Es por ello que el film, concebido como presentación de una franquicia, evite todas sus limitaciones y logre que el espectador neófito tome cariño inmediato por todo el plantel, ayudado por un equipo actoral que sabe arrancar sonrisas o inquietud al palco de butacas sin que la aventura resulte mecánica, sino al contario: Star Trek está bañada de un optimismo vital y una épica que es, simplemente, contagiosa, que remoza los componentes científicos y humanistas de la serie ideada por Gene Roddenberry, y añade las convenientes nuevas dosis de acción y aventura.
El material no era nuevo, y además manifestaba síntomas de evidente cansancio ya hace una década. Pero Abrams consigue que el entusiasmo se adueñe de la platea desde el primer minuto, con un emotivo y dramático prólogo que precede a los episodios más humorísticos del relato, aquellos donde queda claro que Star Trek es un entretenimiento heroico con abundantísimos toques de comedia cuyo entusiasmo y vitalidad simplemente, calan en el espectador.
Pero esto no sería J. J. Abrams si el creador de Perdidos no jugase con el factor temporal del relato. Recreándose con maña en la previsible nostalgia de los fanáticos trekkies y explotando la perplejidad del nuevo espectador, Abrams parece establecer paralelismos con la condición de redux del film y los juegos temporales de la urdimbre argumental, cuando los protagonistas se tienen que enfrentar a la amenaza de los romulanos. Y en este sentido, se reserva un cameo sorpresa que arrancará los aplausos de los fans irredentos, pero también la curiosidad del novato en la saga, entre los que, por cierto, me incluyo.
Star Trek es la definición por autonomasia de lo que debe ser una montaña rusa cinematográfica: alternando risas, suspense, emociones e incluso alguna lágrima de un minuto al siguiente, el reinicio de esta nueva franquicia se ve acompañado además de unos efectos especiales tan buenos como cabría esperar, y sobre todo de una banda sonora –de Michael Giacchino- digna de recuerdo.
Para quien esto suscribe, uno de las citas obligadas del cine de entretenimiento de este año.