L D (Juanma González) Ghost Town –permitánme hablar del film usando, por una vez, su título original, con el otro simplemente es que no puedo- es una comedia fantástica y romántica convencional, clásica, pero al mismo tiempo sorprendente. Y la razón de que eso es que, en realidad, el que esas dos virtudes se den al mismo tiempo no es tan habitual. Fundamentándose en la labor de un Ricky Gervais simplemente brillante, David Koepp entrega un film bien escrito (con algún altibajo), bien interpretado, y divertido ante todo.
Pero eso sería demasiado poco. Como buen guionista (porque lo es), Koepp salpica el film con momentos auténticamente nostálgicos y románticos, además de otros de notable autenticidad. Lo que prima es el humor, en forma de diálogos rápidos, cínicos y certeros, pero aliviados con el componente romántico. El resultado es una especie de Mejor…Imposible, si quieren algo más despistado de sus propias posibilidades, pero de visión igualmente grata. Véanla.
Es precisamente Gervais el que eleva sobremanera el nivel medio de esta Ghost Town. Su personaje el doctor Pincus es tan engreído, timido, solitario y puñetero como el Melvin Udall de Jack Nicholson en la mencionada más arriba. En este punto, se nos presentan momentos enormes como las sucesivas conversaciones con la doctora en el hospital, o los primeros encuentros de Pincus con su futuro interés romántico (una Téa Leoni cada vez más atractiva).
A su labor se añaden unos notables Greg Kinnear (presente también en… Mejor…Imposible) y la mencionada Tea Leoni, que saben pasar por encima de los tópicos del guión y mejorar los personajes simplemente sabiendo estar ante las cámaras. David Koepp lo filma todo con precisión y maneja con soltura tanto la comedia (algo sorprendente, ya sus films precedentes se enmarcaban en el suspense o el puro terror) como el componente amoroso, que afortunadamente huye de los parámetros de la masificada comedia romántica actual.
Lo que queda es un ameno y agradable pasatiempo, mucho mejor de lo que su tonto título español da a entender, un film capaz de resultar inteligente, emocional y alegre –dentro de su evidente tristeza-, y que no confunde su intrascendencia con causar amnesia emocional en el espectador. Simplemente, merece un aplauso.