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ESTRENO: 3 DE ABRIL

Monstruos contra Alienígenas: correcto homenaje a la ciencia ficción de los 50

Dreamworks, cuyo estudio independiente dedicado a animación ha sido el responsable de copar el mercado con una extensísima serie de entregas animadas al uso, consigue sin embargo que ésta sea especialmente disfrutable. Véanla en 3-D.

Dreamworks, cuyo estudio independiente dedicado a animación ha sido el responsable de copar el mercado con una extensísima serie de entregas animadas al uso, consigue sin embargo que ésta sea especialmente disfrutable. Véanla en 3-D.

L D (Juanma González) Una correcta aventura que homenajea a la ciencia ficción de los 50 pero que, no obstante y a pesar de los pesares, no consigue rehuír el acotado margen de maniobra que supone la marca de fábrica de su factoría, verdadero obstáculo para cualquier intento de genuína originalidad e innovación.

Y es que productos como la saga Shrek, Madagascar, e infinidad de olvidables y olvidados ejemplares para el público infantil, se han dedicado a minar las posibilidades del género, chocando directamente contra su estudio rival, Pixar Animation. En este punto, su competencia se ha molestado en parir obras maestras como Wall-E, Los increíbles o Toy Story, que suponen una lección tras otra a los responsables de la presente en cuanto a cine de animación familiar se refiere.

Pero no carguemos contra Monstruos contra Alienígenas. Dentro de este acotado margen de maniobra, lo mejor que puede describir el film de Rob Letterman y Conrad Vernon es que no es, ni mucho menos, de lo peor que ha salido de la factoría, y presenta además, la absoluta ventaja de poder afrontar su agradable visionado con el sistema tridimensional, aún no del todo aprovechado, pero sin duda necesario.

Antes de abordar la película en sí, cabe destacar algunas de las bondades del sistema de visionado tridimensional, con el que la pueden disfrutar en algunos cines. Aunque la mayoría de las veces se limita a arrojar objetos hacia la pantalla sin crear genuína sensación de espacio real, o de aprovechar sus infinitas capacidades narrativas, lo cierto es que Monstruos contra Alienígenas se permite en ocasiones explotar con refinamiento dicha técnica. Atención, en este sentido, a las escenas iniciales a lo largo de la galaxia de los planetas, la reacción a la llegada de los extraterrestres, o a ese momento impagable de Galaxhar escupiendo café a la pantalla. Son sólo un par de euros más, no se priven.

Lo mejor que puede decirse del film es que, sin duda, supera la media del estudio. Otra cosa es que sea realmente diferente. Uno de sus precedentes, Kung Fu Panda, presentaba cierta inesperada frescura al repescar los tópicos del cine de artes marciales y adaptarlos al cine de animación de la casa. La presente, gracias a Dios, sigue su ejemplo y hace lo propio con la ciencia ficción y el terror de la década de los 50, olvidándose de dejar todo su atractivo en gags caducos y animalitos parlantes.

La idea era buena, prometedora y llamativa, pero aquí el problema es el de siempre, y es que el film acusa la necesidad de refundir los obvios y esperados homenajes a los clásicos del género convenientemente masticados para el público infantil o las nuevas generaciones. La carencia de cualquier pretensión real, de buscar una identidad fílmica propia, al margen de la mera reproducción de los mismos supone una seria limitación para levantar el vuelo, en un producto que no se permite exprimir sus propias posibilidades más allá de la consabida operación comercial.

Es por ello que Monstruos contra Alienígenas, sin llegar nunca a afirmarse a sí misma como película, sin nunca llegar a divertir, conmover o emocionar genuinamente,  ni ofende ni aburrir. Además, sus personajes tienen un diseño ciertamente afortunado (otra cosa es hablar de las líneas que recitan sus actores de doblaje, verdadero punto flaco de la cinta) y al final todo pasa relativamente deprisa, dejando cero huellas y provocando algunos momentos de sana curiosidad, que al final, es de lo que se trata.

En esto último los de Dreamworks sí se han estirado, y el producto roza la brillantez técnica (lástima que de guión vaya justa). Por eso, a lo largo de su metraje se insertan escenas como el enfrentamiento entre el dichoso insecto gigante y el marciano  en San Francisco, absolutamente divertida y delirante bastante acertado en su mixtura de espectáculo de feria y colosal surrealismo. O la aparición en la tierra (declaración presidencial incluída) del villano de la función, aberrante calamar que, al menos, reserva algunos de los momentos visuales más afortunados de la cinta.

 

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